Eduardo Aparicio
Una de las consecuencias más evidentes de las elecciones generales del pasado octubre 27, es la constatación de que los resultados no fueron los esperados para las izquierdas. (Recurrimos al uso del plural porque entendemos que, en el seno del FA, donde hoy la identidad que prevalece es la progresista, existen sectores que se reivindican de izquierda histórica, los que a su vez constituyen el ala izquierda de un partido de masas, de naturaleza poli clasista. Al tiempo que, por fuera del FA, existen otras expresiones, pequeñas, pero que tienen una identidad de izquierda. Por ende, ni todo lo que está bajo la bandera de Otorgués puede ser considerado de izquierda, en una acepción clásica en conexión con la tradición de los partidos obreros, de ideas, y que adoptan el horizonte socialista; ni expresiones que se organizan por fuera del FA dejan de ser de izquierda; reconociendo por supuesto las diferencias estratégicas, tácticas y de metodología que distancian a unas de las otras.
En el mundo de hoy asistimos a una época donde las ideas de izquierda y sus expresiones políticas viven tiempos de retroceso. Es con afán ilustrativo que mencionamos seguidamente, tan solo algunos de ellos. La caída de los Estados Obreros degenerados, que suelen denominarse “socialismo real”, la perversión de otros procesos revolucionarios (ej. Nicaragua), el agotamiento y encharcamiento en términos políticos y éticos de la socialdemocracia, la mutación de parte de esta en social liberalismo, las tentativas abortadas de intentos progresistas para imponerse a expresiones de reformismo consecuente (Corbyn) o a las claudicaciones de Syriza, más los límites testimoniales y fracasos de otras expresiones de la izquierda con vocación de desarrollar el combate superador del capitalismo.
En paralelo, hay múltiples muestras de que tanto el ideal y el pensamiento socialista, así como la lucha de los trabajadores, de las clases subalternas y de muchas de las minorías oprimidas; no han desaparecido de la faz de la tierra y en algunas circunstancias han tenido un desarrollo importante, como consecuencia directa de los procesos y alternativas de la lucha de clases a nivel planetario que por supuesto está lejos de extinguirse.
Redondeando la idea inicial, digamos que, entre nosotros, ni el PC y sus aliados de Democracia Avanzada, ni el PS, PVP y los suyos, nucleados en Socialismo y Libertad, ni Unidad Popular Frente de Trabajadores, alcanzaron en octubre sus expectativas de desempeño electoral y, en consecuencia, sus resultados fueron inferiores a lo esperado.
Como ya fuera analizado desde distintas miradas en el Número 81 de noviembre de Claridad, fue el Plebiscito de la Seguridad Social, (la Papeleta Blanca) impulsado por el movimiento social -al que a su vez apoyaron los sectores antes señalados- quien tuvo un rol de primer orden, de carácter desafiante, constituyendo la única expresión disruptiva a lo largo de la campaña electoral, encarnando una propuesta cuestionadora de intereses importantes como los del capital financiero, y propiciando el afianzamiento de nociones de solidaridad, congregó casi un millón de votos, enfrentando a los defensores y amanuenses del poder y a toda la parafernalia de medios al servicio del privilegio ya que no pudieron contrarrestar ideas y reflejos de defensa y promoción de derechos arraigados hondamente en la sociedad uruguaya.
Y digámoslos con todas las letras: en la actualidad el combate aún no culminó, pero felizmente de esta justa las AFAP salen con el ala quebrada.
¿Cuál es el significado de este desfasaje? El SI triplicó la votación de los partidos y sectores que lo apoyaban, eso dice con claridad que el espacio de ideas avanzadas favorecedoras de conquistas y derecho, es mayor que el radio de impacto de los partidos. Se trata de una dinámica conocida, es algo parecido a cuando a lo largo de décadas los partidos de izquierda no sobrepasaban el 5%, mientras los niveles de sindicalización y la adhesión a los postulados programáticos y reivindicaciones del movimiento popular, concitaban apoyos muchos más amplios.
Hoy vamos a permitirnos poner el centro solo en algunos aspectos del desempeño electoral del Partido Socialista, el que con sus 114 años de vida se caracteriza por poseer una rica y democrática vida interna. El PS ya comenzó a procesar en su orgánica, y elaborar el balance, que será la resultante de una integradora elaboración colectiva. Desde esta experiencia de periodismo militante que practicamos con Claridad, entendimos que era pertinente, en esta oportunidad, opinar sobre el tema, sin obviar nuestra condición de socialista.
El PS, desde 2004, de elección en elección viene disminuyendo su caudal. Se trata de un proceso sostenido que no necesariamente se explica por deriva del partido, el cambio de orientaciones y énfasis vividos en los últimos 20 años. La declinación a la que aludimos, se inició con la elección en la que triunfa el FA cuando todavía se presentaba a la lista 90, como “la lista de Tabaré”. Entendemos que es oportuno comenzar la interpretación del decrecimiento y erosión de su electorado histórico, el que en la actualidad llegó a ser residual, frente al total de su votación. En esta merma inciden dos factores: 1) razones que responden a la biología (fallecimiento de votantes), y 2) la consecuencia de sucesivos alejamientos de dirigentes y militantes, que naturalmente llegadas las instancias electorales acarrearon reiteradas “fugas de votos” hacia expresiones que se constituyeron por fuera del PS, sin que ninguna de ellas lograra en sus comparecencias electorales votaciones más significativas que las del propio PS. Sin dejar de consignar las sistemáticas andanzas de algunas figuras renunciantes, contra la actual línea politica, recogidas y amplificadas por parte de la prensa, que contribuyeron a presentar la imagen de un partido socialista en crisis permanente, protagonista de querellas interminables. Nos atrevemos a arriesgar la hipótesis interpretativa de que el voto histórico a la 90 hoy se ha transformado en un fenómeno residual.
