Le Noir
En las líneas que siguen trataré de mostrar la profunda raíz (de clase... como corresponde) de lo que se “pulseó” el pasado 27 de octubre en las elecciones generales. En líneas generales, se trataría de una “pugna redistributiva” de la riqueza, así como hace 35 años, también por la vía de un (maldito) plebiscito, el pueblo en general, dejó incluida en la Constitución una norma para ajustar las pasividades en relación al Salario Medio, para combatir otro mecanismo redistributivo (de naturaleza regresiva), la inflación.
En esta ocasión la pelea fue contra la totalidad de los partidos de la derecha, sus medios de comunicación, recursos financieros y mentiras repetidas. Pero peor aún, fue contra el “progresismo”, el cual también se “levantó” contra la iniciativa nacida del medio sindical, apoyada por organizaciones sociales y gente independiente. Así hubo de verse el espectáculo inédito de una campañita propia, de una tecno burocracia de raíz burguesa (sectores medios y chicos), que no levantaron un dedo contra las lacras del subdesarrollo y la dependencia, pero sí contra unas medidas mínimas para defender derechos adquiridos, y dejar de lado al caballo de Troya del capital financiero que, travestido de Sociedad de Beneficencia, pretende seguir lucrando con los ahorros de los trabajadores. Y también aparecieron quienes (desde dentro la mayoría de AEBU) se sumaron al coro patronal, el único sector que puede vivir trabajando ocho horas en el sector financiero. Un gremio antes generoso, hoy una corporación de muy mala gestión en su propia “Caja”, y que ya precisó de dos salvavidas para flotar, y que termina dándole la espalda a sus hermanos de clase. Una suerte de aristocracia, venida a menos, renegando de todos sus pasados.
Las cosas por su nombre
En el 71, los Partidos Políticos de ideología marxista, junto a otras personalidades prestigiosas, y grupos más chicos, promovieron una suerte de Unidad Política, larga y azarosamente buscada, por parte de la izquierda.
Porque en el Programa quedaba muy claro, si bien no era un Programa Socialista, intentaba, en cada línea, transitar a ese objetivo, tal como había acontecido en Chile un año atrás.
Es decir, era una alianza de clases, pero definidamente antiimperialista y anti oligárquica, organizada para desarrollar una acción política permanente que, si bien no definía un camino concreto hacia el poder, tampoco descartaba ninguno. La clase obrera, y sus organizaciones, arrastraba tras sí, unas clases intermedias en crisis, hacia un horizonte anti sistema. Hoy es exactamente al revés.
Sic transit gloria mundis
La extracción de clase de los 111, es coherente con su posición. Pasada la ilusión de la coyuntura del 71, con el recuerdo terrible de los años de chumbo, no quieren saber nada con confrontaciones. Un poco a la uruguaya, lo vamos arreglando (remendando) con alambre.
Inversión Extranjera Directa, nuestros recursos naturales como botín a negociar, y algunos planes sociales para mitigar los dolores más evidentes, no todos.
Este pequeño país tiene varios problemas estructurales, uno de los más graves es la imposibilidad de crear fuentes de empleo productivas. No puede hacerlo el agro, con un horizonte agrícola completo, y copado por el “modelo agroexportador” el cual expulsa gente (mano de obra). La industria ha sido liquidada con el “libre comercio”, y el Estado ha llegado al límite de expansión, en términos generales.
La válvula de escape de la emigración ya no funciona como antes, el mundo desarrollado está en crisis (es restrictivo) y de la zona mejor no hablar.
Eso repercute duramente en el sector más sensible a la realidad, la juventud. Es raro, pero no conozco estudios acerca de los motivos por los cuales la mitad de los jóvenes no culminan la secundaria, es decir, se resignan a ser semi analfabetos.
Imagino que sus motivos golpearían a todos los partidos, ¿para qué estudiar? si después para aquellos que no tienen respaldo familiar (una minoría) solo le queda un puesto en un supermercado de reponedor de mercaderías, (a los de cierta apariencia) o en algún puesto de feria cargando cajones en la madrugada. De ahí la deserción, el bajo nivel, las drogas, el delito, los suicidios.
Y en esa amargura, el ejército del delito tiene una cantera enorme, para captarlos de modo directo o indirecto, a través de las adicciones. Ese ejército, según el Insp. Guarteche (fallecido), se podía estimar “hace unos quince años” en 70.000 personas. No se precisa ser un erudito para calcular que ya debe haber duplicado o triplicado sus efectivos.
