Hugo Tuyá
“Lejos de circunscribirse a las relaciones interpersonales, la seducción se ha convertido en el proceso general que tiende a regular el consumo, las organizaciones, la información, la educación, las costumbres. La vida de las sociedades contemporáneas está dirigida desde ahora por una nueva estrategia que desbanca la primacía de las relaciones de producción en beneficio de una apoteosis de las relaciones de seducción.” (Gilles Lipovetzky,“La era del vacío”, 1983).
Entre varios de los puntos cardinales sobre los que el autor francés nos empuja a reflexionar podemos identificar al individualismo como nodo central de la era posmoderna, sus debates, implicancias sociales, aislamiento personal, atomización y competencia, indiferencia marcada hacia la comunidad. Un concepto ideológico básico y funcional para el liberalismo conservador que hoy impera entre nosotros y que nos ha instalado el carácter excluyente de “nuevas categorías” sociológicas al señalar apotegmas como LIBERTAD RESPONSABLE, NUEVA NORMALIDAD, HACERSE CARGO, LOS MALLA ORO, … que conllevan cierto prurito astuta y políticamente persuasivo y marketinero con un fin previamente planificado y asumido como herramienta de campaña. Efectivamente puesto en práctica particularmente por el ex candidato, hoy presidente, en la medida de ejercitar una peculiar seducción sobre los votantes, ávidos de escuchar precisamente discursos preparados para la ocasión, atiborrados de lugares comunes que todavía permean capilarmente en ciertos sectores de la sociedad un conformismo natural y un “miedo a la libertad” nunca exentos de cualquier riesgo social o económico por venir.
Es lo que Lipovetzky denomina como un proceso de mutación cultural: personalización del individuo, narcisismo incremental, ejercicio del dominio o poder fuera de cualquier disciplinamiento social y uso de la libertad de elección frente a una oferta ilimitada de bienes y servicios, mientras es estimulado por la propaganda al consumo compulsivo de productos innecesarios y a la colonización subjetiva de valores no comunitarios ampliando la brecha social y cultural entre el sujeto y sus congéneres. Tales son algunas de las características doctrinarias de la ímproba y nada ingenua tarea del neoliberalismo como cultura de masas, antagónica a la libertad racional-burguesa de la Ilustración, negador de las soluciones colectivas, y auspiciante de la anomia social. También la estrategia para la efectiva propagación de ideas fuerza que obren como “embelesadoras” de sensibilidades, propiciando recetas mágicas e instantáneas para la solución de temáticas de largo alcance y de problemático cumplimiento. Para ello es necesario un articulador y orador idóneo, respaldado por equipo y hoy, en posmodernidad, con tecnología aplicada, que imponga su carisma y su habilidad personal frente al objetivo de propagandear ideas y datos que persuadan en el mediano y corto plazo: un “Cicerón” consciente de su estrategia y protagonismo en el tinglado de un ciclo electoral de largo aliento. En un rápido recuento de discursos que se adivinan en un año electoral, bastaría teóricamente, -una vez más recordando la campaña de 2019- la inteligencia retórica y gestual de un candidato seleccionado entre pares, para obtener el premio presidencial por sobre programas, compromisos, y sus dificultades de implementación en lo nacional e internacional.
Sin embargo, el surgimiento y consolidación de las redes sociales -hoy también en connivencia con la IA- como instrumento principalísimo en la comunicación política, ha traído consecuencias no previstas por el copyright de la posmodernidad, haciendo abstracción de un dato que, en los tiempos actuales, ofrece señales inequívocas de lugar común generando intercambios en donde la difamación, manipulación, mentiras, y las denominadas fake news constituyen la parte estructural del mensaje. Sobran los ejemplos cotidianos y es esperable que la creatividad de haters y operadores solapados aumenten su incidencia en el debate político, generando confusión temática, falsas y violentas acusaciones sobre personajes públicos, y el consecuente terremoto mediático que puede redundar en beneficio de determinados personajes del espectro de aspirantes. Es altamente posible que este año crucial para el futuro del país tenga como protagonista sobresaliente la comunicación por redes sociales en un único sentido: el de la deconstrucción progresiva del ars política mediante estrategias de pos verdad y deslegitimación, agregando a ello las sospechas del involucramiento narco en asuntos públicos y el lavado de activos, peligrosos indicios de una mutación social y cultural profundas para la convivencia democrático/republicana entre la ciudadanía y las instituciones.
