Los dichos de Mujica son propios de un lenguaraz y no ayudan a encontrar el trillo de la izquierda

Por Edmundo Ballesteros

Las festividades “findeañeras” y postelectorales estuvieron marcadas, entre otras cosas, con los dichos de José Mujica, en un extenso reportaje aparecido en el semanario Voces, incluyendo, entre otros muchos temas, su opinión sobre el   feminismo y añadiendo agravios a personalidades políticas. Se trató, de una nueva “mujiquiada”.

Mujica es un líder del progresismo local y un referente internacional. Trás sus espaldas y su edad avanzada yace un historial de lucha. Tanto en  su cuerpo, como en su personalidad quedan trazas de las fuertes cicatrices de la brutalidad represiva. Fue una víctima de primer orden del autoritarismo y la actuación militar contra el pretendido “enemigo interior”.

 La primer parte de su actuación política, desde su temprana militancia en el Partido Nacional, la  reconversión a posiciones y militancia en la izquierda y su actuación guerrillera, dan cuentan de muchos errores.

A su salida del atroz cautiverio se  produjo -después de algunas vacilaciones- su progresivo y firme acercamiento a la política institucional y se transformó en una pieza clave de la acción política de masas adoptando, con  singular habilidad, la vía electoral, practicando un parlamentarismo activo –con dejos tradicionalistas- y erigiéndose como un factor clave en el proceso de acumulación y crecimiento electoral que condujo al FA al gobierno.

A lo largo de los últimos treinta años ha mostrado ser un gran comunicador, llegando a sectores a los cuales la izquierda tradicionalmente no  penetraba, ni seducía. En ese tránsito nos demostró cómo se tragan las culebras y puso en práctica, en innumerables ocasiones, su máxima: como te digo una cosa, te digo la otra”.

Su acción política está fuertemente  contaminada con los sedimentos de lo más rechazable de la política de comité y del caudillismo tradicional, que marcó la acción de los partidos fundacionales y que las  izquierdas, también fundacionales, denominaron alguna vez, peyorativamente, “política criolla”. 

Se consagro, con éxito, a forjar un relato distorsionado de la historia reciente, es uno de los primeros impulsores de posiciones teñidas por la ambigüedad y la desideologización, donde el pragmatismo, (que tiene bastante de ideología), se transforma en una pieza maestra.

Cuando aludimos a Mujica, no se puede dejar de mencionar la construcción del personaje internacional, a partir de un fuerte carisma y un discurso de múltiples caras, con pretensiones filosóficas, pero que no es más que la consagración de lugares comunes. Desde allí  se ha proyectado como una figura de referencia a nivel mundial para aquellos que sueñan con variaciones en el statu quo. 

Sus apreciaciones en el reportaje de marras, son la coronación de un estilo y una orientación  política, caracterizada por:

Apartamiento de la fraternidad política.

Desconocimiento de los mecanismos  orgánicos, con sus tiempos, reglas y ética.

Ataque e incomprensión de un movimiento de la profundidad, fuerza y protagonismo del feminismo en este siglo XXI.

Agraviar con ligereza a una política de valía e integridad como Constanza Moreira.

Descalificar con sorna al Partido Socialista.

Las  voces de crítica y condena a sus apreciaciones y dichos,  no se hicieron esperan proviniendo de distintas tiendas, así fue que, reaccionaron figuras de primera línea: Oscar Andrade, Lilian Kechichian, Gonzalo Civila, Alberto Curiel, entre otros.

El Plenario del FA, reunido el sábado 21 de diciembre de 2019, por primera vez luego de la derrota electoral, incluyó explícitamente una crítica a Mujica en su Declaración Final, alambicada  y extensa.

En el marco de la pérdida de las elecciones y, sobre todo, del inicio  de la exteriorización de las dificultades político históricas del proyecto frenteamplista, es que se debe ubicar el episodio, situándolo por encima de lo anecdótico pues por debajo de ella discurren dinámicas y lógicas que van más allá de lo circunstancial.

 La salida de Mujica no se agota en sí misma, ni se salda con el pedido de disculpas y la rectificación pública. No es la primera vez que Mujica recurre al mecanismo, de decir y  luego arrepentirse públicamente.

Sus dichos son propios de un lenguaraz,  término que la Real Academia Española define como el “atrevido en hablar”, a esta acepción le sumamos el de destacarse como un contumaz agraviador.

Constanza Moreira es una intelectual de fuste, que supo bajar a la política práctica, no  solo porque Mujica la trajo de la mano (tal facilitó las cosas), sino por su opción, sus méritos propios pues su actuación ha estado caracterizado por la valentía y la defensa de los principios. Así fue que encabezó un movimiento desafiante, que la tuvo como rival  de Tabaré Vázquez en las elecciones internas de 2014 y la catapultó con adhesiones propias al Senado

El Partido Socialista es una formación política más que centenaria, que en su larga trayectoria ha tenido algunos logros importantes para  los trabajadores, el país, y para la izquierda aunque también haya cometido múltiples y reiterados yerros. Pero nunca fue, y hoy está lejos de ser, una poderosa y hegemónica organización. En la correlación de fuerzas y potencialidades del Frente Amplio es simplemente un equipo de media tabla que, además,  acaba de recoger una derrota electoral y que transita un proceso de rectificación de su orientación política en el marco de una agitada interna, sin que todavía hayan aparecidos signos exteriores contundentes de una modificación del rumbo. Entonces, atribuirle falta de involucramiento en la brega electoral, es faltar a la verdad, los socialistas estuvieron presentes con sus menguadas fuerzas, con sus escasos recursos materiales y conmovidas por las sangrías de los alejamientos resultantes de las contradicciones internas que no le dan tregua.

Pero al igual que con Moreira, Mujica trata de pasar factura  y saldar viejas cuentas., con el PS, tal vez se trate de asignaturas pendientes.

 Digamos también que Mujica ensaya en su respuesta a Andrade, potente figura que aglutinó el voto de izquierda en el seno del FA, un señalamiento de  que este hace parte de quienes lo critican y nunca estuvieron un minuto presos.

El padecimiento del encierro y el tormento no pueden erigirse como padrón para medir el compromiso, ni como elemento legitimador de los discursos. Se trata de un terreno vidrioso, es como exigirle a Mujica que acredite sus “horas de vuelo” en la lucha sindical, que representan una asignatura pendiente en su historial de militante. 

Equivocadamente, a Mujica se le asocia como la encarnación de posiciones de izquierda en el seno del progresismo, pero algunas de sus posiciones y afirmaciones muestran lo contrario. He aquí como se presenta ante la opinión pública ante diversos temas:

Es difusor de un capitalismo “bueno”.

Sostiene posturas polémicas para la izquierda respecto a la cuestión militar y a los militares: privilegios e impunidad de la que gozan

Argumenta que “hay que esperar que estemos todos muertos”, para poder restañar las heridas del terrorismo de Estado.

Ha sido mentor de figuras como Raúl Sendic, Almagro y otro personaje de idéntico apellido que se pasó a filas contrarias, por citar los más notorios.

Funcionó como asegurador de la política económica, impulsada por el  astorismo (de cuño social liberal), aún en su gobierno, más allá de algunos juegos discursivos y su pirotecnia electoral.Además, como bien queda ejemplificado en sus apreciaciones sobre el feminismo, Mujica suele retrotraerse al sentido común (dominante) para sustentar sus posturas

Más allá del fuerte reconocimiento internacional y nacional, en salidas como ésta que comentamos, queda demostrado que  son muchas las ocasiones en las que Mujica poco ilumina para encontrar un trillo de izquierda auténtica.