Luis Vignolo
La Comandante en Jefe del Comando Sur de Estados Unidos, Laura Richardson, estuvo en Uruguay, en una gira que comprendía también a Chile y Argentina. Es la misma jerarca militar norteamericana que el año pasado declaró acerca de la importancia de América Latina para los intereses estratégicos de Estados Unidos. Dijo en aquella ocasión: “¿Por qué es importante esta región? Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras poco comunes, tienes el triángulo del litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60% del litio del mundo está en el triángulo de litio: Argentina, Bolivia, Chile”. Agregó: “Tenemos 31 por ciento del agua dulce del mundo en esta región. Con ese inventario, a Estados Unidos le queda mucho por hacer”. Por eso, subrayó, la región “tiene mucho que ver con la seguridad nacional” de Estados Unidos, por lo tanto “tenemos que empezar nuestro juego”. El “juego” de Estados Unidos en América Latina y el Caribe comenzó en el siglo XIX. Fue con la expansión del poder yanqui en Nuestra América, convertida en “patio trasero” que comenzó la “República Imperial”.
Asimismo se manifestó preocupada por la presencia de China, Rusia e Irán, “los adversarios y competidores estratégicos” de Estados Unidos, en la región.
La visita a Uruguay, según la embajada de Estados Unidos, tiene como objetivo “discutir la asociación bilateral en defensa entre Estados Unidos y Uruguay”, es decir la asociación entre el tiburón y las sardinas. Aunque semejante disparidad de poder se intente ocultar en una variada enumeración de fines como: “preparación para desastres, mantenimiento de la paz, derechos humanos, seguridad marítima, ciberseguridad, cooperación espacial, desarrollo de capacidades de defensa, educación y formación profesional, e integración de mujeres en misiones de paz, defensa y seguridad”.
El significado de ese palabrerío fue explicitado por la Comandante cuando expresó que el Comando Sur no solo despliega su hard power (poder duro) sino su soft power (poder blando). Imperialismo cultural y colonialismo cultural le llamamos durante décadas a eso que desde recién desde los años 90 llaman soft power o poder blando. El poder duro destroza cráneos. El poder blando somete mentes.
En ejercicio de la dureza del poder blando, la Comandante declaró que no van a instalar una Base militar en Uruguay, sin aclarar qué significa entonces la referencia a Bases en el Acuerdo militar logístico entre Estados Unidos y Uruguay, que ya tiene media sanción en el Senado. En el mismo se la define como “apoyo a operaciones en Bases (y la construcción correspondiente a ese apoyo)”. ¿Si no habrá Bases qué significan las Bases en el Acuerdo? Especialmente teniendo en cuenta no solo los antecedentes del siglo XX, sino la relativamente reciente Base militar de Estados Unidos en el aeropuerto de Carrasco durante la Cumbre del G20 organizada en Argentina. No sabemos si se le preguntó a la Virreina o si simplemente decidió no aclararlo. Tanto el no preguntar como el no aclarar y explicitar son parte del ejercicio del soft power. La domesticación de las inteligencias es inherente a la dureza del “juego” del poder blando, es decir del imperialismo cultural que contribuye esencialmente al mantenimiento del “juego” del poder duro estadounidense.
A medida que el poder real relativo de Estados Unidos en el mundo retrocede, crece la importancia estratégica de América Latina y el Caribe, el “patio trasero”, para Washington. Es previsible que la dureza de los “juegos” de poder yanquis en Nuestra América sea peor en los próximos años que en los peores años de la pasada Guerra Fría.
Seguramente volveremos a tener noticias de la Virreina a la brevedad.