Como te cuento una cosa…

 

Los textos que se viene publicando en las páginas de Claridad, son una selección de las crónicas del libro «Como te cuento una cosa…», con recopilación de temas escuchados, leídos, o vividos en nuestro país, en los últimos 60 años, o más…, incluyendo también vivencias en nuestra familia.

Como sabemos nuestros hijos, o nietos, son una fuente inagotable, de dichos, medias palabras y anécdotas.

 

Vivencias familiares más cercanas

 

¿Me firma, señora?

Que el comportamiento de los niños es un reflejo de lo que hacen los adultos no es novedad. Son esponjas y jugando se mimetizan con la mamá o con el papá, cuando se pintan o se afeitan. Tampoco se les escapa el comportamiento social de los grandes. Sobre estos años, en la cooperativa donde vivíamos, por decisión de asamblea y siguiendo la línea de FUCVAM, participábamos activamente en el plebiscito contra la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva de Estado.

Isabel (6 años) y Lucía (misma edad) jugaban, y con un cuaderno y lápiz cada una salían a juntar firmas y golpeaban las puertas de los vecinos.

1988

Espejito buchonazo

Ese fin de año fuimos a pasar Navidad a la casa de mi hermana, en Santa Lucía. Como siempre ocurría en cada encuentro familiar, las camas para pasar la noche, eran un problema a solucionar y generalmente no alcanzaban para todos. Tampoco había disponibilidad en esta ciudad de alguna habitación en un hotel, ya que estaba todo reservado con anticipación. Mi hermana nos ofreció lugar para los dos gurises chicos, pero nosotros no entrábamos ni con colchones en el suelo. Nos dio la idea de que se podía encontrar en un hotel de alta rotatividad una pieza por una noche. Sin dar mucha información, salimos en el auto a ver la «amueblada» y a hacer la gestión de la reserva para esa noche. La salida también incluía hacer alguna compra, por lo tanto, fuimos con mis padres y los gurises en el asiento de atrás. Primero fuimos a un supermercado y como última gestión fuimos a ver el «hotel». Cuando llegamos, Juan (8 años) quiso bajarse con nosotros. Intentamos ir solos, pero sus abuelos, que estaban en el auto, insistieron en que lo lleváramos: «Que vaya con ustedes., ¿qué tiene de malo que vea una pieza de hotel?». El hotel era normal, no tenía la pinta tradicional de «casa de huéspedes». En la visita iba todo bien, todo muy discreto.

Después de haber contratado el alojamiento y fijado la hora de entrada para esa noche, nos encaminamos para volver al auto. La gestión había sido exitosa, hasta que Juan salió corriendo a contarles a sus abuelos a viva voz, a las risas y sin dejar de repetir: «Abuelos: ¿saben lo qué? ¡El hotel tiene un espejo en el techo, tiene un espejo en el techo!, tiene…».

1989

Reyes Magos ¿pragmáticos o injustos?

Con nuestros amigos Jorge y Mariángeles, más su pequeña hija, decidimos pasar una semana y algunos días en el camping del Chuy. Por supuesto, también nosotros íbamos con nuestros hijos, que tenían entre 5 y 8 años. Lo hicimos en esa fecha que va entre Navidad y Año Nuevo, para volvernos el 3 de enero y estar en nuestros domicilios en Reyes.

Los niños disfrutaban de esa vida de playa, carpas y amigos, y se generaban grupos de juego entre las carpas cercanas. Las idas al Chuy siempre eran un clásico de «compras baratas». Aprovechábamos a consumir a discreción en el menú diario, para regocijo de los gurises, aquellos característicos productos de frontera: bebidas cola, chocolates, ticholos, etcétera.

Esa vez, a escondidas, hicimos las compras para Reyes, que quedaron bien envueltas en las carpas. Como en el paquete de juguetes que habían conseguido «los Magos» había algunos vinculados notoriamente con el uso en la playa (tabla para las olas, salvavidas, etcétera), surgió la idea de «adelantar» dos o tres días la llegada de los Reyes, al darnos cuenta de que en la fecha tradicional ya íbamos a estar en nuestras casas, sin playas cercanas. Todo parecía muy bien planificado y decidimos, entre los dos matrimonios, ponerlo en práctica. Pero tuvimos un problema, que surgió inmediatamente, y fue el descontento de los demás niños del camping cuando se enteraron de que ya habían llegado los Reyes en nuestras carpas. Se oyeron reclamos en las carpas cercanas: «¿Cómo que vinieron los Reyes para nuestros amigos y a nosotros no nos dejaron nada…? ¡Qué malos son los Reyes!».

