“URUEXIT”, el intento de romper el Mercosur y desintegrar Nuestra América

 

Por Luis Vignolo

En memoria de Gabriel Bermúdez

 

El presente artículo apareció en la edición de noviembre de 2021de la publicación argentina “Tinta Justa” . Claridad lo ofrece a sus lectores con autorización de su autor.

El mismo día que la oposición uruguaya pasó a la ofensiva presentando casi 800.000 firmas contra la Ley de Urgente Consideración del gobierno conservador, el presidente Lacalle Pou anunció durante una Cumbre Regional que Uruguay negociará en solitario acuerdos bilaterales con países ajenos al Mercosur.

La simultaneidad de ambos hechos, de significado contrapuesto, marca un antes y un después en el escenario político uruguayo, a la vez que en las luchas por el destino de los países de la Cuenca del Plata y la integración indo-afro-latinoamericana y caribeña.

Posteriormente se anunció el inicio de contactos en pos de un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre China y Uruguay. El canciller Bustillo subió la apuesta afirmando que se mantienen conversaciones con todos “los países importantes” incluido Estados Unidos.

El disfraz de la “Flexibilización”

El pretexto con el que se quiere enterrar el bloque, disimuladamente, es la llamada “flexibilización” del Mercosur. ¿En qué consiste? En que cada país negocie individualmente Tratados de Libre Comercio u otros acuerdos bilaterales con países ajenos al Mercosur.

Se trata de un Uruexit semejante al Brexit por el que los británicos abandonaron la Unión Europea, pero ahora planeada como salida disfrazada. El disimulo del Uruexit consiste en conservar la etiqueta, la “marca” Mercosur, pero vaciada de contenido.

Si Angela Merkel declarara que Alemania va a negociar bilateralmente un TLC con Estados Unidos o con China, sin la Unión Europea, sería un escándalo. Todos los portales del mundo titularían “Alemaniaexit”, “ruptura de la Unión Europea”. Lo mismo ocurriría si Macron anunciase un TLC bilateral con Estados Unidos, China o Rusia, sin la Unión Europea.

Aquí en cambio se quiere hacer creer que la supuestamente mágica “flexibilización” y las tratativas bilaterales de Uruguay con China, Estados Unidos u otros países ajenos al bloque regional son apenas detalles técnicos menores que no afectan a la integración.

Sería abandonar la idea del Mercosur como germen de la unidad sudamericana y latinoamericana.

Recordemos que Arturo Ardao reclamaba que el Mercosur se llamase Unión Latinoamericana.

Volveríamos al Uruguay solitario como enclave de la potencia dominante y en consecuencia expuesto a los peores efectos de la mal llamada “guerra comercial” de Estados Unidos contra China.

Nos alejaríamos de la Gran Patria Común Latinoamericana y todas las ideas de unidad de Nuestra América desde Rodó, Carlos Quijano, Arturo Ardao o Servando Cuadro hasta Vivian Trías, Alberto Methol Ferré y Carlos Machado entre tantos otros.

Debemos identificar entonces tanto los adversarios internos como los externos de la unidad. Es decir, el imperio y la oligarquía.

Desde Washington: el Mercosur visto como organización antinorteamericana

En la óptica del poder hegemónico el Mercosur fue definido por diplomáticos estadounidenses como una “organización antinorteamericana” y una “unión política” que “ha chocado con los intereses de Estados Unidos”, según cables secretos revelados a través de Wikileaks publicados en la prensa rioplatense en el 2011.

El texto que califica al Mercosur como “organización antinorteamericana” es el resultado de una reunión de embajadores estadounidenses ante Brasil, Uruguay, Argentina, Paraguay y Chile, realizada en Río de Janeiro.

Allí se sostuvo que el “Mercosur gradualmente fue transformándose de una unión aduanera imperfecta en una organización más restrictiva y antinorteamericana.

La reunión tuvo lugar en el 2007 y evidenció la preocupación norteamericana por la influencia de Chávez.

El texto del encuentro dice que: “La entrada de Venezuela en el Mercosur altera claramente el balance y la dinámica de la organización”.

Casi al mismo tiempo se revelaron otros cables, a través de Wikileaks, referentes a Uruguay, en los que también los diplomáticos norteamericanos afirman que “el Mercosur… ha chocado con los intereses de Estados Unidos”.

Los documentos referidos a Uruguay se redactaron en medio de la confrontación entre Estados Unidos por un lado y Brasil y Argentina por otro, a raíz de las frustradas negociaciones por un TLC entre Uruguay y la potencia norteamericana durante el año 2006.

