Eduardo Aparicio
A pesar de los cambios que los calores tórridos, la pausa de fin de año y las vacaciones escolares y estivales imponen en los hábitos de los uruguayos, la recolección de firmas viene creciendo y se desarrolló en enero y febrero; ahora asistimos a una pisada de acelerador. Festivales de música o escenarios de carnaval se han demostrado como lugares propicios para la juntada de firmas. Los puestos fijos callejeros se multiplican, se sostienen, en tanto comienza el puerta a puerta, sin descuidar la juntada de firma en los entornos inmediatos, que siempre permite cosechar. Sencillamente todos los recursos se van desplegando, con ingenio y tesón militante, con poquísimos recursos materiales; hay conjunción de esfuerzos, sintonía ente la militancia sindical y la de los grupos políticos de izquierda que apoyan la campaña. La recolección de firmas muestra que la unidad de acción es posible, es válida y alcanzable cuando se trata de una causa acertada y aglutinante, cuando los objetivos son claros. Entonces la unidad en la diversidad en estos casos deja de ser un eslogan pegajoso, mero artilugio declamatorio, para volverse una realidad política concreta.
El involucramiento en la recolección ha sido dispar, -como le ocurre a los fenómenos de base amplia signados por la heterogeneidad-, pero la certeza de que se llega a las firmas nos obliga a ir a más. Entre los animadores de la recolección circula la meta-deseo, de que al culminar marzo se tenga el numero indispensable (270.000), para que abril sea el mes del remate, para alcanzar los márgenes de seguridad necesaria, (para sortear los descartes) y consolidar un hito político.
Abril, con las firmas entregadas, con la llegada de la confirmación que la propuesta de enmienda constitucional será plebiscitada en octubre, traerá consigo la configuración de nuevos escenarios, particularmente en el campo popular. El FA posiblemente no modifique la postura de libertad de acción; pero inevitablemente la integración de los contenidos de la papeleta y el respaldo a la enmienda deberá ser parte de la campaña de los sectores que la han apoyado la recolección de firmas, quienes eventualmente podrán arrastrar a otros y acaudillar al frenteamplismo de a pie. Quienes dentro de su estrategia, de sus opciones tácticas, la colocaran con más o menos énfasis en su mensaje electoral, tal vez les costará mas rehuir el debate, de naturaleza bi-direccional, primero hacia la derecha y luego dirigido a los exponentes “progresistas” que rechazan la enmienda, con quienes se ha mantenido un llamativo silencio, para preservar la unidad. Los tantos se irán rápidamente aclarando, quedará de manifiesto en el terreno de los resultados electorales lo pre anunciando por las encuestas y mediciones de opinión.
La defensa del trípode sobre lo que se sustenta la enmienda, que contempla la gran virtud de su claridad, la fácil compresión de lo propuesto y la profundidad de su contenido, va a dar lugar a alineamientos interesantes, a adhesiones cruzadas y transversales. Permitirá confrontar con el conservadurismo y con toda la caterva de pelajes diferentes que constituye el campo de los defensores del statu quo. El contenido que subyace en los tres puntos, a saber: no obligar a nadie a retirarse después de los 60 años; eliminación de las AFAP y mejora de las prestaciones, tiene mucho más sustancia que largos y alambicados documentos programáticos y negociadas plataformas electorales, simplemente porque pone en juego solidaridad vs lucro, le pega en la línea de flotación al sistema financiero, conecta con la tradición cultural de los orientales, en su larga marcha de construcción de bienestar, en clave colectiva, se opone al individualismo y a la meritocracia fogoneada por neoliberales y social liberales.
Abrigamos el deseo, tenemos la expectativa, que las fuerzas de la izquierda política no claudicantes, no posibilistas, mas allá de su ubicación en el menú de la oferta electoral, cumplan un rol fundamental e indeclinable, que estén a la altura de los desafíos históricos, haciendo que el combate por la enmienda constitucional, un elemento central de construcción de relaciones de fuerzas, que permitan no solo dar un combate defensivo, sino que nos coloquen en situación de ir a más, impulsando visiones de protección social, que impongan otros pilares de su fundamento y sustentabilidad, no resignándose a la mera gestión de lo existente, cosmovisión en la que no es posible avanzar si no es valiéndonos de una vocación transformadora inspirada en la innovación disruptiva. Sostenida en los intereses e imaginarios de las mayorías laboriosas, en contraposición con la de los poderosos y de todos quienes defienden, consciente o inconscientemente, sus privilegios.
Ahora es el turno de redoblar los esfuerzos en el remate de la recolección de firmas, preparando la etapa siguiente que viene solapada y que tendrá una relevancia trascendental, la que hoy nos permitimos intuir, pero que tal vez en su cristalización supere todas las predicciones formuladas en el presente. La calculadora y el ábaco, los bolicheros de lo electoral, de los practicantes de una aritmética electoralista ramplona, tal vez colapsen, frente a la expresión en las urnas de una marea social ascendente, gestada desde abajo, contra corriente y que se enfrentará en su ascensión a los poderes fácticos, a los del dinero y al sentido común dominante.