La Rosa continúa siendo roja: En el centenario del asesinato de Rosa Luxemburgo

 

Por: Edmundo Ballesteros

El 15 de enero de 2019 Rosa Luxemburgo fue asesinada junto a Karl Liebknecht en el marco de la represión desatada contra el levantamiento insurreccional, una decisión que acompañó disciplinadamente aun discrepando  con la oportunidad de la misma.

Su vida estuvo consagrada al ideal socialista, siendo una de las figuras más destacadas del socialismo durante muchos y largos años. Formó parte del ala izquierda e internacionalista de la socialdemocracia y  luego creando la Liga Espartaco y el KPD (Partido Comunista).

En el seno de la socialdemocracia fue un  aguijón permanente: Se opuso al evolucionismo bernsteniano, ya que el revisionismo  apuntaba al corazón de la teoría marxista porque diluía en un horizonte muy lejano-y siempre pospuesto- los objetivos finales, la lucha por una sociedad socialista.

En el pensamiento dialéctico de Rosa Luxemburgo había una relación entre medios -lucha de clases- y fines, que Bernstein  y el reformismo en general negaban. A su vez, reforma y revolución no eran dos estrategias que diferían por la “duración” o la “velocidad” del cambio histórico. La estrategia revolucionaria incluía combates parciales por reformas. Pero si la reforma social se convertía en un fin en sí mismo, se erigía como obstáculo en la lucha por una nueva sociedad. Y, dado que las reformas sociales no podían ofrecer “más que promesas carentes de contenido, la consecuencia lógica de semejante programa será necesariamente la desilusión”

También polemizó con las grandes figuras: J. Jaurés, C. Kautsky, V. Lenin y L. Trotsky  tanto sobre cuestiones teóricas, como políticas, estratégicas y tácticas.

Sus preocupaciones principales fueron: no quedar atrapada en el reformismo y enlazar sin falla la noción del socialismo con la libertad, así le decía a Leo Jogiches: “…Espero siempre ser fiel a los principios del movimiento”.

Hoy, en el centenario de su asesinato, algo resulta claro: su eliminación, producida bajo la responsabilidad directa de la socialdemocracia, personalizada en el Ministro Noske, no fue un acto aislado, ni un desborde espontáneo de los “Cuerpos Francos”,  que luego de arrestarla en su domicilio e interrogarla en el Hotel Edén la eliminaron. Su cuerpo fue arrojado por los verdugos al Landwehrkanal y apareció días más tarde. Su asesinato fue parte de un plan sistemático de guerra a la revolución.

Para  CLARIDAD Rosa Luxemburgo es una referencia de primer orden. Entre las cosas que sobresalen de sus enseñanzas figura su lucha en el seno del movimiento obrero contra el reformismo, la claudicación, el abandono de los principios; todo esp con que convivimos a diario en el modesto quehacer militante del siglo XXI bregando por el horizonte socialista en los tiempos del progresismo.

Retomamos este pasaje de la despedida de Clara Zetkin: “Espada y llama de la revolución, su nombre quedará grabado en los siglos como el de una de las más grandiosas e insignes figuras del socialismo internacional”

En el Centenario de su asesinato, entendimos necesario y pertinente reproducir este material aparecido en Rebelión y tomado de Mundo Obrero.

HUBO UNA VEZ UNA REVOLUCIÓN EN ALEMANIA: El asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht

Por: David Arrabalí (Mundo Obrero)

La noche del 15 de enero de 1919 en Berlín, fue detenida Rosa Luxemburgo: una mujer indefensa con cabellos grises, demacrada y exhausta. Una mujer mayor, que aparentaba mucho más de los 48 años que tenía.

Uno de los soldados que la rodeaban, le obligó a seguir a empujones, y la multitud burlona y llena de odio que se agolpaba en el vestíbulo del Hotel Edén le saludó con insultos. Ella alzó su frente ante la multitud y miró a los soldados y a los huéspedes del hotel que se mofaban de ella con sus ojos negros y orgullosos. Y aquellos hombres en sus uniformes desiguales, soldados de la nueva unidad de las tropas de asalto, se sintieron ofendidos por la mirada desdeñosa y casi compasiva de Rosa Luxemburgo, "la rosa roja", "la judía".

Le insultaron: "Rosita, ahí viene la vieja puta". Ellos odiaban todo lo que esta mujer había representado en Alemania durante dos décadas: la firme creencia en la idea del socialismo, el feminismo, el antimilitarismo y la oposición a la guerra, que ellos habían perdido en noviembre de 1918. En los días previos los soldados habían aplastado el levantamiento de trabajadores en Berlín. Ahora ellos eran los amos. Y Rosa les había desafiado en su último artículo: «¡El orden reina en Berlín! ¡Ah! ¡Estúpidos e insensatos verdugos! No os dais cuenta de que vuestro orden está levantado sobre arena. La revolución se erguirá mañana con su victoria y el terror asomará en vuestros rostros al oírle anunciar con todas sus trompetas: ¡Yo fui, yo soy, yo seré!».

