Garabed Arakelian
En el 2020 el resultado electoral marcó la derrota del Frente Amplio ante la coalición multicolor y de inmediato surgieron personeros de los perdidosos asegurando que el FA “haría una oposición responsable”. No se supo quién los designó, ni dónde ni cuándo se adoptó esa decisión, pero lo cierto es que tuvo efectiva validez durante los cinco años de la conducción, desenfadada y provocadora, de la derecha, que exhibió sin tapujos su compromiso, dentro y fuera de fronteras, con las fuerzas de la reacción internacional. Fue, y está vigente, ese compromiso que, sin consultar con el pueblo uruguayo llevó adelante la coalición de gobierno. Y todo eso se hizo en el marco de una corrupción generalizada, sin antecedente en la historia del país. Haciendo gala de una envidiable unidad, la coalición gobernó en beneficio de los intereses que desde el principio dijo representar y se dedicó concienzudamente a desmantelar lo que el Frente, trabajosamente, había urdido en sus años de gobierno.
Con la misma franqueza, que ya no es tal, sino que debe ser considerada como desprecio, la coalición entreguista del patrimonio nacional, adelanta que llevará acabo una oposición feroz e implacable. Eso quiere decir que no dejará gobernar y hará uso de todas las triquiñuelas y trampas legales a su alcance, y también impondrá aquellas que no lo sean, porque así como no encontró oposición eficaz cuando fue gobierno, todo parece indicar que, sin mucho esfuerzo, también podrá, aunque no gobierne, imponer la defensa de sus intereses, dada la muy coincidentes actitud componedora, amigable y condescendiente que encontrará, desde ya se anticipa, con las designaciones efectuadas por el próximo gobierno.
Lo más flagrante de esta actitud se constata con los nombramientos que de acuerdo a lo adelantado, se concretarán en el ámbito de la Seguridad Social. Si se concreta lo anunciado eso quiere decir que este próximo gobierno del FA le está poniendo un candado de seguridad al tema de la previsión social y, en particular, a las AFAP.
Ojalá los recién electos recapaciten, pues están dando la espalda a más de 900 mil voluntades expresadas con libertad, responsabilidad, desafiantes de algunos lineamientos partidarios impartidos dentro del FA.
Cualquier observador puede valorar como sumisa la actitud adoptada por los futuros gobernantes ante las mínimas reacciones esperadas por la militancia que aguarda ansiosa un gesto de altiva dignidad en reconocimiento a la confianza que ha otorgado.
A Las designaciones mencionadas, que son una clara señal de toma de posición, se le deben sumar las expresiones de seguridad en el cumplimiento de los contratos secretos a veces y no tanto en otras, que obligan a futuro al país y a las generaciones venideras.
Sin olvidar la bravuconada de negar la presencia de mandatarios de otros países que el Frente había decidido invitar a su acto de asunción y que, hasta este momento no ha recibido la condigna respuesta. No hay protesta indignada, no hay anuncio de respuesta, aunque más no sea de estilo diplomático que afirme: ahora el que manda soy yo y ponga las cosas en su lugar.
Todo esto se hace en medio de un discurso edulcorado de buenas relaciones, de patriotismo y coincidencia en objetivos que la derecha se encarga en rechazar, ignorar, despreciar y anular.
Cautelosas, las fuerzas del FA, convertidas en serios y disciplinados funcionarios, no denuncian, no detienen, las decisiones de la derecha. Parecería que algunas leyes ganan la condición de inapelables y se da a entender que hay que hacer buena letra y doblegarse en el cumplimiento de contratos firmados de mala manera, por individuos y organismos que quienes actúen al servicio de los intereses populares y del futuro del país, pueden abocarse a cambiar, ignorar y, en último caso, mejorar en beneficio de los intereses nacionales.
Proceder de ese modo aclararía algunos conceptos que no son gramaticales sino de otra entidad. Marcarían la diferencia entre convivencia y connivencia.