Jorge Ramada
El pasado 16 de marzo se cumplieron 99 años del nacimiento de Raúl “Bebe” Sendic. En breve se cumplirán 35 años de su fallecimiento. Son muchos años sin su presencia física, pero con la vigencia de un pensamiento -y una acción consecuente- que iluminó la vida de muchos militantes y que debería seguir siendo fuente de reflexión y análisis para orientar la lucha por los cambios imprescindibles que necesita el país.
Pienso que este año que va transcurriendo hasta los 100 años de su nacimiento y que va a estar marcado por las luchas electorales y las expectativas ante un cambio de gobierno, debemos dejar un espacio para la reflexión sobre las ideas y propuestas que nos dejó el Bebe, proyectándolas hacia nuestra realidad actual.
Las propuestas económicas del Bebe fueron formuladas desde la cárcel y a su salida, es decir que se corresponden a la década de los ‘80, pero siguen siendo válidas. Pueden resumirse en tres puntos que están en los títulos de las publicaciones de sus escritos: tierra, banca y deuda externa. Más allá de la forma concreta que tomaron sus planteos en su momento, lo que hay que remarcar es que son tres pilares en los que se asienta el sistema y la dominación de la oligarquía. Y no es posible plantearse un programa de cambios profundos sin atacar esos pilares, o dicho de otra forma, sin plantearse como objetivo la destrucción de esos pilares.
Raúl Sendic Antonaccio
La tierra. La propiedad de la tierra fue el pilar en que se asentó el poder de la oligarquía ganadera desde la época de la colonia, reforzada por la contrarrevolución agraria que encabezaron entre otros Rivera y Lucas Obes para deshacer la democratización de la propiedad llevada adelante por Artigas. Se consolidó con el alambramiento de los campos y tuvo como principal expresión gremial a la Asociación Rural del Uruguay, promotora y soporte de cuanto golpe de Estado hubo en Uruguay desde Latorre a la fecha.
Hoy las características de la propiedad de la tierra han variado: se estima que más de un tercio de la superficie productiva está en manos de extranjeros, o que un 40 % pertenece a sociedades anónimas; pero sea de malos extranjeros o de peores uruguayos, es esa propiedad la base material de su poder.
Si hablamos de democratizar la propiedad de la tierra, no se trata solo de repartir: se trata de generar un plan que a la vez promueva la repoblación de nuestros campos. En palabras del Bebe: “La colonización del agro no es algo que ‘hay que hacer’, sino algo que ‘tenemos que hacer nosotros mismos’”. Una colonización -reforma agraria- impulsada por los trabajadores rurales y chacareros y no diseñada desde la ciudad. Pero también pensada en términos de propiedad colectiva –cooperativas- para prevenir que fuera generadora de más capitalismo.
En su momento, el Bebe se apoyaba en el sobre-endeudamiento de muchos propietarios para promover el pasaje de sus tierras al Instituto de Colonización. Este puede seguir siendo una herramienta válida, siempre y cuando se use para asentar productores en el campo y no para que curren algunos políticos, vistiéndose de colonos.
Por último, un uso productivo que se oriente en primer lugar a garantizar la seguridad alimentaria de nuestros pobladores. No olvidemos que los principales cultivos que hoy tenemos en el país: la soja y la forestación, no solo están en su mayoría en predios de extranjeros o de sociedades anónimas, sino que además se orientan a la exportación y son los principales causantes de la degradación de suelos, de la contaminación del agua y de los variados problemas de salud que generan los agrotóxicos que usan.
En definitiva, la lucha por la tierra hoy es luchar contra el modelo productivo que genera desocupación en el campo y fuertes daños a la salud y al ambiente, pensado para exportar y no para alimentarnos. Todo para beneficio de grandes multinacionales de la producción y el comercio.
La banca y la deuda externa. La nacionalización de la banca (y del comercio exterior) eran consignas básicas de la izquierda en los años 60 y 70. Así por ejemplo las bases programáticas del FA decían: “Nacionalización de la banca, de los grandes monopolios y de los rubros esenciales del comercio exterior para sustraerlos a la usura y a la especulación, eliminar grupos de poder, nacionales y extranjeros, y poner el ahorro interno, el crédito y las divisas al servicio del desarrollo nacional. Erradicación de la intermediación crediticia realizada por las denominadas sociedades financieras paralelas y colaterales y de cualquier otra modalidad de mercado parabancario de capital.”
En los 80, el Bebe visualizó el gran aumento de la extranjerización de las instituciones bancarias y de los depósitos bancarios. Y planteó claramente: “Sin estatizar la banca no se domina nada en la economía hoy”.