El encargado de Negocios estadounidense en el Uruguay, James D. Nealon, expresó:

“En los últimos años, el Mercosur ha evolucionado de un foro comercial benigno, a una unión política” que “ha chocado con los intereses de Estados Unidos, particularmente desde que Venezuela se convirtió en su quinto miembro”.

Desde los ‘90: identidad opuesta a los Estados Unidos

Ya en los años ‘90 Madeleine Albright, Secretaria de Estado de los EE.UU. durante el mandato de Bill Clinton, declaró en el Congreso que el nacimiento del Mercosur fue una distracción.

“La administración anterior estaba distraída en otros temas”.

Por su parte la Representante Comercial de Estados Unidos durante el gobierno de Clinton, Charlene Barshefsky, definía al bloque sudamericano como una “desarrollada unión aduanera con ambiciones de expandir sus acuerdos de asociación a toda Sudamérica”.

“Un claro objetivo estratégico con miras a la expansión comercial y una posición más sólida en los asuntos mundiales”. Claramente expresó una visión estratégica y no meramente comercial.

También el ex Secretario de Estado Henry Kissinger advirtió claramente el conflicto: “Es difícil ver cómo el Mercosur podría fusionarse en un acuerdo más amplio con el NAFTA (Estados Unidos, Canadá y México) para promover el crecimiento general en todo el hemisferio. Más bien es probable que afirme la identidad latinoamericana como separada y, si fuera necesario, opuesta a la de EE.UU., y el NAFTA».

Kissinger en su libro “Does America Need A Foreign Policy?”, publicado en el 2000, pero con una visión que todavía era la de finales de los 90, se ocupa reiteradamente del Mercosur.

Compara una y otra vez las tendencias autonómicas del Mercosur con las de la Unión Europea y señala el peligro de que ambos bloques desarrollen una política diferenciada y aún opuesta a Estados Unidos.

Notoriamente en ese libro Kissinger centra su atención en Brasil. Aunque al publicarse el libro ya había llegado Chávez al gobierno en Venezuela, el comandante no era todavía tema de preocupación, al menos en ese texto, quizás porque pudo haber sido pensado y escrito antes.

Precisamente en abril del 2001 Methol Ferré escribió en Cuadernos de Marcha un artículo de cuya gestación participé, titulado “DESMEMBRAR A LA UNIÓN EUROPEA”.

Decía allí: “Luego del derrumbe de la URSS, nada más importante que la intención estadounidense de “balcanizar” (o si se prefiere “latinoamericanizar”) a la Unión Europea.”

Y finalizaba: “Los estadounidenses no solo dicen ‘Mercosur, bye, bye’, ahora quieren agregar ‘Unión Europea, bye, bye’.”

Todo esto dicho varios lustros antes del Brexit, de Trump y del actual AUKUS de Biden.

Es decir que muy claramente desde los años 90 la élite norteamericana percibió al Mercosur como un probable rival, al estilo de la Unión Europea.

En consecuencia intentó dividir y debilitar de diversas maneras el bloque sudamericano: a través del ALCA, de los TLC, de los acuerdos bilaterales económicos y militares, de las Bases militares norteamericanas en América del Sur, y de la propaganda permanente a través de los medios masivos de comunicación.

Esa hostilidad imperial revela la insuficiencia de las interpretaciones que vieron en el Mercosur meramente una manifestación local de la globalización neoliberal, ignorando las contradicciones intercapitalistas, los conflictos interimperialistas y la significación geopolítica de la constitución de bloques con aspiraciones autonómicas, como la Unión Europea.

Marx y Engels comprendieron siempre muy bien la importancia de la unificación alemana, en el siglo XIX, (así como la de otros territorios europeos) como precondición revolucionaria, a pesar de que no se realizara de la manera por ellos preferida.

“Que deje de existir”

Probablemente nadie fue tan explícito entre los políticos uruguayos de mayor protagonismo histórico en su propósito de desarticular el Mercosur como uno de sus fundadores, el ex presidente Luis Alberto Lacalle Herrera, padre del actual mandatario, Luis Lacalle Pou.

Su prédica panamericanista y batllistizada coincide en esencia con la de la Nueva Roma del norte, a diferencia de la de su abuelo, Luis A. de Herrera, el de “Bases Jamás”.

Lacalle padre, publicó el domingo 4 de Junio de 2017, dos años antes del triunfo electoral de la coalición multiconservadora, un artículo editorial con su firma en un conocido matutino uruguayo, el diario El País, titulado: “Un cambio necesario”.

Allí dice textualmente: “Todo ello nos lleva a encarar con firmeza una transformación honda del Mercosur, con serenidad y cautela, proponer que deje de existir, en un proceso amigable de desarmado y de paulatina derogación de sus normas.”

