¿Hacia dónde vamos?

 

Jorge Ramada

Poco menos de un mes ante de las votaciones, la Cámara de Senadores aprobó de manera definitiva la adhesión de Uruguay al Tratado de Cooperación en Materia de Patentes (PCT), acuerdo internacional que es administrado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Se aprobó por unanimidad y quien se prestó para ser vocero de la Cámara no fue ningún senador oficialista, sino el progresista Mario Bergara. Entre otras cosas dijo: que el acuerdo es “fundamental en la mirada del mundo actual”.1

¿A qué mundo actual se refiere Bergara? Por supuesto que al de la globalización, al de los acuerdos multilaterales de inversiones, al de las políticas económicas dictadas por los organismos internacionales, al que está contaminando a todo tren (sin que sea una alusión a UPM, aunque podría serlo) el ambiente, destruyendo el planeta y aumentando las desigualdades como nunca. El mundo actual es el que nos pretende deslumbrar y asustar con los nuevos espejitos de colores que traen las carabelas de hoy, llámense Hidrógeno Verde, Robotización, Inteligencia Artificial… para mayor gloria y ganancias de los poderosos de siempre.

Las votaciones pasaron. Las urnas se abrieron y el mundo sigue andando. La vida sigue, la lucha de todos los días en los barrios humildes por conseguir un trabajo, hacer una changa por el día, rebuscarse haciendo feria, consiguiendo comida hasta de la basura si es necesario, durmiendo en la calle a temperaturas bajo cero: el mundo real actual.

Más allá de algunas anécdotas, sorpresas y hasta ridiculeces (o caradurismos) que sirvieron para llenar espacios de prensa y redes, creo que hay cosas más de fondo para destacar. En primer lugar, el terror que parece haber desatado la papeleta por la reforma de la seguridad social: una nueva Santa Alianza lanzada por los líderes de los partidos coalicionistas (Delgado, Javier García, Ojeda, Manini, Mieres) para firmar un compromiso por el NO. De paso invitaron a sumarse a la misma al candidato electo por el progresismo, que inteligentemente declinó el ofrecimiento, aunque hubo desde sus filas, algunos llamados a que el FA se pronunciara contra la reforma (Bergara, por ejemplo). Al llamado le faltaron clarines de guerra de fondo para ser coherentes con el tono de las declaraciones (aunque no hubieran hecho juego con el vocero del anuncio, el líder del cada vez más insignificante Partido Independiente, y ex-ministro de los patrones, Pablo Mieres): pero no faltaron las amenazas terroristas, los anuncios de catástrofes y la suma de mentiras y medias verdades a que nos tienen acostumbrados los defensores del sistema creado por ley el pasado año. Casi todas en el mismo sentido: ¿quién va a financiar el sistema si triunfa la papeleta por el SÍ?

Porque a eso se reduce el problema: los representantes del capital, aunque se disfracen de centro, tienen terror de que se les toquen sus patrimonios, sus ganancias, sus lujos y hasta sus excentricidades. Están muy conformes con los favores que les ha hecho este gobierno, tanto en particular a los tabacaleros, a los canales de TV, a algunas constructoras, como en general, generando millonarias transferencias desde los trabajadores hacia los capitalistas. Si esto no es lucha de clases...

Es claro que hay diferencias entre las principales ofertas electorales, es decir, la coalición y el progresismo. La coalición, viendo sus magros resultados en las votaciones, se apura a seguir entregando beneficios a los privados: ahora permitirá asociarse comercialmente a los 3 grandes canales privados (que ya están asociados hace mucho de hecho) para competir con ANTEL con sus canales cable; por supuesto usando infraestructura montada por ANTEL, a la que no aportaron ni un peso. Si gana nuevamente, seguirá la transferencia de riqueza hacia los “malla oro”, hasta donde la resistencia popular lo permita.

Si gana el progresismo, promete intentar revertir esa transferencia, pero ¿hasta dónde? Aun en caso de que gane con mayoría parlamentaria, ¿revocará inmediatamente las peores disposiciones de la LUC?; ¿derogará de pique las leyes y decretos entreguistas y privatizadoras de este gobierno?; ¿generará mecanismos para atacar rápidamente la pobreza infantil, la situación de las cárceles, de los ancianos pobres, de los asentamientos, de los trabajadores marginados e informales?

Es claro que hay dudas. Otro economista de la corriente seregnista que apoyó a Orsi (y que suena para cargos de dirección de su equipo económico), Martín Vallcorba, en declaraciones a “Brecha ha dicho que “un eventual gobierno del Frente Amplio tendrá que seleccionar muy bien sus prioridades, ya que, debido al panorama que heredará, no contará con un margen fiscal holgado. Para ello, deberá apuntar a lograr un mayor crecimiento de la economía y estar dispuesto a revisar los beneficios otorgados a los privados en el régimen de promoción de inversiones”.2 Similares prevenciones habían manifestado antes Mujica y otro economista que suena: Gabriel Oddone.

