Actualización de dudas para la izquierda: ¿Qué hacer? Hugo Tuyá

 

Hugo Tuyá

A medida que transcurre un año crucial para los destinos del país, un punto de inflexión en materia política excluyente, muchos ciudadanos nos hacemos una vieja pregunta que viene desde el fondo de la historia, y no precisamente propia, sino ajena: ¿Qué hacer…? Hacia principios del siglo XX, Lenin formulaba una teoría de la incertidumbre respecto del futuro del partido socialdemócrata ruso, interpelado por dos corrientes enfrentadas, la bolchevique, que finalmente triunfaría en 1917, y la menchevique, a la sazón, lo que hoy podríamos interpretar como socialdemocracia liberal. La tesis leninista, resumiendo in extremis, abogaba por la organización y unidad de los trabajadores bajo un partido unificado de vanguardia, y generar conciencia de clase haciendo abstracción de cualquier oportunismo político.

Muy lejos de comparaciones odiosas desde el punto de vista histórico, los ciudadanos que interpretamos la realidad uruguaya bajo un punto de vista crítico respecto a variables económico-políticas, nos hacemos la misma pregunta y tratamos de encontrar, dentro de las limitaciones técnicas e intelectuales que nos pintan de cuerpo entero, algunas respuestas a incertidumbres ya casi naturalizadas por la frecuencia y falta de solución a las mismas. No es del caso, por obvias razones, interpelar al actual gobierno ni a las opciones de derecha del espectro nacional, que conocemos bastante bien por experiencia y por formación personal en historia política. Pero, de cualquier forma, experimentamos un nudo intelectual difícil de liberar respecto al futuro, incluso con la posibilidad de un nuevo gobierno de izquierda a partir de 2025. Hacia ese objetivo van nuestros pensamientos y nuestra propia incertidumbre si, observando el panorama que deja el gobierno multicolor, nos concentramos en los descomunales desafíos que hay por delante, y que incluyen lo programático para los próximos 5 años de gobierno y quizás y sin quizás, para muchos más.

Lo de hacer tal vez sea un argumento pobre mirando los múltiples frentes de ataque que un gobierno del FA -en caso de ganar con mayorías propias-  tendrá que tomar a cargo, comenzando por uno nada fácil, como es el de la infancia, la fragmentación social, la violencia capilar, y siguiendo por otros, tampoco de mirar para el costado, como el de la reforma previsional y sus colaterales: sin duda, apenas un comienzo. La interrogante sobre la profundidad de los cambios que pueda generar un nuevo gobierno del FA viene a cuento observando y escuchando diferentes discursos de los potenciales candidatos, así como la plataforma programática conocida hasta el momento, con muchas generalidades y pocas medidas concretas que abran expectativas renovadas para las mayorías populares.

El sentido común que advertimos en muchos militantes y simpatizantes de la fuerza política traspasa las fronteras de los cambios mínimos, ya efectuados durante 15 años de gobierno, y se proyecta hacia transformaciones más radicales que pongan la grifa de izquierda como una marca indeleble frente a la historia. Más allá de quién sea el candidato presidencial, la ciudadanía progresista necesita el reaseguro de cambios trascendentes que señalen un punto final para problemas estructurales y se apliquen las medidas que correspondan para cumplir con las esperanzas de un país que atienda a sus hijos, a los hijos de los hijos, y a los que vengan, brindándoles las oportunidades de realización en su propio territorio, dejando de lado la necesidad de hacer las valijas y volar a otros territorios en búsqueda de logros que aquí no es posible conseguir. Parece algo bien sencillo, aunque no se puede pecar de ingenuos. Las señales que llegan desde los discursos de los candidatos y de algunos de sus asesores en Economía dejan dudas sobre el alcance de las transformaciones deseadas, así como de las distintas opiniones que surgen dentro de la fuerza política acerca de tópicos fundamentales para el desarrollo de un país modélico con un Estado fuerte que sea efectivamente el escudo de los débiles, aun dentro de la fase histórica y los límites de un sistema liberal capitalista. Es imprescindible escuchar definiciones y no pecar de ambigüedad ideológica, tampoco ser pasivo frente a la estrategia habitual del miedo que quiere imponer la derecha cuando se trata de eliminar asimetrías y ejercer una justicia social vertical.

Existen muchos temas clave que estarán en disputa particularmente a través de plebiscitos que tocan la Constitución, donde no se encuentra consenso y menos unanimidad, tampoco se explicitan hacia la población a ciencia cierta los detalles y modificaciones que se pretenden. Nos referimos estrictamente a la reforma de la seguridad social y los debates que se esperan para este año, ya sea antes o después de las internas. Sabemos de antemano que el oficialismo carece de figuras políticas idóneas en la materia, pero se verá obligado a debatir y se abocará a poner énfasis en otros temas de su conveniencia, como los allanamientos nocturnos. Visto el recuento de firmas que sobrepasaron los mínimos estipulados alcanzando un 30% de lo necesario para una victoria en octubre, una alerta amarilla comenzó a brillar en la agenda multicolor. Es allí donde no solamente se deberá unificar el discurso de la oposición más allá de las diferencias, sino que se debe apuntar con claridad al horizonte concreto, explicar al detalle el por qué y el cómo del objetivo que se persigue, con el fin de que la ciudadanía pueda razonar su sentido y de esa forma aplicar el voto con seguridad, ya sea por un plebiscito o por la primera magistratura. Es una gran incógnita la resolución que pueda tomar el FA como partido compacto respecto a este punto trascendente, ya que no concebimos que no se tome una decisión consensuada, aunque existan diferencias en la interna, pero sí una responsabilidad grave en referencia a los frenteamplistas y al futuro del conglomerado.

Debemos sincerarnos y manifestar ciertas dudas sobre el alcance programático que un nuevo gobierno progresista está dispuesto a proponer. A la interna existen contradicciones derivadas de diferencias ideológicas y metodológicas que han llevado, por ejemplo, a un posicionamiento ambiguo respecto al tema de los concursos para intendencias y organismos públicos, pero fallan por olfato político y por principios fundacionales. Faltan datos, más que relatos, que evidencien la profundidad de las acciones programáticas imbuidas de justicia social y honestidad pública concomitante, vista la retahíla de hechos de corrupción de notoriedad. 

Queremos pensar que exista entre los candidatos cierta prudencia frente al rumbo que determinadas medidas van a tener, que pueden ser utilizadas por los adversarios en su provecho y que sean mediatizadas demagógicamente para desacreditar al FA en los sondeos de opinión pública. Pero tarde o temprano habrá que poner las cartas sobre la mesa jugando a un resultado que puede anunciar una victoria firme o una derrota dolorosa en octubre o noviembre. Más allá de posicionamientos, supuestas neutralidades, o retórica encendida, la población toma nota de conflictos o resoluciones divididas y puede ser una sorpresa el avance o retroceso de conciencia frente a determinados comportamientos o actitudes, nada está escrito o prefigurado en piedra.

Para los desalentados, frustrados, enojados, inoperantes, o no creyentes en las leyes de la Política, puede ser una última oportunidad para no levantar anclas y huir hacia tierras más auspiciosas.