La crisis de las ideas en la izquierda

 

Gabriel Portillo

En los últimos tiempos se ha producido un mecanismo razonado que rechaza tanto el análisis histórico como el de las estructuras de poder, es decir la composición de clase de la sociedad uruguaya. Ello conduce a una suspensión sistemática de la estrategia transformadora de largo plazo por un tacticismo que espera suceda algo en la sociedad en su superestructura que nos ayude a dar un salto en calidad. Mientras tanto hay que usar bien las herramientas de marketing político y discursivo que articule las demandas del hoy, en el sentido popular, sin que aparezca en el escenario el sujeto de la transformación social. Esta manera de pensar lo político como un desarrollo en el que las condiciones de posibilidad para la acción y el cambio dependen de cualquier cosa menos de los explotados, lleva a campañas electorales donde en oportunidades se hace difícil ver las diferencias.

Creo que formamos parte de un contingente de perdedores (en términos partidarios y en el terreno de la ideología), derrota que muchos no asumen. Es además propio de una situación que estamos atravesando no solo en Uruguay, el repliegue de las ideas revolucionarias, del cual ya hemos escrito en otras oportunidades y para no extenderme lo resumiría en la caída del muro de Berlín, que impactó en todas las ideas de izquierda.

“Kagarlitsky introduce un concepto sorprendente para describir los Estados postsocialistas: la convergencia negativa. Cuando el socialismo se derrumbó, a esas naciones se les prometió que prosperarían al integrarse al capitalismo global. Lo que obtuvieron, por el contrario, fue lo peor de ambos sistemas: se
desmantelaron las protecciones sociales y la propiedad colectiva, mientras que los beneficios democráticos y económicos prometidos por el capitalismo nunca se materializaron.”

“Un ciudadano de la antigua Alemania del Este comentó una vez: «Ahora sabemos que todo lo que la propaganda comunista nos decía sobre el socialismo era mentira, pero todo lo que nos decía sobre el capitalismo era verdad» Esta anécdota capta la desilusión de millones de personas en el otrora mundo socialista.”[1]

“A esta ofensiva ideológica -que ha progresado con éxito en el mundo occidental- contribuye la propia estructura del capitalismo neoliberal y sus efectos en la naturaleza y en la conciencia de la clase obrera: la desmovilización y desindicalización derivada de la hegemonía de las ideas triunfantes por la ausencia de alternativa al capitalismo financiero victorioso de la posguerra Fría; la progresiva quiebra de los PC de obediencia soviética y de sus aparatos sindicales sin constituir una alternativa a la izquierda suficientemente fuerte como para resistir con éxito el reflujo y la deriva hacia la derecha (excepto, en Europa, el caso de Francia Insumisa); el proceso objetivo de segmentación, precarización, uberización, deslocalización y desempleo del mundo del trabajo asalariado, con profundos reflejos en su unidad y movilización.

El mundo del trabajo cambió objetiva y subjetivamente en la época actual del capitalismo tardío. Y estos cambios contribuyen al retroceso de la conciencia de clase, al sonambulismo social y a la conciliación, a la desmovilización. Este es el fruto de la banalización de la explotación y de la aceptación de las peores formas de injusticia y desigualdad. Una vez más, la banalidad del mal va de la mano de la regresión social y civilizatoria.

La izquierda socialista tiene que encontrar las soluciones políticas y sindicales adecuadas para contrarrestar esta tendencia”[2]

La “nueva derecha” con sus ajustes estructurales es lo que está instalado en el mundo como única opción hace ya un tiempo. Por ahora la izquierda no ha logrado colocar alternativas que entusiasmen y tengan un horizonte de mediano plazo. En esta crisis actual del capitalismo surgirán, sin duda, nuevas situaciones, y sucederán nuevos agrupamientos.

Desde la propia izquierda vino la desmoralización, que pasó inadvertida hasta que se fue agravando (este último año pasado quedó al desnudo después de varias declaraciones desafortunadas respecto al pasado reciente y las denuncia de DDHH). Cuando en la campaña hacia la presidencia de Mujica, se anunciaba como perspectiva nacional la consigna “por un capitalismo en serio", hecho que si bien en ese momento era puntual, ya alumbraba lo que se estaba gestando y sintetizaba una apuesta: la desacumulación en el terreno ideológico, con consecuencias en la organización y la lucha. Lo fuimos viendo en cámara lenta. Mujica con esa política e impronta, no solo fue presidente, sino que se transformó en un icono mundial de una izquierda pragmática, en la interpretación política de “es lo que hay valor”. Parece que hubieran cambiado los papeles que antaño interpretaban los partidos tradicionales.