Así las cosas, la derecha se atrinchera en sus barrios privados, sus balnearios. Las clases medias miran para cualquier lado y los trabajadores pobres (la inmensa mayoría de la población) soporta el fuego cruzado. La izquierda, paralizada, no tiene idea de que hacer.
Mirando la historia
A veces una derrota es preámbulo (incluso necesario) de grandes victorias. Los rusos sufrieron una derrota grave en 1905, los chinos en 1927, los cubanos tuvieron varias derrotas antes de afirmarse en la Sierra Maestra. Ni siquiera Lenin pudo prever, luego de las “jornadas de julio”, -con las consecuencias terribles para su grupo, su vuelta al exilio, y su convicción de que debían prepararse para largos años de represión-, que tres meses después, estarían en el poder del país más grande del mundo. Mao y su gente se salvaron, (varias veces), de ser aniquilados; si Raúl Castro no hubiera secuestrado a esos marineros yanquis de Guantánamo, el aniquilamiento de la guerrilla parecía seguro.
Pero convertir una derrota en victoria depende de una actitud crítica, una pedagogía permanente, firmeza y claridad.
Nada de eso puede lograrse con una alianza de clases como la actual, donde ¡notoriamente! la pequeña burguesía solo quiere algunos cambios epidérmicos para seguir “tirando” la pelota para adelante.
Aquí, en esta coyuntura por sobre errores o limitaciones, lo que importaba era recuperar el protagonismo de la gente. Eso debió apoyarse sin dudar, sin cálculos electoreros, por parte de la izquierda. Justamente, fue un punto crucial de inflexión donde las clases mostraron con claridad sus verdaderos intereses de clase. Y quedó claro que eso no incide en la “unidá” política. Porque se puede apoyar una fórmula presidencial (que a mi entender no representa ni de lejos a la clase trabajadora) como una alternativa ante la derecha más rampante, pero desarrollar una acción política alternativa, aunque moleste profundamente al gurú de cerro norte (el cual sigue con la visión estratégica planteada por Eleuterio Fernández en el Congreso, “...a todo podemos renunciar, menos a la ‘victoria electoral’”.
En suma
El límite de las reformas posibles sigue acercándose. Ya es posible adelantar que una porción creciente de la población está fuera (y en contra) del sistema. No tiene trabajo y no lo busca. Tiene los caminos ilegales para subsistir, los usa. La violencia avanza imparable (“la Vida no vale nada”). El “Doble Poder” es una impensable realidad. Una bomba que va a ir estallando con cualquier gobierno.
La izquierda acumula problemas, y los enfrenta con cataplasmas y aspirinas.
No analizó ninguna experiencia, pasada o presente, de intentos de andar caminos alternativos. Está acorralada, sin ideología, ni Programa, ni Estrategia, sin Ética, ni Épica.
Todavía podría sacar algún provecho de esta experiencia, tomando el concepto de “libertad responsable” (gracias, Luis Alejandro Aparicio) y sin necesidad de romper alianzas electorales, salir al trabajo de masas con una prédica anti sistema que (Salle mediante) no parece que caería en el vacío, pero soy muy escéptico al respecto.
No van a plantear nada alternativo al modelo agroexportador, al consumo, a la riqueza acumulada por unos pocos, cada vez más pocos.
Hasta L. Raffo se plantea controlar precios de algunos artículos de la canasta (de higiene personal, importados de Argentina, que multiplican su precio por 7) y bajar algún costo de servicios del Estado (dejando de lado el aporte a Rentas Generales de los Entes superavitarios, vía reducción del gasto y las inversiones).
Pero nadie puede enfrentar el tema del costo de la delincuencia, esos millones que salen al Estado reprimir al chiquitaje, hacinados en condiciones horrendas en cárceles vergonzosas, meros paréntesis de un delito y otro.
Paradoja, diría el Profesor, cuanto más el sistema desnuda sus aspectos más sórdidos, más se empeñan en salvarlo los partidos “de izquierda”.
Y al Progresismo (en todas sus variantes), no le sienta bien el transitar por las “anchas alamedas”. Prefiere la rambla de los Pocitos y de vez en cuando la de Punta del Este.