Conociendo la injusticia

Isabel (7 años) entra violentamente a nuestra casa, con una denuncia:

«Mamá, Eugenia me pelea y yo soy una buena persona con ella».

Deporte olímpico

Íbamos en el auto conversando con mi mujer. En los asientos de atrás iban Juan (9 años) e Isabel (7 años) hablando acaloradamente entre ellos. Escucho a Juan que le contesta a Isabel, como dando por terminada su discusión: «¡No, Isabel, a mí el deporte de la bolita no me interesa!».

Barbie tramposa

En uno de sus juegos infantiles, vistiendo y desvistiendo a sus muñecas, Isabel (7 años) viene a mostrarme su Barbie, a la que tenía casi desnuda, y me comenta: «Papá, esta muñeca tiene tetas, pero de adorno».

1990

Fe dudosa

Entro un día en el dormitorio de Isabel (8 años). Está jugando a que reza, hincada a la orilla de la cama, y escucho parte de su rezo: «… en nombre del padre, del hijo, del Espíritu Santo y la puta que lo reconcha parió».

Con el futuro 9 de Suárez

De chico Juan tenía las dos paletas más grandes que los demás dientes y medio salidas hacia afuera. Nos había comentado el dentista que consultamos que se corregiría con el crecimiento, cosa que efectivamente ocurrió. Como casi todos los gurises del barrio, Juan era fanático del fútbol y jugaba todos los días en la canchita que había en la cooperativa donde vivíamos. En esa época, en el fútbol de nuestro país estaba muy en el candelero Daniel Fonseca, por sus buenas actuaciones y sobre todo por el gol agónico que le había hecho a Corea, en los descuentos, en el Mundial de Italia. A Juan lo invitaron sus amigos a anotarse y jugar en el cuadro de baby fútbol El Pampero, en el que jugaban todos ellos. Un día volvió de la práctica y no bien entró se produjo este diálogo:

—¡Papá! ¿Sabés que en El Pampero me llaman Fonseca?

—¡Muy bien, Juan! Eso quiere decir que jugás bien.

—No, no es por eso, es por los dientes.

1992

Gallup de gurises

En sexto de escuela le enviaron a Juan (11 años) como trabajo domiciliario hacer una encuesta en su medio social. Aprovechó a sus más cercanos contactos para realizar los dos primeros sondeos: Isabel (su hermana de 9 años) y a su amigo Pablo (11 años).

La encuesta era sobre ecología y coincidió con un momento de nuestras vidas en que vivíamos en una zona muy conflictiva desde el punto de vista de la inseguridad y la violencia. Aclaro esto para que se entiendan un poco más las repuestas que dieron estos dos encuestados, que transcribo a continuación:

Pregunta 1: ¿Piensa que hay contaminación en el mundo? Respuestas: Pablo: «Sí»,

Isabel: «Sí».

Pregunta 2: A nivel mundial, ¿cuáles son los principales problemas? Respuestas: Pablo: «Ozono, cólera y las armas». Isabel: «Accidentes, ozono y pobreza».

Pregunta 3: ¿Cree que se hace algo para solucionarlo? Respuestas: Pablo: «No».

Isabel: «No».

Pregunta 4: En nuestro país, ¿cuáles problemas conoce?

Respuestas: Pablo: «El gobierno».

Isabel: «Las enfermedades y robos».

Pregunta 5: En nuestro país, ¿qué animales están en peligro de extinción? Respuestas: Pablo: «El búho».

Isabel: «Las vacas».

Pregunta 6: En Uruguay, ¿se protege la naturaleza? Respuestas: Pablo: «No».

Isabel: «No».

Pregunta 7: ¿Qué problema de este tipo le inquieta en el barrio?

Respuestas:    Pablo: «Los malandros».     

Isabel: «Los robos y la contaminación».

Pregunta 8: ¿Cómo se solucionan?

Respuestas: Pablo: «Matándolos a todos».

Isabel: «Matándolos a todos y limpiando el barrio».

Pregunta 9: ¿Qué hace usted para colaborar en las soluciones?

Respuestas: Pablo: «Nada».

Isabel: «Sacando la basura a la hora correcta y barriendo la escalera».

