Sommaruga en diálogo con “Claridad”

Entrevistado por Eduardo Aparicio

“Claridad” entendió oportuno ir a buscar la opinión de Sergio Sommaruga uno de los principales referentes de nuestro movimiento social, en el seno del cual su desempeño se ha destacado por el rigor y la capacidad de análisis, resultante de una sólida formación política y una praxis situada en los contornos de definiciones clasistas.

Sabemos que nuestros lectores apreciarán su sentido combativo combinado con una singular profundidad reflexiva puesta de manifiesto en la dirección de su sindicato SINTEP y en la del PIT-CNT.

¿Cómo caracteriza la realidad del movimiento sindical en el actual momento del país?

Toda América Latina y por tanto también nuestro país, lleva a cuestas la deriva histórica y el drama social que emerge de su formación económica. Esta fue históricamente acuñada por las clases dominantes y es el fiel reflejo de su impotencia estratégica para estructurar un proyecto de desarrollo autónomo y con capacidad de brindar una vida digna para los pueblos.

La dependencia de los precios internacionales de las materias primas que caracteriza esa formación económica y que expresa una configuración productiva fuertemente primarizada, exacerba las consecuencias socialmente disgregantes del patrón de acumulación capitalista, produciendo una matriz de desigualdades crecientes y radicales.

A este trasfondo de precariedad y vulnerabilidades, se añade, como factor retardatario, los proyectos políticos que continúan con la inercia histórica de ese comportamiento estructural; al que no pretenden controlar ni disciplinar, sino al que buscan acomodarse.

La forma de buscar esa acomodación dependerá de si el proyecto político proviene de las fuerzas abiertamente mercadocéntricas y de derecha, o si encarnan una cosmovisión progresista.

Estas últimas tienen severas limitaciones para ir más allá de los condicionamientos del capital (ahí radica su esterilidad histórica de largo plazo), pero propenden a gestionar el corto plazo buscando atenuar las aristas más dolientes de la segregación social y la miseria.

Con el gobierno del Estado bajo las fuerzas directas de la derecha, la acomodación de la que vengo hablando y que se expresa en la implementación de sus decisiones políticas, ha estado básicamente orientada a dos objetivos, uno principal y otro secundario.

El principal refiere a satisfacer las condiciones que requieren los intereses del gran capital para su reproducción ampliada y el secundario, a sostener la sobrevivencia del capital deficitario (con resultados dispares).

Esta orientación macro es la que marca el ritmo de toda la procesión de sus otras decisiones, desde la política de desinversión pública, hasta la reforma jubilatoria.

Las consecuencias de estas políticas, sumado al relativo desarme de las acciones redistributivas del progresismo, han configurado una inflexión negativa en la matriz de desigualdades y una intensificación del déficit de derechos para la clase trabajadora en general.

Sobre esta base de determinación, el movimiento sindical ha venido desarrollando un proceso de organización y lucha para enfrentar la ofensiva que representa la política gubernamental.

Estas luchas se han desplegado en varios niveles: los diferentes conflictos sectoriales contra la precarización laboral y la destrucción de trabajo en sectores que agregan valor, la disputa salarial en el marco de los lineamentos regresivos del gobierno para las rondas de consejos de salarios, el referéndum contra los 135 peores artículos de la LUC,  los tres paros y movilizaciones contra la reforma jubilatoria y el actual proceso para abrir una consulta popular vía plebiscito, para enmendar las confiscaciones contra el trabajo que impuso el gobierno con la ley 20.130.

Sin el movimiento sindical, su unidad y su capacidad de relacionamiento con el resto del campo popular, la acción devastadora del gobierno hubiere sido, sin duda, más profunda y acelerada.

Otro proceso destacable, dentro de la actualidad del movimiento sindical, es la recuperación de su carácter de Convención en relación con su funcionamiento político interno, fortaleciendo cualitativamente la Mesa Representativa como órgano de dirección entre congreso y congreso.

Por último, me parece importante señalar que, a diferencia de otros momentos históricos, donde al movimiento sindical también le tocó actuar bajo otros gobiernos de derecha, el modelo de oposición actual (sin ser rectilíneo) se explica por un avance de la concepción del sindicalismo basado en la lucha de clases respecto a la visión contemporizadora de la socialdemocracia.

Este cambio de correlación de fuerzas interna ha propiciado un viraje democratizante y clasista, que es menester potenciarlo desde la base misma de cada sindicato, para que sea sólido, duradero y sostenido.

El sindicato de trabajadores de la educación privada, Sintep, del cual integras su dirección no quería el aplazamiento del Congreso de la Convención, la que finalmente fue adoptada. ¿Cómo se preparan Uds. en la perspectiva del próximo Congreso a celebrarse en el próximo año?

El estatuto del PIT-CNT establece que el Congreso debe hacerse cada dos años. Tomando en cuenta que el anterior fue al cierre del 2021, correspondía que se convocara nuevamente a fines de 2023.

En su momento se acordó aplazarlo de noviembre 2023 a marzo de 2024, en tanto estaba en curso el desarrollo del Congreso del Pueblo y la yuxtaposición de esfuerzos organizativos, logísticos y políticos podía debilitar los procesos.

Ese corrimiento, si bien nos alejaba formalmente de los plazos estatutarios, no representaba una alteración relevante.

Sin embargo este año, a instancia de Mesa Representativa, se definió correr el Congreso para principios del 2025.

