Hugo Tuyá
Quizás ya podríamos asumir la “fase post capitalista” del nuevo imperialismo tecno-fascista que respalda al republicano Trump, que recomenzará un nuevo direccionamiento en los asuntos del mundo comercial, de inmigrantes indocumentados, su postura anti LGTB, o su racismo explícito hacia extranjeros y Palestina. De lo que se trata es de la pervivencia del sistema por medios del abuso de poder y de la eliminación de enemigos que se opongan al capitalismo cavernario y excluyente de la primera potencia militar. Como antigua nación imperial inimputable, Trump quiere potenciar a los EEUU como un gigantesco panóptico donde el mundo será vigilado a cuenta de castigos ejemplarizantes para aquellos que no respondan a sus exigencias dentro o fuera de fronteras.
Malas nuevas para América Latina en la geopolítica global, ya que, en apariencia, -el emperador dixit- en un alarde de “we can alone” -los americanos al sur del rio Bravo somos humanos descartables, no necesarios para EEUU y su política exterior, donde a partir de ahora, todo vale, y la ficción de multilateralismo puede mutar a realidades fuera de protocolo, comenzando por sus propios aliados en el NAFTA, como Canadá y México. Para ello, Trump ha elegido, en el rubro relaciones internacionales, a un cubano “criollo”, Marco Rubio, proclamado senador por el Partido Republicano, experto en anticomunismo y fiel aliado al concepto de políticas intervencionistas en América Latina. Como quien dice, una segunda oportunidad para el afianzamiento geopolítico del imperio, con rasgos fascistoides. Según Wikipedia, uno de los sponsors de Rubio para alcanzar el senado fue la Asociación Nacional del Rifle….
En el mundo globalizado, intercomunicado en tiempo real, toda medida, cualquiera sea, “scrolleando” una computadora o celular, rebota de forma inmediata en cualquier lugar y puede provocar nuevas formas de hegemonía política o caídas en la peor de las marginaciones. En estos momentos, y como señal de poder, Trump ha emitido una orden ejecutiva acusando a la Corte Penal Internacional de “acciones ilegítimas” contra EEUU e Israel, lo que demuestra que el “emperador” está dispuesto a invadir jurisdicciones, soberanías, o la dignidad de las personas, en cualquier parte -podríamos calificarlo como un Calígula posmoderno- si las considera un peligro para la seguridad de su país, o eventualmente, si también suponen un beneficio, como puede ser el dominio del petróleo, el litio, el coltán, o el uranio. Los anunciados aumentos de aranceles a la importación desde países “culpables” de cualquier delirio trumpista, pueden ser paradojalmente un boomerang negativo para el consumo interno, cuando voces autorizadas y las críticas no se han hecho esperar desde distintos ámbitos, particularmente los especializados en comercio exterior.
Uruguay, por tamaño y economía, lejos todavía de un avance tecnológico propio y adecuado a sus circunstancias, más allá de prestigios internacionales genuinamente ganados en hitos diplomáticos y por su aplaudida democracia, luce apenas como un peón en el ajedrez del comercio mundial, no incide sobre asuntos de las elites, resalta solamente por un plano moral, y debe depender, para sus exportaciones, de precios de materias primas o manufacturas impuestas desde algún bufete exterior que no gestiona ni manipula, y de altas y bajas en los llamados “mercados” que lo benefician o lo perjudican. La llegada de Trump no anuncia, por lo menos hasta estos momentos, buenas nuevas para países como el nuestro, a pesar de la notoria relación carnal del actual mandatario uruguayo con los gobiernos yankees. Tampoco las diferentes administraciones nacionales en los últimos años han emitido críticas hacia las políticas de “nueva guerra fría” que se implementan desde el norte, en la dura batalla comercial contra China o en el apoyo directo a otras guerras más concretas como las de Ucrania o Israel en Gaza. Uruguay ha optado por mantenerse en una posición neutral o también favorable a una relación en buenos tonos con EEUU, que, en temáticas subsidiarias como la de Israel, es altamente polémica, por no decir obsecuente, o voluntariamente abstencionista. El FA también supo hacer buena letra en momentos de crisis con Argentina con motivo del corte de los puentes entre ambos países derivados de la instalación de las pasteras.
En Uruguay ha vuelto el progresismo al poder sustituyendo a una coalición oficialista que, si bien mantiene un importante apoyo ciudadano, ha sufrido contingencias de resonancia pública, amparándose en el “magnetismo” del presidente Lacalle Pou, cuyos números de popularidad no fueron suficientes como plataforma de lanzamiento para repetir un nuevo mandato multicolor. Los eslóganes expuestos desde el inicio de la campaña en 2019 tuvieron su primer éxito al proclamar como primer mandatario al vástago de la familia Lacalle Herrera, aunque luego las promesas que circunvalaron los discursos no se cumplieron en su totalidad ni tampoco demostraron una bajada a tierra ni efectividad en temas clave para los sectores populares, aunque positivas para empresarios del círculo áulico del gobierno. Dejamos aparte el tema corrupción, que abona también la pérdida de credibilidad en el discurso presidencial y en la praxis política. Quedó demostrado que el vaivén electoral ciudadano no es lineal de elección a elección, y se mueve por distintas visiones y aspiraciones disímiles de cambio, aunque existan aún territorios “colonizados” por el clientelismo abierto.
