El Fascismo Corriente
Jorge Ramada
Se llamaba así un documental soviético del año 1965 que mostraba el ascenso de Hitler en la década del '30 en Alemania. 30 años antes del documental, el comunista búlgaro Georgi Dimitrov escribió su famoso informe sobre el fascismo, que podría resumirse en la frase “El fascismo es el poder del propio capital financiero”.
¿A qué viene esta mención? A que a casi 90 años de esa caracterización del fascismo, muchas de sus afirmaciones parecerían referirse a fenómenos que estamos viviendo hoy. Destaco algunas:
“¿De dónde emana la influencia del fascismo sobre las masas? El fascismo logra atraerse las masas porque especula de forma demagógica con sus necesidades y exigencias más candentes. El fascismo no sólo azuza los prejuicios hondamente arraigados en las masas, sino que especula también con los mejores sentimientos de ésta... ante las masas se presenta bajo la máscara de defensor de la nación ultrajada y apela al sentimiento nacional herido...”.
“El fascismo entrega al pueblo a la voracidad de los elementos más corrompidos y venales, pero se presenta ante él con la reivindicación de un gobierno honrado e insobornable. Especulando con la profunda desilusión de las masas sobre los gobiernos de democracia burguesa, el fascismo se indigna hipócritamente ante la corrupción.”
“Dejando atrás a todas las demás formas de la reacción burguesa, por su cinismo y sus mentiras, el fascismo adapta su demagogia a las particularidades nacionales de cada país e incluso a las particularidades de las diferentes capas sociales dentro de un mismo país. Y las masas de la pequeña burguesía, incluso una parte de los obreros, llevados a la desesperación por la miseria, el paro forzoso y la inseguridad de su existencia, se convierten en víctimas de la demagogia social y chovinista del fascismo.”
Parece clara la similitud con la estrategia que desplegó Milei para llegar a la Presidencia de Argentina. Habría que agregar el papel que cumplieron algunos medios de prensa para darle visibilidad desde bastante antes de la última elección. También queda más que claro -por si alguien no se había dado cuenta antes- para quiénes va a gobernar, hasta con nombre y apellido.
Y para terminar con las citas de Dimitrov:
“...cualquiera que sea la careta con que se disfrace el fascismo, cualquiera que sea la forma en que se presente, cualquiera que sea el camino por el que suba al Poder, el fascismo es la más feroz ofensiva del capital contra las masas trabajadoras.”
No es posible esperar otra cosa de los poderosos cuando sus intereses se ven afectados o cuando quieren expandir su poder. Su ferocidad es apenas una muestra exacerbada de la ferocidad propia de todos los explotadores, ya sea la de los romanos con los esclavos, los inquisidores de la Santa Iglesia Católica con los “herejes”, los nazis con judíos, comunistas, etc., o las dictaduras del plan Cóndor. La misma ferocidad que despliega el capital en su afán expansionista: la de los conquistadores de América, los lanzadores de bombas atómicas, los rociadores de napalm en Vietnam y ahora mismo la saña asesina del fascista Netanyahu.
Esa ferocidad no es la expresión de algún alocado que llega ¿por casualidad? al poder. El gran capital está atrás de todo, pero trabajan para él mandaderos (generalmente bien rentados) que han acumulado odio durante sus vidas y lo escupen hacia las masas. El odio crece; y, ahora tenemos un “cabeza rapada” como jefe de policía de Durazno, llamando animales a los narcos que andan a los tiros (a los pobres, por supuesto, nada de referirse a Marset, Mutio o alguno de los verdaderos “pesados”; o a los policías corruptos que negocian con ellos en los barrios); la misma deshumanización que promueve Netanyahu (y algunos corifeos, como la muy culta Ana Jerozolimski que dicta cátedra en Montevideo Portal) hacia los palestinos todos.