No podemos saber ni interpretar la sensibilidad ciudadana frente a hechos domésticos oscuros que han transitado por el periodo multicolor, solamente a través de mediciones de opinión pública que, de momento, sostienen algunas diferencias de guarismos electorales para el mes de octubre, sorprendentes, pero aún inconducentes a falta de resultados de las primarias de junio. Adicionalmente, y a pesar de los innumerables casos de corrupción comprobada y otros a comprobar, el gobierno, -es decir el presidente, por su altísimo impacto en lo mediático y su manejo del timing político- tiene un alto porcentaje de apoyo popular que ronda desde hace tiempo más del 40% de la ciudadanía… difícil de asimilar por quienes día a día nos enteramos de nuevos elementos que hacen crecer la idea de un gobierno corrupto y una larga lista de situaciones con preguntas sin respuestas esclarecedoras. Pero la posmodernidad pregona y acepta el surgimiento de líderes con fuerte personalidad y apariencia de estadista, sin manifestar demasiada preocupación por su comportamiento ético: las últimas encuestas muestran a la corrupción bastante más abajo que otras “angustias” existenciales: los hechos no existen, solo las interpretaciones… nos refería Nietzsche.
Es notorio, asimismo, el cambio cultural profundo que ha acontecido en los últimos 20 años, luego de la asunción de la izquierda al gobierno nacional y las reformas que se han implementado, especialmente las tecnológicas en el área comunicacional. Esos avances son los que han permitido ubicar al país en un lugar de prestigio dentro de la revolución de las comunicaciones y a la vez, marcar un antecedente sobre las posibilidades de generar cambios con finalidad colectiva en la medida que haya voluntad política, recursos disponibles, y una dirección o rumbo en definiciones estructurales que transformen una realidad con muchos problemas aún irresueltos. Obviamente, y a ojos vistas, pueden ser utilizados para objetivos “non sanctos”, y esa es precisamente la madre de la ortodoxia neoliberal en materia de comunicación de masas: a poca distancia del Uruguay tenemos un ejemplo paradigmático de la bastardizacion de la Política y un proceso peligroso que busca emular estrategias del fascismo y nazismo del pasado.
Podemos asumir que hoy por hoy la comunicación política es la herramienta crucial para el cambio de gobierno, y que los discursos que promueven la seducción espuria y la persuasión de la masa -utilizando a favor las chicanas útiles y tecnología de vanguardia contra el adversario- juegan un papel sustantivo que pueden definir una elección presidencial o departamental, y no pueden ser subestimados en épocas de saturación informativa y cruzamiento de datos falsos de un lado para otro.1 La memoria nos sitúa en Brasil pocos años atrás cuando una andanada de noticias falsas mediante trolls automáticos y operadores judiciales llevó a la cárcel al actual presidente Lula. También de los métodos utilizados por el team trumpista para la obtención del gobierno yankee en 2016. La población uruguaya tiene, a esta altura, referencias y experiencia sobre gestión de gobierno de distintos colores políticos para actuar con raciocinio y sentido común. Se imponen en el imaginario colectivo tradiciones y pautas de conservación de valores que todavía no han desaparecido de la sensibilidad ciudadana. Todos los promitentes candidatos harán lo posible por “seducir” a los votantes elaborando sus disertaciones intentando ampliar el nicho de apoyo. Luce legítimo, aunque aburrido por repetición. Pero no es posible pensar que solamente las promesas de campaña puedan llenar el ojo ciudadano cuando existen problemáticas de todo tipo para resolver, algunas urgentes. Deben acompañar antecedentes de cambios positivos hacia la comunidad efectivamente concretados, honestidad y ética, y compromisos llevados a cabo sin mediación de excusas o de frases antológicas como “pasé a saludar” … que, sin duda, quedará en la memoria de la gente de a pie como otro hito peculiar en la comunicación fluida del presidente frente a crisis ciegas que aún siguen en pie de investigación, y que auguran nuevas sorpresas y perplejidades.
1 Nos referimos al caso Orsi y la acusación por parte de una prostituta trans.