Por Garabed Arakelian
Detenerse en la merecida calificación de hazaña para el logro de reunir más de 800 mil firmas, implica no llevar a fondo el análisis político que se desprende de dicho resultado. Algo que no se agota en la entrega de las papeletas. Esa instancia es y debe valorarse como la llegada a una victoriosa meta intermedia. Falta rediseñar los objetivos y elaborar las tácticas consecuentes. Pero no se deben olvidar las condiciones que enmarcaron la puesta en marcha de este primer capítulo.
Es imprescindible en ese estudio, tener presente que el Frente Amplio viene de sufrir una derrota electoral que no es solo electoral sino también un fracaso político multifactorial de incidencia mutua, en un proceso dialéctico ¿Cuáles son esos factores y cuales su dimensión verdadera?, son interrogantes que, junto con algunas más, aún permanecen sin respuesta. Entretanto, algunas deficiencias, deformaciones de la práctica interna, continúan vigentes.
¿Cuántos y cuán tas fueron las personas que los momentos en que se entregaban las firmas pensaron: ”Si se hubiera ido contra toda la Ley, ahora podríamos aspirar a derogarla de una vez por todas”. La coalición de gobierno, ignorando el significado de las rúbricas presentadas, insiste en que “la LUC, es una buena ley”. Y sin duda que lo es para ellos por su contenido autoritario y antipopular.
Pero ir por el rechazo de toda ella, desde su presentación, impuesta con la prepotencia de su mayoría parlamentaria, su falacia jurídica “de urgente consideración”, cuando no tiene esas características, más su contenido regresivo y antipopular, ameritaban un rechazo total desde el primer momento.
Es obvio que ese antecedente dificultó la tarea porque obligó a una discusión interna dentro del FA, para decidir los términos posibles de la impugnación.
Es válido interrogarse qué actitud asumirán de ahora en más aquellos que dentro del FA sostuvieron que “no toda la LUC es mala” y objetaron su impugnación. Y eso sin dejar de considerar que en esa postura coincidirán con las fuerzas coaligadas del gobierno que desde ya sostiene enfáticamente que “esta es una buena ley”.
Este es el nuevo planteo de fuerzas, en el plano político pero que no nace en estas circunstancia y que es necesario ligar con antecedentes que no se deben olvidar: 1) la desideologización del FA, prueba de lo cual pueden ser aquellas frases extraídas de los manuales de marketing para sostener que gobernar y administrar habían dejado de ser un problema político para convertirse en un tema de gestión. Eso se dijo y se sostuvo y no ha habido ningún gesto de reconsideración; 2) cuando la candidata a la vicepresidencia por el FA, Graciela Villar, creyendo que las cosas continuaban siendo como se había entendido y sobrentendido desde la aparición de la fuerza política, sostuvo la necesidad de enfrentar a la oligarquía y al imperialismo, se le hizo enmendar la plana marcando el destierro de esos valores, no solo del vocabulario sino también del pensamiento de la izquierda progresista y de sus formulaciones políticas. ¿Se sostiene, aún hoy, desde el seno del FA, que resulta inconveniente hablar en esos términos puesta la mira en captar un supuesto electorado de clase media? Sería bueno saberlo porque esa tesis y su práctica ha demostrado su error y es hora de que quienes la sostuvieron rebobinen sus posturas;3) se debe reconocer que mientras desde el FA se coqueteaba con sectores de la población que no calzan en el esquema democrático, progresista y popular (y no se les captaba) por otro lado se perdían – estaba comprobado que se venían perdiendo votos- y se comprobó en esta última elección- que el FA tenía, un enorme boquete ideológico a través del cual entraba agua a raudales en su casco. E importa decirlo porque la reacción NO vino por parte de aquellos que continuaban bailando valses en la primera cubierta, sino de aquellos que desde abajo sentían subir el nivel de las aguas. Esos fueron los que salieron a pelear los votos que dejaron la ventaja de la coalición en poco mas de 35 mil votos. Y se hizo porque mientras hubo dirigentes que se bajaron del tablado renunciando a la lucha final, la gente, el pueblo, las bases, se echaron al hombro la tarea de remontar la cuesta. Y es conveniente recordarlo porque ese mismo espíritu fue el que condujo al logro de esto que ahora se reconoce como hazaña. Despreciar esta identidad dejándose llevar por espejismos marketineros trae resultados negativos.
Algunas conclusiones entonces: a) llegar al gobierno no es tener el poder. El poder político se expresa no solo por la conquista de posiciones administrativas en las esferas de gobierno (algo que muchas veces la burocracia partidaria se encarga de envilecer) sino por el sustento que le brindan el tejido social, fundamentalmente clasista, y sus múltiples y variadas organizaciones coordinadas en torno a reivindicaciones, políticas, económica y sociales y amalgamadas por una cultura de valores insoslayable que se convierte en posibilidad cierta de poder alternativo.
Por eso, esta hazaña de las 800 mil firmas presentadas debe continuarse para concretarla en nuevas realidades, renovando los conceptos aún válidos para las fuerzas populares, erradicando filosofías y creencias que son de las clases dominantes y sustituyéndolas con las propias, porque es comprobando esta realidad que se adquiere conocimiento y la firmeza de convicción para dar la lucha cultural y sustituir los valores que genera la derecha, por aquellos otros propios del pueblo en su camino de liberación.