Escribe: Jorge Ramada
Los oligarcas a cargo del gobierno golpean por todos lados: tras la avalancha de la LUC, la Rendición de Cuentas y el Presupuesto Nacional. Los recortes que afectan a los sectores populares se compensan con las regalías a los dueños del país y a alguna transnacional de dudosos antecedentes.
La pandemia limitó bastante las luchas populares. Los sindicatos y las organizaciones sociales vinculadas a los sectores más golpeados de la sociedad tuvieron la suficiente madurez para mantener la solidaridad, pero sin grandes manifestaciones que pudieran significar riesgo para la salud y que, con pretexto de ellas, se les usaran de chivos expiatorios ante el avance de los casos de COVID.
Mientras tanto, la pandemia fue generando varias decenas de miles de nuevos pobres, otro tanto de desocupados, totales o parciales, un descenso en la calidad del trabajo y al mismo tiempo posibilitando que algunos miles de millones de dólares embolsados por los más ricos fueran “exportados” con destinos diversos. Mientras tanto también, en las condiciones más desfavorables, miles de militantes juntaron las firmas necesarias para promover el referéndum contra la LUC.
Pero los contagios empezaron a bajar, los amigos del gobierno presionaron para retomar actividades que se habían limitado (algunos, porque los más amigos, los “del campo”, siguieron con sus zafras agrícolas y negocios ganaderos a todo vapor) y las familias de mayor poder adquisitivo salieron desesperadas a disfrutar del verano de Miami, aunque a la vuelta trajeran la temible variante Delta. El arriba disfrutando de la “libertad responsable” (¿o irresponsabilidad liberal?).
Y el abajo, finalizada la patriada de las firmas y sin haber aflojado en el mantenimiento de las ollas populares, comenzó también a salir con más fuerza, no a Miami, sino a la calle (y contra Lacalle y compañía).
Tempranamente estuvieron los trabajadores del transporte de carga con una carpa frente al palacio de mármol, reclamando contra la persecución sindical y las condiciones de trabajo que les imponen las patronales: horarios excesivos, falta de descansos adecuados, entre otras, lo que motiva que haya un promedio de dos accidentes diarios con camiones de carga, varios de ellos fatales al cerrar el balance mensual de siniestros.
En julio, en defensa de ALUR, arrancaron los trabajadores de la industria química, junto con los de ANCAP y algunas organizaciones rurales (“el otro campo”): cientos de trabajadores marchando desde Bella Unión hasta Montevideo, pasando –entre otras localidades– por Belén, Paysandú, Mercedes, Nueva Palmira, Canelones, para culminar con un acto en la plaza 1º de Mayo y posterior carpa en el lugar, junto a otra de los trabajadores portuarios reclamando por la posible pérdida de puestos de trabajo a raíz de la entrega del puerto a la multinacional belga. La movida siguió en agosto con la ocupación sucesiva de las oficinas de ANCAP y de la planta Capurro de ALUR, lográndose al final instalar una mesa de negociación
FUCVAM había comenzado en junio con una marcha en Montevideo reclamando por el atraso en los préstamos y exigiendo la rebaja de intereses; fue al mes siguiente una movilización en Salto y ya se prepara un nuevo plan de movilizaciones.
Los trabajadores del Frigorífico Canelones definieron un paro por tiempo indeterminado ante el despido de un dirigente y se le sumaron los trabajadores del Frigorífico Carrasco pertenecientes al mismo grupo empresarial (el brasilero Minerva Foods). Tras 10 días sin faena, se logró instalar una mesa de negociación. Otra mesa de negociación lograron los trabajadores de Coca-Cola tras 7 días de paro por 34 despidos entre Salto y Montevideo. Y en Paysandú los trabajadores de Paycueros paran y se movilizan rechazando descuentos arbitrarios y reclamando un nuevo convenio salarial.
Movilizaciones de los trabajadores estatales, paro de maestros con chantaje gubernamental incluido, varios pre-conflictos de trabajadores en diferentes ramas de actividad. Y junto a ellos sale la coordinadora de ollas populares a reclamar ante la Torre Ejecutiva por el escaso apoyo que reciben del gobierno. Se suma la Red de Agroecología a quien el MGAP pretende borrarle de un plumazo la habilitación para la certificación de productos orgánicos. Los clasificadores de residuos se organizan en cooperativas para reclamar condiciones dignas de trabajo ante diferentes Intendencias. Los colonos y organizaciones rurales preparan actividades en el interior en defensa del Instituto de Colonización y recordando otro aniversario del Reglamento de Tierras artiguista, para culminar con una marcha hacia Montevideo que se juntará el 15 de setiembre con una movilización central del PIT-CNT.
Multitud de paros, marchas, movilizaciones, con mucho menos prensa (al menos en la TV) que las escaramuzas parlamentarias y muchísimo menos que la crónica policial que en este período parece centrarse más en los delitos esclarecidos que en las rapiñas de todos los días. Es el abajo moviéndose, escapando de la red en que se le quiso atrapar con el COVID y reclamando por derechos y conquistas que se le quieren quitar o contra consecuencias nefastas de la política que impulsan los de arriba. Ya fue una victoria haber logrado las firmas, pero se precisa una más consiguiendo la mayoría por el SÍ. Son pequeñas victorias haber logrado mesas de negociación, que no se sabe si llegarán a buen puerto, porque este gobierno y las patronales que lo apoyan (ya no gobiernan más los sindicatos dijo algún ministro, pero le faltó decir que ahora gobiernan las cámaras empresariales) parecen dispuesto a negociar, pero no a conceder.
Pero sin hablar en términos de victorias o derrotas, hay un logro indiscutible que es volver a poner en la calle los reclamos populares. Frente a un arriba que es duro y se muestra confiado de su fuerza, el abajo comienza a gestar de a poco una alternativa; que no es una pre-existente, que ya mostró sus limitaciones, sino una que habrá que ir creando para enfrentar esta nueva etapa. La derecha lleva adelante una política global de afianzar el dominio del capital y para ello se necesita una respuesta global. Desde algunos sindicatos y organizaciones sociales se está dando la pelea por problemas que se sienten todos los días, pero también por otros que hacen a un país diferente: un puerto al servicio de las mayorías, la colonización del campo, un ambiente amigable y no mercantilizado. Piezas que habrá que ensamblar para construir desde el abajo una perspectiva de cambio, más profunda que la que pasa por los acuerdos de cúpula y los debates palaciegos.