Hechizos  y espejismos del progresismo 

 

 

Por  Jorge Ramada

(HECHIZO: Persona o cosa que embelesa o cautiva. - RAE.)

(PROGRESISMO: Ideología y doctrina que defiende y busca el desarrollo y el progreso de la sociedad en todos los ámbitos y especialmente en el político-social.Movimiento político que defiende esta ideología. - OXFORD LANGUAGES)

Se podría discutir a qué llamamos progresismo, pero en principio me quedo con esa definición de Oxford, más explícita que la de la RAE y que caracteriza bastante bien a su expresión uruguaya. Es claro que “progresismo” no es lo mismo que “socialismo”, pero lo incluye (o debería incluirlo)

Creo que el progresismo uruguayo, la izquierda mayoritaria del país, ha quedado hechizado por tres ideas de las que no puede desprenderse y, por tanto, no está dispuesto a cuestionar:1) la democracia representativa como forma de gobierno; 2)  las elecciones como camino para llegar al gobierno (¿al poder?) y 3) el Frente Amplio como la herramienta para ello(1). Y me temo que el hechizamiento es más con las formas, que con los contenidos, que pueden ser diferentes o variar con el tiempo. Actitud idealista, propia de algunos intelectuales, es el embelesarse con la forma

(perfecta, invariable) y no cuestionar el contenido (dinámico, contradictorio). Cuando la democracia, las elecciones, la organización política, pasan a verse como ideales y no como construcciones sociales concretas que responden a momentos históricos concretos y que se desarrollan contradictoriamente, entonces pueden convertirse en fetiches (hechizos) a los que se rinde culto sin valorar en cada momento cuánto están sirviendo a los objetivos de una transformación revolucionaria de la sociedad (si es que de eso tratamos).

Pero hay razones muy fuertes para mantenerse arraigado a esas ideas, que vienen de la historia y especialmente de la más reciente.

La democracia representativa ha sido la forma de gobierno que dio estabilidad al país y que permitió –a veces no tanto– desarrollar organización y luchas de los sectores populares para conquistar derechos y mejorar su calidad de vida. Ni que hablar, pues cuánto más fue valorizada cuando representó la alternativa a las dictaduras que todas, ya desde el siglo XIX, fueron funcionales a los intereses de los más poderosos, especialmente a los dueños de la tierra, cuya principal expresión gremial –la Asociación Rural del Uruguay– fue promotora y sostén de todas ellas .

Las elecciones, bastante desvalorizadas en la década del 60 (“mire amigo...no me interesan las elecciones”), abrieron, luego de la dictadura, el camino al progresismo para conquistar primero gobiernos departamentales y luego el gobierno nacional, algo que parecía lejano a los partidos de izquierda a mediados del siglo pasado. Por supuesto, gobierno y no poder, algo bastante más consolidado, que se apoya en cimientos más sólidos que los meros resortes del gobierno.

Y el Frente Amplio fue sin duda la concreción en el plano político de la unidad de vastos sectores populares y –sobre todo– de un programa de transformaciones. Con esa herramienta se llegó al gobierno y desde él pudieron hacerse efectivos importantes avances en los derechos y en la calidad de vida de los más postergados.

Pero hubo un techo. No fue posible mantener el ritmo de cambios cuando el crecimiento de la economía se enlenteció. No se quiso –¿o no fue posible?– meter mano a los grandes capitales para seguir asegurando esos derechos a los que siguen siendo postergados o marginados. Incluso cabría preguntarse: ¿cómo se pudo admitir la pérdida de 50 mil puestos de trabajo (con su

secuela de pobreza y aumento de la marginalidad e informalidad) en un quinquenio en que el PBI creció casi un 7%? La lógica del capital (sus intereses) se impuso y para esa lógica e intereses son funcionales la pobreza, la informalidad, la desocupación, la marginalidad...

(1).- En el FA como gobierno habría que agregar otros hechizos: Aratirí, UPM, como varitas mágicas para impulsar el crecimiento y generar fuentes de trabajo: Hechizos, no de idea en este caso, sino de obras materiales ¿o de algo más?

Ahora bien: ¿en qué medida, sin apartarse de esas tres ideas, es posible plantearse cambios más profundos en la sociedad? Cuando hablo de cambios más profundos, me refiero, al menos, a universalizar en serio el acceso a una educación de calidad, a trabajo y vivienda dignos, a la salud –vista además como servicio a la comunidad y no como negocio– y a la cultura y esparcimiento,entre otras cosas.

¿Significa esto renegar de la democracia, la vía electoral y el FA? ¿Significa promover un desconocimiento de la democracia y propugnar un sistema autoritario para imponer determinadas soluciones? ¿Significa dejar de lado la lucha electoral y propugnar la insurrección para acceder al poder? ¿Significa desconocer al FA como parte de la izquierda uruguaya? No, pero sí ponerlos en cuestión y no sentirse atado por ninguno de los tres.