La resignación, disfrazada de realismo inteligente es el estado de ánimo necesario, para poder implementar y hacer llevable las consecuencias de las políticas que justifiquen los recortes sociales, las políticas de endeudamiento y la rebaja salarial.

Es en realidad una operación ideológica, se nos dice indirectamente de esperar el gran momento, (crecimiento económico) esto va acompañado de una despolitización de lo económico, no somos competitivos por tener demasiados derechos sociales, que son cuestiones técnicas neutrales. Una muestra clara de todo esto fue el reciente debate sobre la seguridad social. En este proceso de lucha de clases quien ha resultado victorioso son las políticas neoliberales.

Este giro posibilista del progresismo coloca un horizonte político mínimo, pero no se puede hablar de una derechización o un centrismo del conjunto de la sociedad, para justificar esto. Al mismo tiempo reconocer que de algún modo pesó la experiencia concreta de que con el FA hay continuidad económica y en otras políticas, pero se vive mejor.

Algunas preocupaciones de la política actual

Un aspecto de esa derrota se manifiesta en el terreno cotidiano, donde las acciones políticas que se desarrollan en su gran mayoría lo hacen vinculadas o tendientes casi exclusivamente a la preocupación por lo electoral, aun tratándose de la militancia territorial y social. Vaciando de sentido estratégico estas acciones.

Desde la propia izquierda se produce una estampida hacia los cargos de gobierno, generando un debilitamiento de lo parlamentario así como de la militancia social, como una forma de tener campaña electoral permanente, para luego presentarse con los logros de una gestión muchas veces plagada de clientelismo como casi la única salida política a la reproducción partidaria y de esa manera volver a lograr espacios políticos de representación, que entre otros objetivos tiene el cometido de financiación de las acciones partidarias. No parece estar en la reflexión un cambio profundo de sociedad; lo distorsiona los debates e hipoteca las posibilidades programáticas, que quedan condicionadas en última instancia a las necesidades electorales partidarias. La falta de un planteo estratégico transformador por parte de la izquierda política nos deja con un vacío en el largo plazo.

Solo una izquierda que logre posicionarse como un instrumento alternativo eficaz, a las políticas desarrolladas por la coalición de derechas, y que no se perciba por el conjunto de frenteamplistas como un factor de división, estará en condiciones de superar el aislamiento que esta coyuntura defensiva tiende a imponer.

Podemos decir que estamos atravesando un momento defensivo de la izquierda con pretensión revolucionaria, circunstancia en la que es fundamental priorizar la acción unificada de los sectores populares. En este sentido el próximo Congreso del PIT-CNT adquiere una importancia fundamental como ejemplo de resistencia y de lucha contra el último gobierno (las iniciativas estuvieron de parte del movimiento obrero organizado, en otras oportunidades nos hemos referido a ello) con ejemplos significativos como el Referéndum contra la LUC y el Plebiscito por la Seguridad Social. Como un lugar de elaboración de puntos de vista alternativos desde los trabajadores y apuntando al conjunto de las clases subalternas. A pesar de las diferencias políticas y por encima de la competencia entre sus corrientes y siempre manteniendo la independencia dentro de los marcos de unidad para la lucha, éste deberá tener la capacidad de construir una unidad programática y de acción que supere la crisis instalada y le dé una perspectiva de salida a las grandes mayorías que son las y los trabajadores, con propuestas en cuanto al trabajo, salarios, salud y vivienda que generen expectativas de luchas por un cambio.

 

[1] Tomado del artículo de Dmitry Pozhidaev, El capitalismo está en crisis, la izquierda también. (sobre el libro El largo repliegue: estrategias para revertir el declive de la izquierda de Boris Kagarlitsky).

[2] Tomado de Fernando Rosas: La crisis del capitalismo tardío y la banalidad del mal.