Por Jorge Ramada
“...si estos avances científicos no llegan a la mayoría de la población y si además, por obra de las propias leyes del mercado se agudiza la pobreza y la inequidad, ¿cuál es la utilidad de la Ciencia y Tecnología?”
(Guillermo Foladori – Por una sustentabilidad alternativa)
“La actual revolución tecnológica, está marcada por la estrategia global de reestructuración del capital, con el objetivo de imponer un ajuste que intente recomponer sus tasas de ganancia, en el marco de la crisis multidimensional que afronta el sistema. … Es necesario realizar una valoración crítica del proceso de transformación tecnológica...pero evitando las posiciones de aceptación acrítica del proceso, sin desnudar el carácter de clase que tiene el modelo de implementación de los cambios tecnológicos en los procesos productivos.” ( PIT-CNT – Documento para el XIV Congreso)
Algunas ideas generales
La incorporación de nuevas tecnologías a los procesos productivos, en especial la robótica y la inteligencia artificial, es un tema que preocupa a los trabajadores en general y especialmente a los sindicatos. Desde la óptica patronal se entiende que las nuevas tecnologías “se vienen”, hay que adaptarse a ellas y “es inevitable que se pierdan puestos de trabajo”, por lo que algunos trabajadores tendrán que capacitarse para manejar las nuevas tecnologías y otros “tendrán que reconvertirse”.
A la luz de los conceptos que colocamos en el acápite, corresponde una visión crítica de esas afirmaciones. Por ejemplo, ¿será que las tecnologías “se vienen” (desde algún punto del espacio), o que alguien “las trae”?; ¿es inevitable que se pierdan puestos de trabajo o podría ser que mejorara la calidad de esos trabajos, con disminución de carga horaria incluida?; la supuesta reconversión, ¿será tan sencilla o será un serio problema para trabajadores de cierta edad?, ¿o será una reconversión a puestos de baja y muy baja calidad?
En cada época histórica, los avances científicos y las mejoras tecnológicas surgen de la formación social correspondiente y por tanto están condicionadas por las relaciones sociales en las que fueron creadas y tienden a ser funcionales a ellas, por más que, en la medida en que contribuyen al desarrollo de las fuerzas productivas, puedan tensionar las relaciones sociales y favorecer un cambio positivo de las mismas.
Por tanto no hay dudas que la incorporación de nuevas tecnologías a la producción, aumentando la productividad, en el marco del sistema social vigente, apuntará en primer lugar a favorecer más apropiación de valor por parte del capital en desmedro de lo que queda a los trabajadores. En qué medida se produzca esto dependerá de la capacidad de organización y lucha de los trabajadores en cada caso.
Así como en los orígenes de la revolución industrial los trabajadores más lúcidos no optaron por destruir las máquinas, sino por tratar de organizarse en torno a ellas, hoy en día los trabajadores deberemos buscar cómo valernos de la tecnología para construir nuevos avances en organización y capacidad de enfrentamiento al capital. Pero sin olvidar que ni ciencia ni tecnología son “neutras”.
Es cierto que muchos descubrimientos científicos han contribuido a mejorar la calidad de vida (de la humanidad en general aunque muchos no llegan a los más desposeídos). Podemos aceptar como ejemplo positivo el desarrollo de los teléfonos celulares, en la medida en que esa tecnología se ha democratizado y está a disposición de todos los sectores de la población. Sin negar las políticas de control social por parte de los generadores de esta tecnología y el amontonamiento de información de todo tipo que no contribuye a esclarecer las ideas, es innegable la posibilidad de comunicación que se ha abierto para mucha gente humilde y la posibilidad de organizar colectivos en base a herramientas que provee la telefonía celular.
Pero del mismo modo los descubrimientos científicos han contribuido a aumentar el potencial bélico de las grandes potencias, también funcional al gran capital, que se aprovecha de las guerras para aumentar las ganancias del complejo industrial-militar, se beneficia con la destrucción que se genera y sus subsiguientes “reconstrucciones”, llevadas a cabo por los mismos destructores.
Un ejemplo particular
Bajando a tierra algo de lo escrito más arriba, me gustaría hacer una breve reseña de algunos cambios tecnológicos –supuestas modernizaciones– introducidos o propuestos en estos últimos 20 años para la recolección, clasificación y/o aprovechamiento de los residuos en Montevideo. Aunque se trata de un aspecto puntual, sirve para ilustrar cómo la incorporación de tecnología puede tener en cuenta o no, los aspectos ambientales y sociales.
- A principios de este siglo llegaron los contenedores a Montevideo. Importante cambio tecnológico en la recolección, en un paquete que incluía además camiones especiales para levantarlos y otros para limpiarlos. La mejora alivió la carga de trabajo para los recolectores municipales, pero consolidó el sistema de mezcla y entierro para los residuos con el consiguiente daño ambiental en el mediano plazo (sin entrar a considerar los vínculos con la empresa italiana favorecida con la compra).
- A partir de 2007 comenzaron a instalarse plantas de clasificación (en Montevideo recién en 2013), en el marco del Plan de Gestión de Envases. Un grupo de clasificadores pudo obtener un trabajo formal y parcialmente aliviado por el uso de una cinta transportadora, prensa compactadora y transportador de carga. También se alivió (muy poco) el enterramiento de residuos. La incorporación de tecnología fue muy limitada, por los bajos costos de inversión y operación que asumieron las empresas que financian el plan (las mismas que desparraman envases y embalajes no retornables por toda la ciudad) y al día de hoy es muy poco lo que avanzaron los trabajadores en salario y condiciones de trabajo.
- En 2012 vino la propuesta de una planta de incineración. Tecnología avanzada para eliminar el enterramiento y generar energía. Promovida por la misma empresa (y con los mismos vínculos) que proveyó el sistema de contenedores. Una tecnología que iba a ser abandonada en Europa por su contaminación atmosférica y que ignoraba totalmente la situación social de los clasificadores. Afortunadamente no prosperó aunque más que nada por el costo de la energía que generaría. Los aspectos económicos pesaron más que los ambientales y sociales.
- En 2019 la Intendencia de Montevideo propiciaba un proyecto financiado por el Fondo Capital: nueva tecnología con camiones de caja desmontable, planta de transferencia para compactar residuos y una planta de clasificación semi-automática. Importante inversión pensada ante todo para mejorar la logística y con escasa incorporación de nuevos clasificadores al trabajo formal; pero además privatizando la recuperación de valor al dejar en manos de la Cámara de Industrias la operación de las plantas.
- Por la misma época se incorporan los motocarros para sustituir carros a caballo (impulsados por organizaciones que querían aliviar el trabajo animal, no tanto el humano y apoyados por quienes no querían ver pobres transitando a caballo ciertos barrios). Esto ha generado nuevos trabajos formales y favorecido la recolección selectiva de residuos aprovechables, pero no ha aliviado sustancialmente el esfuerzo físico de los clasificadores ambulantes.
- Por último, este año aparece el proyecto (impulsado por el Ministro de Ambiente y en principio apoyado por las intendencias de Montevideo y Canelones) para crear combustible con residuos. Otra tecnología “moderna” (aunque desarrollada solo parcialmente) al servicio de una multinacional naviera que quiere impulsar sus barcos con metanol. La inclusión social, proclamada en la Ley de Residuos queda en segundo plano.
Repasemos estos ejemplos y volvamos a la pregunta del título: tecnología, ¿para qué y para quiénes?