El nuevo elenco político que dirigirá los destinos del país a partir del 1 de marzo de este año, incluye una cantidad apreciable de técnicos dentro de puntos clave de la administración, muchos de ellos de mucha trayectoria y competencia profesional que, a su vez, carecen en contrapartida de experiencia política, por lo que su trabajo futuro y los resultados concomitantes serán de responsabilidad exclusiva del presidente electo o del ministro en concreto, aprobados por la ciudadanía justamente para llevar adelante cambios fundamentales expuestos a través del programa en cuestión. En la superficie, un giro de timón innovador y un “empuje” a la usina de ideas y a los desafíos futuros, apostando a figuras que puedan dar una visión más profunda y transversal de los cambios necesarios desde una interpretación académica, y también, una jugada riesgosa cuyos resultados globales harán, o no, que la fuerza política continúe por un periodo adicional profundizando transformaciones estructurales que continúan siendo el palo en la rueda de un país de avanzada. En un momento histórico de inflexión, muchos hablarán de un gobierno tecnocrático… sin embargo, el gobierno electo parece poner toda la carne en el asador para conseguir resultados comprometidos con la ciudadanía, y la política hará el resto, cuyos resultados se verán. No hay demasiado margen para errores o mirar para el costado especialmente en temáticas sociales. El 50% de la ciudadanía -de todo pelo político- ha puesto sus esperanzas en Yamandú Orsi y su equipo, por lo tanto, históricamente, nos ubicamos en una coyuntura única que no es factible sea arrojada por la borda de la inoperancia.
De no generar avances y consensos colectivos en los próximos 5 años, -es imprescindible el contacto permanente con la población- y haciendo prognosis básica, la derecha, que no vacilará en reanudar sus críticas y/o difamaciones ni bien se den las condiciones objetivas, -en realidad, ya han comenzado- y cuyo respaldo popular en forma de Coalición Republicana no puede subestimarse, volverá al gobierno a completar el menú de sus principios más estentóreos de privatización, desregulación, congelación de salarios y jubilaciones, arribando nuevamente junto a su “comparsa” de corrupción inevitable que ejerce como correa de trasmisión al neoliberalismo normativo. Para muestra, un botón: antes de su retiro, el gobierno multicolor ha dejado debida y deliberadamente amarrados una serie de compromisos financieros -proyecto Neptuno, Cremaf, deuda externa, déficit fiscal- que el FA deberá analizar y buscar alternativas que no hagan sombra a su proyecto de país futuro, aunque probablemente horizontes que se insinuaban urgentes deban ser postergados. Una interrogante es saber qué postura tomarán en diputados los distintos partidos que hoy son oposición frente a temáticas cruciales en proceso.
Sin duda es posible realizar interpretaciones variadas del momento histórico donde la lucha de clases y la futura resistencia a medidas indispensables, constituyen elementos cruciales para entender una puesta a punto de la conciencia social histórica, teniendo en cuenta variables internas y externas. En un análisis dialéctico, el proceso hacia un Estado benefactor es solamente una fase en la historia político-económica del Uruguay. Detenido y devaluado hace mucho tiempo por la mutación ideológica de los sectores afines al batllismo primigenio, los golpes de Estado imprimieron adicionalmente un alto, dispuestos por los estamentos económico-oligárquicos opuestos al liberalismo progresista desde 1903, conformados por el coloradismo riverista y el herrerismo epigonal, cuya sinergia puede rastrearse hasta los momentos actuales y observada en la configuración de la coalición que ha gobernado los destinos del país hasta la fecha. Más allá de estos datos, la coyuntura exige una ética de la responsabilidad que señale un punto de quiebre para cambios de fondo que otorguen algún grado de expectativa en un orden social diferente.
Sin embargo, lo conceptual y la praxis deben interpretar a cabalidad- creemos nosotros- sin prisa, pero sin pausa, la realidad compartida, y dejar de lado la realidad que quisiéramos vista desde nuestra propia atalaya, en una tarea de práctica política permanente buscando la conformación de la conciencia crítica en la sociedad, aun sabiendo el talante y recursos de los enemigos que están del otro lado de la trinchera. “Sazonar la conciencia no es moco de pavo …cantaba desde el lejano CUZCO RABON Tabaré Etcheverry, que tampoco se consolida en tiempos limitados sino a través de una educación apropiada, acentuadamente inclusiva, justicia social y fuertes consistencias de tipo ético a todo nivel, que señalen el primer mojón a un país de avanzada e imbuido de solidaridad colectiva. Una tarea de larga duración, quizás utópica o naïf, pero con expectativas de un deber cumplido. Históricamente, estamos construyendo un eslabón más de la cadena. Lo del título.
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