 

1993

Felinos tocayos

Me contó mi primo político Edgar que mi suegro (al que yo conocí muy poco) decía: «Todos los gatos se llaman Raúl, porque las gatas en los tejados los llaman “Rauuuuuuuuuuul”».

1997

Señor muy maleducado

Nuestro perro, el Libhy, era muy «delicadito». Si lo sacábamos de su comida habitual, tenía problemas digestivos. Había que tener mucho cuidado con lo que le dábamos y con lo que, a veces, en nuestros descuidos, robaba de la mesa del comedor o de la cocina. A su vez, estaba muy alerta a su nombre. No podíamos nombrarlo porque se ponía muy nervioso y comenzaba a ladrar. Por lo tanto, para referirnos a él cuando estaba presente, teníamos un código familiar, lo llamábamos «el señor»: «¿El señor salió hoy a hacer sus necesidades?, «¿Comió el señor hoy?», etcétera. Una vez se comió cien gramos de manteca que habíamos dejado por ahí «bollando» y le hizo un mal espantoso. En eso entraron Isabel y su «amigovio», Nicolás, y les contamos lo ocurrido:

—¿A que no sabés, Isabel, lo que hizo «el señor» hoy? Se comió toda la manteca. Después le dio diarrea y salió al balcón y ahí cagó y vomitó.

Nicolás, que no sabía de nuestros códigos para llamar al «pichicho», quedó de lo más alarmado y sorprendido y preguntó enérgicamente: —¡¿Qué señor se comió la manteca e hizo eso en el balcón?!

2001

«Como buey viejo, a paso seguro»

Me comentó mi amigo Carlos: «Como dice un sobrino mío, de 5 años, cuando le preguntamos de qué cuadro es hincha: “Soy de Nacional, de Peñarol y de Defensor”». No le erra nunca, siempre va a quedar contento con algún resultado…

2002

Niña extremista

Estábamos en El Pinar visitando a nuestra hija y nietas. Mi mujer estaba ordenando el monedero para ir a comprar unos bizcochos. Se produjo en ese momento un diálogo con Clarita (3 años), cuando esta vio que la Lula, como ella llamaba a mi señora, tenía dinero en las manos. Asustada, la enfrentó y le dijo: «Lula, escondé eso, ¿mirá si te ve el maldito?». A lo cual la Lula, sin entender a quién se refería, le preguntó: «¿Y quién es el maldito?». Clarita, dando por obvia su respuesta, le contestó: «¡Jorge Batlle!».

Pintando un sueño

Un día mi hija Leticia nos dejó a nuestras nietas (de 3 y 5 años). Jugaban cerca de nosotros. De repente, la vemos a Clarita (la de 3) con los ojos cerrados, riéndose sola. Entonces le preguntamos: «Clarita, ¿qué estás haciendo, ¿por qué te reís?». A lo cual ella nos respondió: «¡Es lindo, estoy soñando en colores!».

2009

Juagando a ser niña

Después de la llegada de los Reyes, Milena, mi nieta de 5 años, jugaba con una muñeca. Interpretando la voz de la muñeca, preguntó: «¿Cómo te llamás?». Ella misma le contestó: «Me llamo Milena». Y otra vez ella misma, pero haciendo nuevamente la voz de la muñeca, respondió: «¿Milena? ¡Ahhh, qué lindo nombre!».

Vías rayitas, ¿durmientes palitos?

Estaba Milena mirando un libro de cuentos. Emulando lo que nosotros hacemos con ella cuando le leemos algún libro, jugaba a que le leía algo a la muñeca y le explicaba las imágenes: «Los trenes son estos que vemos aquí y andan por estas rayitas negras».

2017

Futuro abogado

Estábamos en Villa Argentina con mis nietos, compartiendo una reunión familiar. El más chico (de 3 años) hizo sonar su culo. Medio en broma, la mayor lo rezongó, a lo que el ruidoso argumentó: «Yo soy un niño y me tiro pedos como todos los niños».

2018

Fundiendo al Ratón Pérez

Visitando a mi hermana en Santa Lucía, nos cuenta una anécdota de una amiga que, cuando se fue a acostar, dejó la dentadura postiza en la mesa de luz. A la mañana siguiente, su nieto Facundo entró al cuarto, miró aquella dentadura y expresó: «¡Pah, abuela! ¡Qué cantidad de plata te va a dejar el ratón Pérez!».