Y por las dudas agrega más adelante: “El Paraguay, finalmente en el camino de la prosperidad, también se beneficiaría grandemente del fin del Mercosur.”

No cabe duda del significado de “proponer que deje de existir” y “fin del Mercosur”.

Agregó: “hay que repensarlo tanto que puede quedar la marca, que se había hecho bastante famosa”.

Este es el otro elemento esencial de su prédica, conservar el nombre, la “marca”, aunque vaciada de contenido.

 

Patria Grande o Muerte

En las antípodas de los Lacalle y sus asociados colorados y cabildantes, Alberto Methol Ferré, quien tanto pensó y escribió sobre la integración, publicó en Cuadernos de Marcha, luego de la muerte de la hija y el nieto de Carlos Quijano, un texto que era tanto un homenaje a Mercedes Quijano y a Carlos Vargas Quijano.

Cómo muy especialmente al mismísimo maestro Carlos Quijano, otro de los mayores apóstoles de la unidad latinoamericana.

Se tituló “MERCOSUR O MUERTE”, aunque por alguna extraña -o no tan extraña- razón se ha seguido reproduciendo no con el título original, sino con el más inocuo subtítulo “Nuestras tres ebulliciones totalizadoras”.

Prefiero recordarlo con su verdadero título “Mercosur o Muerte”, que significa esencialmente “Patria Grande o Muerte”, “Unidad Latinoamericana o Muerte”.

En cambio quienes hoy impulsan y aprueban la “flexibilización” del Mercosur en vez de proclamar, como Methol, Mercosur o Muerte, están impulsando la muerte del Mercosur. La muerte del Mercosur en vez de Mercosur o muerte.

En las garras del nuevo Yalta en etapas

Vivian Trías sostenía que cuando una potencia capitalista hegemónica pero declinante se enfrenta a potencias capitalistas ascendentes se produce una re-división imperial, como ocurrió en el siglo XX a través de las dos guerras mundiales.

La discusión acerca de cuál es el sistema económico chino no altera el fondo del asunto.

A mi entender China es el máximo ejemplo de la vigencia de la “Ley del Desarrollo Desigual y Combinado” expuesta por Trotsky y tan central en los planteos de Vivian Trías y Jorge Abelardo Ramos.

Hoy quizás se evite una guerra mundial al estilo de las del siglo XX por la amenaza de autodestrucción masiva que implica el armamento nuclear. Sin embargo estamos viviendo una especie de guerra mundial por etapas o en cuotas, que yo prefiero llamar un nuevo Yalta en etapas, es decir una nueve redivisión en cuotas.

Reparto muy bien ejemplificado por la división entre Georgia por un lado y Abjasia y Osetia del Sur por el otro, la de Ucrania respecto de Crimea y Donbas, o las áreas de influencia en que se ha repartido el tan sufrido territorio sirio.

Apostar nuevamente a la balcanización del Mercosur y de Nuestra América en general, a la vez que se cultiva el alineamiento automático con la política exterior de Estados Unidos como hace el actual gobierno multiconservador, mientras al mismo tiempo juega con los cuentos chinos, es lanzarnos irresponsablemente a la lucha de las potencias en esta época de nueva redivisión imperial.

En tanto sigue siendo cierto que “el Uruguay es la llave de la Cuenca del Plata y el Atlántico sur” como decía Methol -idea comprendida respecto de Montevideo desde la época colonial-, esa política es muy riesgosa. Porque en el núcleo de esa condición está el rol militar que el Uruguay juega para Estados Unidos, como antes lo jugó para Inglaterra, Francia, Portugal y España.

El general Víctor Licandro, fundador del Frente Amplio y preso político de la dictadura, tenía una comprensión muy clara y extremadamente preocupada acerca del problema.

Recordemos simplemente, para abreviar una larguísima historia de siglos, que entre noviembre y diciembre del 2018 una base militar de Estados Unidos se instaló ominosamente en el aeropuerto de Carrasco de Uruguay durante la Cumbre del G20 realizada en Argentina.

Hoy se discute el destino económico de los puertos y aeropuertos uruguayos, pero no se reflexiona sobre su inevitable función militar para el imperio.

Así, a pesar de los retrocesos, la unidad de Nuestra América indo-afro-latinoamericana, que prefiero definir como una “Civilización de Civilizaciones” a la búsqueda de su Estado Continental plurinacional, seguirá retornando una y otra vez.

Porque nuestras necesidades comunes lo imponen, porque la geografía no se muda, y porque como decía Carlos Quijano “es nuestra tierra prometida”. Fieles le seremos.