Todo lo anterior viene a cuento para recordar que no estamos vacunados contra el fascismo, por más que el haber cursado esa enfermedad en la pasada dictadura nos haya dejado anticuerpos. El fascismo tiene ocasión de avanzar cuando otros partidos políticos, ya sea que representen a diferentes sectores de la burguesía o a sectores populares, no han sido capaces de dar respuesta, tanto a las necesidades básicas de subsistencia, como a la seguridad en las relaciones de convivencia. Y los virus fascistas están presentes: en represores nostálgicos; en comunicadores que presumen de “objetividad”; en políticos arribistas; pero especialmente en empresarios, poderosos o no tanto, que se muestran de acuerdo con medidas de Milei, aunque no proclamen abiertamente su admiración. No está de más insistir en recordar que las cámaras empresariales uruguayas apoyaron, abierta o solapadamente, la dictadura cívico-militar (y de paso se beneficiaron con ellas).
El Siglo de las Luces
Este es el título de una monumental novela de Alejo Carpentier, que cuenta la llegada al Caribe de un enviado de la Revolución Francesa. Poco antes de tocar tierra, desenfunda una guillotina ubicada a proa y Carpentier sintetiza esa escena con una frase: “Con la Libertad, llegaba la guillotina al nuevo mundo”.
Como Milei hizo su campaña en nombre de la libertad, me parece bueno traer a la memoria esta cita, para poner en cuestión esta sagrada palabra, endiosada por quienes adoran más al libre mercado que a la potestad de los humanos de desarrollar libremente sus capacidades.
“La libertad es una gran palabra, pero bajo la bandera de la libertad de industria se han hecho las guerras más expoliadoras y bajo la bandera de la libertad de trabajo se ha despojado a los trabajadores” escribía Lenin, en su “¿Qué hacer?”. Habría que agregar que bajo la bandera de supuestas libertades políticas se han promovido las más bárbaras invasiones de los últimos tiempos; y bajo la bandera de la libertad de comercio se ha gestado la brutal concentración de la riqueza en manos del capital financiero. Mientras tanto aquí, muchos progresistas siguen enamorados de los “tratados de libre comercio”.
La Ilustración, el movimiento cultural identificado con “El Siglo de las Luces, fue marcado por la victoria del conocimiento y la razón sobre el oscurantismo y la ignorancia; y por la fe en el progreso, basado en el desarrollo científico y tecnológico. Pero la producción científica tiene sus bases en la formación social que permite su creación; y la tecnología se desarrolla en función de las necesidades del capital.
Si es cierto que el “Siglo de las Luces” impuso el predominio de la razón sobre los mitos y creencias, no es menos cierto que lo hizo para imponer el capitalismo y, en especial, imponerlo a sangre y fuego a los pueblos conquistados. Del mismo modo, la Ilustración sustenta a la Revolución Francesa con sus ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Pero esos conceptos, tan atractivos en abstracto, en los hechos se convierten en: libertad para producir y comerciar (y explotar a la mano de obra y los pueblos conquistados); igualdad abstracta (y discutible) ante la ley, por más que las oportunidades sean notoriamente desiguales; fraternidad entre explotados y explotadores, para ahuyentar la lucha de clases.
No se trata entonces de renegar de esos conceptos, sino de darles contenido desde los intereses de los trabajadores y de los explotados y marginados en general. Y no se trata de renegar de la razón, sino entender que la “razón” en abstracto es un concepto vacío. Las razones de los pobres (“campanas de palo” según Martín Fierro) no son las mismas que las de los poderosos, o dicho de otra forma, la razón también tiene carácter de clase.
Pero, volviendo al fascismo, es claro que tiene un sustento emocional en las masas, aunque sea tremendamente racional desde el punto de vista de sus inspiradores. Por lo tanto, es iluso pensar que al fascismo se lo puede combatir solo con la razón. No se lo va a derrotar con buenos modales, ni con elaborados discursos y polémicas desde los cómodos asientos parlamentarios, ni con razonamientos lógicos que aparentemente destrocen sus argumentos, pero ignoren las emociones que lo sustentan.
En resumen: la ferocidad y las barbaridades del fascismo, ya sean en la interna de los países o hacia poblaciones que se quiere someter, siempre contaron con el apoyo o al menos el silencio cómplice de los dueños del poder; y para combatirlo no alcanza con razones, hay que comprender las emociones y los anhelos de las masas explotadas y desarrollar con ellas las respuestas y propuestas que cuestionen el dominio del capital.
Ante la vacía consigna libertaria de Milei (libertad para joder a los de abajo), sería bueno volver a levantar un:
¡Viva la revolución, carajo!