LOS PINGOS EN LA GRILLA DE LARGADA

Hugo Tuyá

Ante una coyuntura histórica de alta polarización política, los distintos escenarios latinoamericanos muestran una alternancia significativa en sus gobiernos electos, pero particularmente, un avance sustancial de las extremas derechas que, como olas, fluyen y rebotan a instancias de crisis estructurales sin solución de continuidad. Derechas liberales e izquierdas socialdemócratas de talante reformistas se han intercambiado en el poder en estos últimos 25 años, sin poner el ojo en el verdadero causante de los estropicios que no es más que el resultado del funcionamiento entrópico del propio sistema capitalista y la confirmación de sus fallas y perversiones intrínsecas reconocidas por su configuración   sistémica pero no tratadas en profundidad por las elites políticas, pero sí aprovechadas por las élites financieras dominantes del llamado mercado global.

Los postulados marxistas, maltratados y deslegitimados por la tecnocracia mundial “ad hoc”, mal que les pese a los liberales contumaces ortodoxos, continúan teniendo una vigencia sugestiva en una época de capitalismo de software a distancia, guerras depredadoras de recursos, y robótica continental, plusvalía relativa mediante. Los expulsados del sistema -el ejército de reserva- los bajos salarios de la clase plebeya, la inclusión de mayores beneficios para la clase social dominante, la libertad irrestricta de capitales en movimiento planetario, tecnología que disminuye costos laborales, entre otras características singulares y cambiantes, hacen que los vacíos programáticos se multipliquen en la grilla gobernante, no se tomen iniciativas radicales, y ningún gobierno cumpla con la finalidad, entre otras,  de cero desempleo y  eliminación total de la pobreza, sin dejar de mencionar otros asuntos cruciales como la cultura, educación, vivienda, etc.

Es en este panorama “prima facie” donde la derecha global actúa a su antojo poniendo en duda cualquier salida que no implique el blindaje del capital, sea bajo fondos de inversiones, paraísos fiscales, jurisprudencia internacional bajo tutoría del derecho del inversor, o cualquier otro andamiaje jurídico espurio que asegure el dinero de los capitalistas globales más renombrados. El área latinoamericana, que cumple una tarea específica en la división internacional del trabajo como suministradora de materias primas, no ha podido hasta hoy librarse de la dependencia también estructural de los países del Norte rico y sus organismos financieros colaterales, y como tal, continúa existiendo como la zona del mundo más desigual, con serias dificultades en la distribución de la riqueza, y con impedimentos de corte tradicional-institucional en lograr la independencia final en su historia político-económica, cuya articulación debería  venir de la mano de la unidad absoluta de los países bajo intereses históricos comunes, como así lo señala la larga historia desde los confines de la colonización, y la extensa lucha de los próceres independentistas en búsqueda de una definitiva emancipación de los pueblos. Ardua tarea de los futuros gobiernos “progresistas” poder transformar realidades cuyos cimientos de dependencia no terminan de darle nombre propio al Estado nacional y estar en condiciones de romper el círculo vicioso de la actuación de las oligarquías agnato-cognaticias y sus privilegios, a más de construir participativamente economías de carácter socialista para empardar de alguna forma las ancestrales injusticias de clase que nos perviven como dolores de parto sin anestesia.

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A cuatro meses de las elecciones internas uruguayas, ya pueden delinearse los promitentes candidatos a pelear por el primer lugar y comenzar la verdadera batalla electoral hacia octubre y eventualmente noviembre. Un período particular, que corresponde a una primera etapa en la que son convocados los mayores guarismos históricos de aspirantes en una dispersión de movimientos y partidos que, en primera instancia, procuran elevar propuestas disímiles intentando acotar o desestimular los votos hacia la izquierda, el gran candidato a ganar las elecciones, o dicho de otra forma, generar un panorama galimático de propuestas que disperse la atención de la ciudadanía, que tendrá por delante opciones variopintas además de plebiscitos para elegir. No todos tendrán elecciones internas en sentido estricto. El objetivo político no mencionado pero utilizado sotto voce puede apuntar, en un universo mayor de propuestas, a restar apoyo ciudadano a la actual oposición y no permitir que el FA gane en primera vuelta o eventualmente, no alcance una mayoría parlamentaria como en los tres períodos anteriores, o directamente, pierda la elección en segunda vuelta. Y esto es solamente una teoría a ser confirmada por los hechos posteriores. La democracia y los datos disponibles permiten sostener cosmovisiones diferenciales respecto a los asuntos verdaderamente cruciales que ocupan a la comunidad.

