David Rabinovich Korotky
Vivimos solidariamente, con ideales de justicia o guiados por el interés y la conveniencia personal. Analizamos y opinamos desde la razón y desde el sentimiento. Para algunos la sociedad no existe: existen individuos y familias. Otros sienten en su propia mejilla la bofetada que dan a otro ser humano en cualquier parte del mundo. Pero ninguna de esas características se presenta exclusivamente en una persona. Somos egoístas y solidarios, justos y pecadores, honrados y oportunistas… Principistas y… En diferentes medidas. Supongo que importa el balance. Cada uno tendrá su saldo.
¿A qué viene esta parrafada? Intento escribir sobre temas de actualidad, sensibles, comprometidos. En esta oportunidad me parece necesario aclarar que mis abuelos eran judíos. Los cuatro. En esa condición escaparon de Europa del Este. Concretamente de la zona que hoy vive otra espantosa guerra. Es una historia larga, llena de disputas por intereses económicos mezquinos. Hoy nadie, en la dirección política, económica o militar de esos países tiene razón ni es inocente. La sangre la ponen los pueblos en beneficio de las elites. Como siempre en toda guerra. Los países dibujan líneas fronterizas que no toman en cuenta nada: lengua, cultura, tradiciones, sentidos de pertenencia. Hay tierras sin pueblos y pueblos sin tierra. En todos y cada uno los sueños de la gente coexisten con los interesas de los poderosos.
El mundo está sacudido por varios enfrentamientos. Hoy quiero referirme a la situación en Israel y Gaza. Sin posibilidades de considerar Líbano, Siria, Irán…
En los 70, perseguida y afectada en su derecho al trabajo mi hermana, maestra uruguaya, emigró a Israel donde se casó con un médico argentino. Tuvieron tres niñas que hoy siguen viviendo allá y tienen sus propios hijos. Ellos fallecieron hace algunos años. Saben entonces dónde están una parte importante de mis afectos. Pero no es por eso que un acto terrorista, sangriento, indefendible absolutamente, me pareció tan horrible. El terrorismo es una práctica contraria a los intereses que alega defender, porque es una acción dirigida contra quienes no son combatientes, culpables, enemigos. Los fundamentalismos que lo practican, promueven o justifican, son quizá el mayor enemigo de la humanidad.
Las acciones de Hamás, por otra parte, no explican ni justifican las políticas de las derechas, xenófobas, racistas, que niegan el derecho de Palestina a ser un Estado, así como a su pueblo la tierra de sus ancestros. En esa zona convivieron -no sin conflictos, claro- por miles de años cristianos, judíos, árabes… No sé si la decisión de las Naciones Unidas de otorgar a los judíos esa tierra fue la mejor. Eso ya fue. Hoy es un dato más de la realidad. Sí sé que nunca se cumplió con la condición de que hubiese allí dos Estados. Una historia larga y compleja donde no todos los buenos están de un lado, ni todos los malos del otro.
Los intereses de la geopolítica imperial, también en esa realidad, se cobran con sangre el costo de los millonarios negocios de las grandes compañías. El colonialismo de los Estados poderosos sobre sociedades más débiles es una de las prácticas terroristas más frecuentes y también de las más sanguinarias y crueles. Eso se llama Terrorismo de Estado y se ejerce sobre “los otros” tanto como sobre la propia población.
Durante años mi familia contaba lo bien que se llevaban con los vecinos árabes. Eso cambió radicalmente. Esta triste historia de enfrentamientos estuvo motorizada por la posición de algunos que nunca aceptaron la existencia de Israel y otros que ocuparon territorios que no les pertenecían. Que quizá se tomaron en serio lo del “pueblo elegido”.
No deja de ser una cruel alegoría sobre la evolución de la humanidad.