El trabajo que se viene publicando en las páginas de Claridad, son una selección de las crónicas del libro «Como te cuento una cosa…» con temas escuchados, o leídos en distintos medios de nuestro país. Compartimos con nuestros lectores algunos textos y dibujos y de su capítulo: «Jugando de memoria»
Jugando de memoria
La mística del fútbol uruguayo esta expresada en muchas canciones temáticas, desde Uruguayos campeones, hasta la más reciente Descolgando el cielo, del Pitufo Lombardo, que nos emociona con sus versos: «Somos de la sangre del Maracaná, y somos la locura que picó el penal». Está también presente en la gente religiosa que hace promesas y peregrinaciones a la Virgen de Lourdes o a San Cono, entre otros. Pero el espacio que ocupa este deporte en los medios y en nuestras vidas me lleva a hacer esta pequeña separata de algunas notas y anécdotas al respecto.
Década del cuarenta
Obdulio Varela: «Enfriar el partido, no siempre…»
Allá por la década del cuarenta, Argentina y Uruguay eran un mano a mano y peleaban casi siempre por el título sudamericano de fútbol. En aquel entonces, los más grandes jugadores (que tal vez lo seguirían siendo hoy), Norberto Tucho Méndez, de Argentina, que jugaba con el número 8 (un entreala en aquel tiempo), y el uruguayo Obdulio Jacinto Varela protagonizaron este relato.
En una final, Obdulio marcaba en forma muy fuerte a otro argentino, Rinaldo Martino (número 10), quien —según los cuentos— era «más bueno que el pan», y este no reaccionaba. En un córner a favor de Argentina, Tucho le dijo a Martino: «Mamucho, dígale a ese negro antihigiénico que lo trate de señor cada vez que le habla. ¿Quién se cree que es?». A lo que Varela le respondió: «Cállese, negrito, que le voy a hacer chas-chas en la cola».
Al rato, en otro córner para Argentina, el Negro Jefe le pegó terrible sopapo a Méndez. Tucho fue a increpar a Obdulio, quien lo paró con una sonrisa y un: «¡Shhh!… ¡No sea bobo, negrito, no abra la boca que lo echan!».
Década del cincuenta
Todo Brasil tiene la fiesta preparada
«Somos Gardel si no nos hacen más de tres», dice Mario en su canción Crónica de la soledad. Y sigue: «los de afuera son de palo». Conozco esta frase desde que tengo uso de razón. Forma parte de la idiosincrasia uruguaya. Cuenta la historia que cuando los dirigentes del fútbol uruguayo de la época del Mundial de 1950 argumentaron: «Ya estamos hechos muchachos con estar en la final», Schubert Gambetta le quitó importancia a ese comentario y les dijo a sus compañeros de equipo: «Los de afuera son de palo», y Obdulio Varela también comentó: «Hechos un carajo, hechos, solo si ganamos…». Luego, Varela usó de vuelta esa frase de Gambetta, «los de afuera son de palo», en pleno partido, cuando Brasil nos hizo el primer gol.
El estadio de Maracaná explotaba y se venía abajo. Fue tal vez más importante esa anécdota, transformada en leyenda para marcar una forma de vida de nuestro pueblo fútbolístico, que la incidencia que pudo haber tenido el mismo dicho adentro de la cancha. Con el ensordecedor ruido del estadio eufórico, la frase la habrán escuchado dos o tres compañeros del equipo. Dicho esto, claro está, sin desmerecer la frase ni el símbolo que es el Negro Jefe para nuestro país, que pasó a ser, con su personalidad de líder, como un segundo Artigas en la historia nacional.
Y fueron Gardel
Conocí esta anécdota décadas después de ocurrida, cuando Larbanois y Carrero, en el 2010, incluyeron en su disco Historias el ya mencionado tema «Crónicas de la soledad». También se halla en ese trabajo la voz del propio Alcides Ghiggia, su protagonista, contando la anécdota. Como es tan conocido ese día para los uruguayos, es difícil hablar sin repetir lo ya escrito y hablado. Solo queda imaginarse situaciones de ese 24 de julio a las cuatro y media de la tarde y cómo un joven futbolista de 23 años pudo enmudecer a un estadio con 200.000 personas y vaya a saber a cuántos millones más de brasileros que lo estarían escuchando por radio.
Es emotivo pensar en el día de la final del cincuenta, imaginarse cómo habrán caminado hasta el Maracaná los brasileros, seguros de festejar que serían por primera vez campeones del mundo. Desde el minuto dos del segundo tiempo Brasil ganaba uno a cero, y ellos eran campeones solo con el empate. Pero la fiesta empezó a complicarse cuando Juan Alberto Schiaffino, casi veinte minutos después, empató el partido.
No obstante, lo anecdótico llegó en el minuto 34 de aquel segundo tiempo, y así lo cuenta Ghiggia en la grabación del 2010: «El segundo gol que hicimos en Brasil era una jugada que yo hacía con mi compañero de ala, que era Julio Pérez. Él venía con la pelota, me la daba y yo avanzaba. Cuando me salió el marcador de punta, yo se la devolví, y él me la metió en profundidad. Yo, como era muy rápido en velocidad me le fui al marcador de punta y al back izquierdo y entré en velocidad hacia el arco. Barboza creyó que yo iba a hacer la misma jugada del primer gol, que iba a hacer el centro hacia atrás (cuando el empate de Schiaffino). Pero esta vez venía Míguez por el medio, y yo vi al golero que se abría un poco del arco, me dejó un espacio y tiré, y la pelota entró justo contra el palo y Barboza. Yo seguí a la carrera festejando. Entonces Míguez se me acerca y me dice: “¿Pero no me viste?, ¿por qué no me la pasaste?, ¿no viste que yo te la pedí?” Y yo le digo: “¡Omar, dejala ahí, que ahí está bien!”».
Y termina Mario Carrero su canción:
«Todo Brasil tenía la fiesta preparada,
y a pura garra y corazón fueron Gardel.
Fueron la hazaña, la anécdota, el milagro,
como aquel grito solitario de Solé».