El Bebe agregaba a la estatización de la banca “acompañada por el no pago o dilatación del pago de la Deuda Externa” y hay que recordar que la “moratoria de la Deuda Externa” había sido también consigna de la izquierda en los 60 y 70. En palabras de las bases programáticas del FA: “Negociar la reconversión de la deuda externa, postergando los pagos y eliminando sus condiciones leoninas...”.
A la salida de la dictadura, negarse a pagar la deuda externa se basaba en que en su mayor parte había sido generada por un gobierno ilegítimo, argumento que también se escuchó en otros países latinoamericanos. Los gobiernos democráticos terminaron dándole legitimidad con negociaciones y reconversiones de la misma.
Cuarenta años después, la banca privada es toda extranjera y controla buena parte del crédito de los uruguayos. Por otra parte los sucesivos gobiernos fueron aumentando la deuda externa, al punto que hoy es aproximadamente 8 veces la que era a la salida de la dictadura. Plantearse hoy la estatización de la banca y el no pago de la deuda sería enfrentarse a los grandes pulpos del capital financiero internacional; sería exponerse a sanciones, bloqueos y hasta intervenciones extranjeras. Seguramente el solo anunciar medidas parciales en ese sentido pondría en cuestión el bendito “grado inversor”, tan caro a nuestros economistas, pero que en los hechos significa la bendición de los mismos pulpos que nos condicionan con sus préstamos y facilitan la entrada de los inversores.
Está claro que el Bebe no planteaba estas medidas solo como consignas. Las acompañaba con propuestas de organización y movilización a nivel popular, sin las cuales sería utópico plantearlas.
Atacar la propiedad de la tierra, controlar la banca por medio del Estado y deshacerse de una deuda, cuyos intereses nos privan todos los años de recursos para mejorar la calidad de vida de la gente; todo eso significa atacar el corazón del sistema. Tarea que puede parecer titánica, pero que, si al menos no la ponemos en consideración, seguiremos respondiendo a las leyes del sistema, para las cuales la desigualdad, la pobreza y marginación de buena parte de la población, son la contrapartida imprescindible para que los poderosos sigan aumentando sus riquezas.
Las propuestas hechas por el Bebe a la salida de la cárcel no eran invenciones “sacadas de la galera”; eran continuidad y puesta a punto de consignas históricas de la izquierda uruguaya -y latinoamericana-. Se puede decir que eran medidas reformistas y no revolucionarias. Pero al menos los reformistas de antes planteaban las reformas como pasos sucesivos hacia el socialismo. Los de hoy apenas se conforman con maquillar al capitalismo.
Vaya el recuerdo de estas ideas como humilde homenaje a nuestro querido Bebe, junto con la invitación al recordatorio que se hace todos los años frente a sus restos en el Cementerio de La Teja, el próximo domingo 28 de abril a las 11:00.
Para terminar transcribo algo que escribí hace 3 años sobre el mes de abril.
ABRIL TRÁGICO Abril es un mes lleno de víctimas de la brutalidad represiva en Uruguay, al servicio de las clases dominantes. El 14 de abril de 1972 fueron asesinados 8 militantes tupamaros, como respuesta de las fuerzas represivas a las acciones contra el Escuadrón de la Muerte. Tres días después, el 17 de abril, otros 8 militantes, esta vez comunistas, fueron asesinados en la Seccional 20 del Partido, en una provocación con miras a adelantar la represión sobre el resto de los comunistas. Dos años más tarde, en 1974, un 21 de abril eran masacradas por la patota militar las 3 jóvenes tupamaras, que serían desde entonces para siempre “las muchachas de abril”. Y diez años después, el 16 de abril de 1984, la dictadura en retirada dejaba otra marca de dolor asesinando en la tortura al médico comunista Vladimir Roslik. Fue también en abril, un 28, en 1989 en París, que murió -probablemente como consecuencia tardía de la saña represiva contra él- Raúl Sendic Antonaccio, el “Bebe”. A él estas líneas de homenaje en otro abril, trágico también por otras causas, pero con las mismas clases dominantes generando las condiciones para que la tragedia sea mayor, mientras ellas siguen concentrando riqueza. Ojalá el recuerdo de estos abriles, en los que los dueños del poder no distinguieron matices políticos a la hora de reprimir al pueblo, nos ayuden a reflexionar en pos de unir todas las fuerzas posibles, pero “no para transar”, como marcaba el Bebe, sino para transformar en serio nuestra patria, poniéndola en manos de los que generan la riqueza con su sangre, su sudor y sus lágrimas. |
P.D.: Alguien que había leído esto último me señaló que abril fue también el mes de la masacre de Salsipuedes (11 de abril de 1831). Lo trágico del mes ya viene de los albores de nuestra historia.