La votación de octubre, que por donde se la mire no fue buena ni satisfactoria, debe ser inscripta en esta fenomenología. No es difícil pues, identificar y apreciar las modificaciones, variaciones y mutaciones ocurridas en la base social del partido, que no en forma inmediata se trasladan e impacta sobre el electorado.
En paralelo surge en forma incipiente, una nueva base social, con su correlato de apoyos electorales. Este novel basamento está ligado a las nuevas orientaciones estratégicas, políticas y las opciones tácticas emanadas del 49° y 50° Congreso del PS. Es particularmente en el último Congreso, donde tempranamente se renovaron los postulados esenciales sobre la seguridad social solidaria, universal, suficiente, sustentable, entre los que figura la eliminación de las AFAP, los que en su mayoría quedaron plasmados en la Papeleta Blanca. Aun antes que el movimiento social se pronunciara por el camino plebiscitario, ya los socialistas entendieron que el camino de la reforma era el adecuado. Su intención era que hiciera parte de una reforma constitucional más amplia e integral, -por la cual vienen abogando desde hace décadas- en un combate llevado casi en solitario, pero al no haber condiciones adecuadas y suficientes, no vacilaron en el apoyo a los 3 puntos sobre los cuales reposó la propuesta de Enmienda constitucional.
A partir de estas definiciones, se forjó un compromiso militante en el cual se involucraron todas las fuerzas y medios partidarios. Logrando realizar una campaña para octubre, combinando los dos aspectos: el plebiscitario y el de las elecciones generales, sin que la libertad de acción decretada a nivel del FA y el pronunciamiento del binomio de la fórmula presidencial alterara, condicionara o mellara el compromiso militante por el SI. Si bien no hay evidencia de que ese compromiso a favor del SI haya mecánicamente incrementado el electorado socialista, sí se puede inferir que gravitó en la aproximación de nuevas adhesiones electorales, de personas y segmentos que se identifican con la línea del PS, expuesta en “Y después de progresismo ¿Qué? (Congreso Julio 2022).
No solo fue el plebiscito, -que sin duda pesó- estuvo presente la manera como los socialistas se embarcaron en la lucha contra la LUC, donde sin vacilaciones y con claridad, visiblemente tomaron parte de esa gesta.
Merece señalar la estrecha relación que tienen algunas de las opciones estratégicas con la política de alianzas llevada adelante, no en términos electorales, sino en términos de principios y valores. En lo político, durante por más de dos años se ha trabajado en la construcción de Izquierda y Libertad, la que no fue concebida, ni nació con finalidades electorales. A pesar que nunca se descartó su posible declinación en una expresión electoral, sabido es que el tránsito por esa opción encontró algunas dificultades, que hicieron que Casa Grande compareciera electoralmente en el sub lema del PC-Democracia Avanzada. El PS priorizó en su Congreso Extraordinario asegurar una presentación electoral en clave de unidad partidaria, opción importante para amalgamar a la organización y consolidar la unidad política; pero también es evidente que acortó los márgenes para contemplar en términos de figuración y posibilidades de elección a aliados con aspiraciones. Pero la apuesta a esta estrategia sigue en pie y de alguna manera está viviendo un proceso confirmatorio, donde hay mucha tela para cortar y camino para recordar en clave de unidad y forja de identidad política y de valores.
La otra alianza que surge de las definiciones estratégicas y la praxis de la lucha concreta, en y desde las entrañas misma de la sociedad (LUC-Plebiscito), es la de entendimientos tácticos, con posibilidades de acercamientos estratégicos en el seno del movimiento social, donde el ejercicio apunta a la puesta en valor y a un salto cualitativo de lo acumulado en estas dos grandes batallas.
Entonces de la elección sale reforzada para los socialistas una política de alianzas con luces largas, de doble faz, es decir tanto en el plano de lo político, como en el movimiento social, donde se deslumbran posibilidades para el desarrollo de una corriente socialista, que pueda y esté llamada a interactuar, a converger en el espacio que promovió y sostuvo la LUC y el Plebiscito.
Se abren posibilidades concretas y materiales para desplegar una mayor y mejor inserción en el movimiento popular, vinculando la acción política con las luchas concretas y defendiendo la independencia de clase y la autonomía política, en los ámbitos sindicales y sociales.
Es de esperar que se asista a un reforzamiento de la política permanente, generando nuevos y más virtuosos vínculos con la dimensión electoral.
La representación parlamentaria alcanzada por los socialistas estará sometida al desafío de darle un nuevo y novedoso curso a su accionar parlamentario, potenciándolo, y colocándolo en plena sintonía con sus lineamientos políticos y de construcción partidaria.
Los socialistas tendrán que desarrollar combinadamente distintos perfiles y facetas de su acción, a saber: la opinión, la incidencia, la formación ampliada de sus cuadros, sin perder tampoco la perspectiva y vocación de pretender ser un partido de masas.
El ciclo electoral octubre-noviembre, dejó como saldo el triunfo del FA y la llegada de un 4° gobierno, el que impondrá la administración de la complejidad de pertenecer al mismo, sostenerlo y relacionarse con él mismo con espíritu crítico a partir de su identidad ideológica y definiciones estratégicas.