El argumento a favor de esta nueva fecha era relevante y refería a la centralidad de esfuerzos que requería la campaña de recolección de firmas para habilitar el plebiscito por la seguridad social.

A nuestro entender, si el Congreso se organizaba bien y con el suficiente tiempo, podía, además de cumplir con sus funciones inherentes, potenciar el proceso hacia el plebiscito. Ahora bien, la mayoría de la Mesa Representativa entendió que lo mejor era pasarlo para el año próximo. Así que será de ese modo.

No es lo que queríamos, pero tampoco nos íbamos a empantanar en un debate interno teniendo enfrente el desafío enorme del plebiscito.

Respecto a la segunda parte de tu pregunta. La clave para el próximo Congreso es aprestar las condiciones para proyectar al movimiento sindical ante las encrucijadas que nos trae la lucha de clases.

El próximo Congreso tiene que acentuar la unidad de acción en el marco de la diversidad, para estar a la altura de las circunstancias. Esto, en términos muy preliminares diría que tiene que ver con dos grandes tareas de cara al futuro:

Uno: avanzar en la innovación y la consolidación de modelos de construcción basados en la democracia sindical de base, así como el fortalecimiento de los modelos de conducción sindical centrados en la perspectiva clasista. 

Dos: elaborar un diseño programático y estratégico que clarifiquen el rol del movimiento sindical para acumular hacia sus objetivos históricos, acentuando la independencia de clase de su desenvolvimiento.

¿Cómo valora y define el relacionamiento actual de la izquierda política con el movimiento sindical?

Hay un principio fundamental que es la independencia de clase. El ejercicio de esa independencia supone la autonomía política del movimiento sindical en sus decisiones y en su accionar. Sin ese ejercicio es poco y pobre lo que puede aportar el movimiento sindical para el proceso social del pueblo uruguayo.

Ahora, si la independencia de clase del movimiento sindical entra en tensión con la fuerza política en asuntos de orden táctico y de sentido de la oportunidad, no necesariamente eso representa un problema relevante.

En todo caso, el asunto allí es ordenar los términos del disenso, porque lo que sí es un grave problema es la subordinación entre las partes y que se confundan los roles da cada quien.

No obstante, hay dentro de este análisis otra posibilidad de enfoque y tiene que ver con un asunto más de rango estratégico.

Me refiero a lo que llamo la crisis de reproducción ideológica de la izquierda (por ideológica no me refiero solo a crisis doctrinaria, sino también en términos de praxis, de acumulación de fuerzas y de horizontes de expectativa o de fines)

Esta es una crisis que trasciende a las fuerzas políticas, ya que está instalada en todo el campo popular, pero en la izquierda políticamente organizada se expresa en términos de una tensión muy fuerte entre la institucionalización creciente de su proyecto político y las perspectivas del cambio social, mediante trasformaciones profundas, democráticas y estructurales.

A mi entender, lo mejor que puede hacer el movimiento sindical para aportar con lucidez a ese proceso de tensiones, es hacer lo que tiene que hacer y no renegar de su condición histórica.

Por esto último me refiero a aprestarse para intervenir más y mejor en la lucha de clases, con mirada estratégica y vocación histórica, tratando de mover la brújula de los cambios hacia la superación de las contradicciones capitalistas. Esto claramente hay que hacerlo siempre en unidad, con las mediaciones programáticas que se definan colectivamente y con una gran espalda de acumulación popular.

En ese sentido, no hay mejor garantía para el proceso de cambios sociales profundos, por los que nuestro pueblo viene bregando históricamente, que el movimiento sindical sea un vector de esos cambios. Más aún si el progresismo llega al gobierno, para que no quede atrapado por los límites cada vez más restrictos del sistema.

Esta función a mi entender es clave para pensar el día después, porque lo que viene aconteciendo en América Latina con los límites del progresismo, y las consiguientes frustraciones populares, son los saltos políticos de las extremas derechas. El resultado de eso son sociedades más embrutecidas, más desiguales y sometidas a las corporaciones capitalistas trasnacionales.

¿Cómo explicas que en el encare de las campañas electorales que hacen los sectores que se reclaman de la izquierda no aparezcan referencias a las luchas y conflictos que los trabajadores libran en el día a día, clausurando en su discurso público una parte relevante de la realidad social?

Entiendo que una herramienta para pensar ese proceso tiene que ver con lo que consignaba antes, en el sentido de la crisis ideológica de la reproducción de la izquierda. De alguna manera parece que la ausencia o la renuncia a elaborar mediciones programáticas, pedagógicamente efectivas para pensar procesos de transición, ha sido reemplazado por la creencia de que para acumular legitimidad política y para ganar elecciones, hay que asimilarse a una variante de gestión, a lo que ideológicamente propone la derecha.

Esta es una gran victoria del sistema.

En ese marco, la lucha de clases es dejada de lado. O peor aún, es vista como una rémora.

La tentación centrista lleva a un abandono epistemológico y político de la lucha de clases. De ahí que haya una creciente abdicación a pensar la política desde el conflicto social.

Esto conlleva un enorme riesgo para pensar el futuro de la izquierda, porque mientras más despolitización o politización regresiva campee en la sociedad, más fuertes son los imaginarios de la imposibilidad del cambio social y por ende, más fuerte se hacen las extremas derechas como alternativas a los fracasos de las derechas clásicas y las izquierdas progresistas.