Únicamente una hipótesis de trabajo, pero sostenida en discursos y posicionamientos de connotadas figuras públicas de todo pelo, y con antecedentes asignados al período de los comicios de 2019 donde personeros como Sanguinetti, Lacalle padre -invisible en la política pública- políticos oportunistas como Mieres, o enfundados en otras categorías como Manini Ríos, articularon el marco esencial para expulsar al FA del gobierno, y ofrecen hoy generar nuevamente un cerco electoral para evitar una nueva consagración del FA en el 2024. La función de los partidos menores, nuevos y ya conocidos, y de una vasta oferta de candidatos estaría ejerciendo objetivamente el papel de atomizadores electorales siendo auxiliares solapados en el objetivo de restar electores a la izquierda, presentándose como falsas alternativas a un resultado que hasta ahora, y entre bloques, se muestra como relativamente empatado teniendo en cuenta el margen de error estadístico.

En una lógica de confrontación binaria al que muchos candidatos apuntan con el fin de conquistar votos, no parece entenderse correctamente cual es la función objetiva de los partidos marginales en la contingencia puntual, ni tampoco existe una absoluta claridad en cuanto a programas de gobierno e iniciativas propias, lo que sugiere que puedan existir coincidencias en la tarea de evitar la llegada de la izquierda nuevamente al poder, aunque no haya argumentos contundentes como para comprobar la teoría. 

Ninguno de los llamados agrupamientos chicos se llama a un compromiso de unificar fuerzas para evitar que los partidos neoliberales ganen otra vez la partida, sin sostener herramientas adecuadas para convencer al tramo progresista de la ciudadanía. Puede ser llamada mezquindad política y un uso inadecuado de conocimiento sociológico sobre la temperatura política que se acuna en la sociedad, pero de todos modos la atomización solo puede ser útil a la derecha vernácula, ésa sí unificada monolíticamente y con una dirección preestablecida refrendada en discursos y agenda común. Debido a la polarización, y, recordando palabras del Gral. Seregni: “Todo voto que no vaya al FA, se dirige directa o indirectamente hacia la derecha”, particularmente en primera vuelta, marca la singularidad del proceso actual, a pesar de una eventual argumentación en contra y no siendo ciegos acerca de la capacidad del FA de marcar a fuego reformas imprescindibles que renueven expectativas de una transformación real y tangible de la realidad institucional y del marco económico-social.

Con grandes posibilidades de ganar la elección nacional, la izquierda frenteamplista se enfrenta a una ecuación mediática complicada y a la necesidad de economizar discursos, evitar ambigüedades, y no entrar en juegos de dispersión que afecten la confianza -ya de por sí muy disminuida- generando dudas entre los votantes potenciales. Cualquier sistema de ideas que algún pre candidato pueda exponer frente a los rivales internos que pugnan por la elección de junio no puede llevarse al campo de la farandulería ni al gasto inútil de palabras frente a problemas menores o circunstancias que desvíen la atención de los temas fundamentales. Es intrascendente y negativo responder a los ataques de agentes de la derecha especializados en la distorsión de los hechos y en descalificar oponentes. No puede ni debe olvidarse la función de las redes sociales al respecto, y una buena economía en el relato de los puntos flacos y controversiales del accionar del gobierno parece constituirse en el target principal de la gestión política como oposición al modelo. En este último tramo temporal la gobernanza multicolor hará lo posible para cooptar votos de los indecisos, multiplicará el cortado de cintas y la aparición sistemática del star presidencial para selfies y otras situaciones paródicas que muestren la parte “solidaria” y teatral de un gobierno “para la gente que necesita”… Es el recurso final de la pasarela fabricada exclusivamente para justificar promesas e “invisibilizar” los recortes iniciales, maquillando a todo terreno los elementos claramente negativos de los acontecimientos de notoriedad. La exacerbada cantidad de promitentes candidatos multicolores indican la prioridad que la derecha otorga a estas elecciones donde se juega la continuidad del neoliberalismo o su fracaso.

Para finalizar, tampoco parece coherente de parte de las fuerzas progresistas, mantener discrepancias metodológicas -que pueden ser también ideológicas, mimetizándose por elevación con los intereses de los “malla oro”- con las organizaciones sociales en la medida que se apunta en la misma dirección en materia de seguridad social y demás reclamos populares. Si existe independencia de criterio -elemento positivo que enriquece el debate y las posibilidades de éxito en las demandas hacia el gobierno- no debe formularse mediáticamente como una señal de antagonismo programático, negación de la democracia directa, o eventualmente también diferencias de clase, y debe haber señales claras de acercamiento a las proclamas derivadas de las luchas sociales por una sociedad superior y por los problemas más acuciantes que requieren solución de muy corto plazo.