Ponerlos en cuestión significa ver sus contradicciones internas y en qué sentido pueden resolverse, ver sus limitaciones y si es posible superarlas. Hacerse preguntas que es el primer paso para plantear respuestas.

(2).-Para empezar: ¿Hasta dónde es posible generar cambios de fondo sin salir del entramado que crea la democracia burguesa? ¿Al alcanzar el gobierno por elecciones, no hay otra opción que administrar el Estado burgués (con sus implicancias de ocupar cargos bien remunerados, de negociar –o transar– con los dueños de la tierra y los medios de producción? ¿Hasta dónde es posible avanzar en la destrucción (o al menos transformación) de ese Estado, sin desatar reacciones que luego no puedan frenarse?

No se trata de hacer juicios de valor, sino simplemente tratar de expresar las contradicciones que se dan en la realidad para ver cómo enfrentarse a ellas.

Es claro que un gobierno de izquierda debería contemplar en primer lugar a los trabajadores y que éstos puedan sentirse satisfechos con obtener salarios razonables dentro del sistema, siempre que su puesto de trabajo esté medianamente seguro. Pero ¿es sostenible esto en una economía con poco poder de decisión en un mundo dominado por grandes corporaciones que solo mantienen

sus tasas de ganancia con una explotación creciente?

Es claro también que, en una sociedad como la nuestra, los trabajadores requieren ganarse a una parte importante de los sectores medios para no quedar aislados frente a la gran burguesía.

Pero, ¿es posible ganar a los sectores medios sin consentirles sus extravagancias de parecerse a los más ricos?

Simplificando bastante, yo diría que la alternativa a la política de las clases dominantes tiene dos vertientes posibles: la que ya expresó el FA y que puede retomarse a partir de una nueva victoria electoral, que sin duda podrá revertir algo del daño causado por 5 años de gobierno oligárquico, pero que no alterará las raíces del sistema. Es el sueño social-demócrata, de capas medias, con una atenuación de las contradicciones, con la libertad de opinión, la igualdad teórica de  oportunidades ante la ley y la fraternidad de todos los uruguayos frente a los grandes problemas.

Es una mentalidad muy arraigada y que prende más tras períodos duros o cuando el contexto económico permite cierta prosperidad.Evita sobresaltos y enfrentamientos duros y convence que todos podemos vivir medianamente bien en una democracia.

La otra vertiente, la de los cambios de fondo, no puede ser tan pacífica, llevará a

Enfrentamientos duros, no porque los trabajadores los quieran, sino porque históricamente los de arriba han impuesto la violencia cuando se les toca –un poco más de lo mínimo– sus intereses.

Hay otro tema que habría que analizar desde esta perspectiva, que es la defensa de las empresas públicas y el fortalecimiento del Estado. Es claro que es la defensa ante los intentos privatizadores, fogoneados por lasmultinacionales y como “escudo de los pobres” –según decía el viejo Batlle –; pero no como algo estático, sino como

algo que a su vez debería transformarse, para contrarrestar el carácter de instrumento de dominación de clase que le es intrínseco. Pero esto daría para una discusión mucho mayor.

Para la primera alcanza el FA, con alguna nueva incorporación, con sus contradicciones –más bien expresadas en juegos de palacio y discursos– y con su afán de componenda. Para la otra se precisa un frente de nuevo tipo, con un nuevo programa (quizás no tan nuevo, pero más consecuente con el que se construyó en los inicios), que no excluya lo hecho, pero que no le tolere su complacencia con el sistema. Requiere de una mayor disposición a la lucha y el sacrificio, que se podrán lograr si las contradicciones de clase se agudizan, no artificialmente, sino a a partir del transcurrir real de los hechos. Para esto hay fortalezas en las que apoyarse, siempre y cuando se las respete como tales y no como meras poleas de trasmisión de decisiones políticas. Me refiero a

los sindicatos en primer lugar, a las organizaciones sociales (tanto barriales como temáticas),

quizás a los Comités de Base, pensados con mentalidad amplia). Hay mucha gente –muchos

jóvenes– involucrados en estas actividades, solucionando problemas concretos, angustiantes algunos, pero que sin duda buscarán una perspectiva más amplia y un protagonismo mayor. Fuerza y disposición a la lucha no les faltan.

Para terminar, queda claro que con estas preguntas y afirmaciones no pretendo dictar cátedra, sino promover la reflexión, contribuir a generar pensamiento crítico, desatar lucha ideológica. “La lucha ideológica debe ser puesta al servicio de la unidad, de lo contrario es divisionismo” decía Rodney Arismendi; pero entendamos, unidad, no unanimidad, confluencia que no mate las contradicciones, unidad con quiénes y para qué.*