Ahora bien, la violencia e inseguridad que todos reconocen como una de las prioridades a encarar, tienen sus raíces en esos problemas de la sociedad. Es difícil pensar que puedan superarse atacando paulatinamente y de a una las causas, porque tienden a alimentarse entre sí. Y para atacarlas todas se requieren sin duda muchos recursos.

Vamos por partes: invertir en centros de infancia, pero a la vez generar puestos y condiciones de trabajo que apunten a superar la pobreza infantil desde los hogares en que viven esos niños. Esto debería incluir la promoción de emprendimientos productivos, si es posible colectivos para generar más valor agregado en nuestro territorio. Y seguramente deberán ser subsidiados o protegidos, mal que les pese a los importadores y a las recomendaciones de los organismos internacionales. Del mismo modo el Estado, intendencias incluidas, podría generar más puestos de trabajo, justamente mejorando la atención a los sectores más necesitados, o reforzando los tan debilitados mecanismos de control. Pero puestos de trabajo decente, no empleos precarios, o transitorios con sueldos chatarra y derechos laborales recortados. ¿O se piensa seguir insistiendo con las tercerizaciones, monotributos, unipersonales, etc.?

Para los cuidados y atención a los ancianos, ¿se seguirá permitiendo que se base en el lucro de algunos privados que instalan “residencias” (a veces clandestinas, aunque todo el estadio sepa que están ahí) donde se hacinen viejos descartables, con su secuela de accidentes o muertes evitables? ¿No habrá que multiplicar en el territorio “piñeiros del campo” bien atendidos, con personal, infraestructura y recursos suficientes?

¿Se puede seguir período tras período anunciando la erradicación de asentamientos o viviendas precarias para que al final se verifique que los números no han cambiado sustancialmente? ¿O será necesario impulsar en serio viviendas promovidas, pero no para lucro de las constructoras (incluyendo de paso algún lavado de dinero), sino para cubrir las necesidades reales de la gente, que eso, en definitiva, debería ser el objetivo último de la economía? 

¿Se seguirá insistiendo con un sistema carcelario que hace dos siglos viene incumpliendo con los objetivos de reeducación y recuperación con que supuestamente fue creado?3 ¿O habrá que crear verdaderos centros de recuperación y trabajo con selección estricta de quienes ocupan cada uno y con personal adecuado para esos fines y no para la represión y la corrupción interna?

Todo eso requiere tiempo, es cierto, pero requiere ante todo voluntad de avanzar sistemáticamente en un camino transformador en vez de ir emparchando de a poco. Y por sobre todo requiere recursos, muchos recursos, que habrá que ir a buscarlos adonde están, a las ganancias favorecidas por exoneraciones, pero que solo derraman para los exonerados, a las grandes fortunas fugadas del país con fines especulativos (y por qué no, postergando pagos de deuda que sangran al país año a año).

Todo esto ataca al poder real, ese que se reúne en los conciliábulos del piso 40 y se realimenta en los almuerzos de ADM (“hacemos que las cosas sucedan”). Seguramente ese poder real tiene sus planes para seguir profundizando sus ganancias y su poder. Puede servirle momentáneamente un gobierno de ciertas reformas, para aplacar los ánimos y reacomodar sus filas, pero sin duda ya está pensando en que hay que reprimir más, hay que ser menos amplios a nivel internacional; si es posible, evitar el golpe militar pero no descartarlo.

Cuesta pensar que las soluciones esbozadas más arriba puedan venir de los elencos políticos partidarios. Deberían ser impulsadas por los trabajadores y otros colectivos populares, con movilización y propuestas concretas, por ejemplo, avanzando en el camino hoy pausado que comenzó a recorrer el Tercer Congreso del Pueblo. La lucha por el plebiscito de la seguridad social puede ser un primer paso, al menos para marcar que los recursos tienen que venir sobre todo del capital y no del trabajo.

Es claro que para todo eso hay que construir una correlación de fuerzas favorable y con capacidad de enfrentar al poder real. No alcanza con gobiernos tibios y de medias tintas. Pero, si la correlación de fuerzas no da para superar la tibieza, ¿habrá que admitir como inevitable una etapa de fascistización como las que ya se proclaman en nuestras cercanías?

 

1 “La  Diaria”,  11.06.24

2 Copete de reportaje en “Brecha”,  12.07.24

3 Véase M. Foucault “Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión”.