La empujaron y golpearon. Rosa se levantó. Para entonces casi habían alcanzado la puerta trasera del hotel. Fuera esperaba un coche lleno de soldados, quienes, según le habían comunicado, la conducirían a la prisión. Pero uno de los soldados se fue hacia ella levantando su arma y le golpeó en la cabeza con la culata. Ella cayó al suelo. El soldado le propinó un segundo golpe en la sien.

El hombre se llamaba Runge. El rostro de Rosa Luxemburgo chorreaba sangre. Runge obedecía órdenes cuando golpeó a Rosa Luxemburgo. Poco antes él había derribado a Karl Liebknecht con la culata de su fusil. También a él le habían arrastrado por el vestíbulo del Hotel Eden.

Los soldados levantaron el cuerpo de Rosa. La sangre brotaba de su boca y nariz. La llevaron al vehículo. Sentaron a Rosa entre los dos soldados en el asiento de atrás. Hacía poco que el coche había arrancado cuando le dispararon un tiro a quemarropa. Se pudo escuchar en el hotel.

La noche del 15 de enero de 1919 los hombres del cuerpo de asalto asesinaron a Rosa Luxemburgo. Arrojaron su cadáver desde un puente al canal. Al día siguiente todo Berlín sabía ya que la mujer que en los últimos veinte años había desafiado a todos los poderosos y que había cautivado a los asistentes de innumerables asambleas, estaba muerta. Mientras se buscaba su cadáver, un Bertold Brecht de 21 años escribía:

La Rosa Roja ahora también ha desaparecido.

Dónde se encuentra es desconocido.

Porque ella a los pobres la verdad ha dicho

Los ricos del mundo la han extinguido.

Pocos meses después, el 31 de mayo de 1919, se encontró el cuerpo de una mujer junto a una esclusa del canal. Se podía reconocer los guantes de Rosa Luxemburgo, parte de su vestido, un pendiente de oro. Pero la cara era irreconocible, ya que el cuerpo hacía tiempo que estaba podrido. Fue identificada y se le enterró el 13 de junio.

En el año 1962, 43 años después de su muerte, el Gobierno Federal alemán declaró que su asesinato había sido una "ejecución acorde con la ley marcial". Hace sólo nueve años que una investigación oficial concluyó que las tropas de asalto, que habían recibido órdenes y dinero de los gobernantes socialdemócratas, fueron los autores materiales de su muerte y la de Karl Liebknecht.

EN BERLÍN MILES DEPERSONA PARTICIPAN EN EL HOMENAJE A “LA ROSA ROJA”,

Por: David Arrabalí. (Mundo Obrero)

El mes de enero suele ser una de las fechas más esperanzadoras para todos aquellos alemanes que aún creen en una alternativa izquierdista al actual sistema neoliberal. Hasta el próximo 15 enero se celebrará la ya tradicional conferencia internacional «Rosa Luxemburg» que finalizará con la manifestación que ese día recorrerá, en honor de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, las calles de Berlín camino del «cementerio de los socialistas».

Esta manifestación a la que en año pasado asistieron cien mil personas, junto con la Conferencia organizada por el diario izquierdista Junge Welt, se celebra cada año con motivo del asesinato, el 15 enero de 1919, de la luchadora social alemana, de origen polaco, Rosa Luxemburgo, figura central del socialismo internacional revolucionario y fundadora del Partido Comunista Alemán (KPD), partido político ilegalizado por el gobierno alemán y prohibido en la actualidad en ese país.

Rosa Luxemburgo fue asesinada por las tropas de asalto al servicio de la socialdemocracia. Junto a ella murió su camarada Karl Liebknecht. Nació el 5 de marzo de 1871. Mucha gente sigue la tradición de la Alemania oriental de asistir a la manifestación para recordarla, su respeto lo demuestran depositando claveles rojos en el monumento dedicado a la «Rosa Roja» y a los socialistas y comunistas que trabajaron por un mundo mejor.

VIGENCIA Y PERMANENCIA DEL PENSAMIENTO DE ROSA LUXEMBURGO  

Por : David Arrabalí. (Mundo Obrero)

"Qué extraordinario es el tiempo que vivimos", escribía Rosa Luxemburgo en 1906. "Extraordinario tiempo que propone problemas enormes y espolea el pensamiento, que suscita la crítica, la ironía y la profundidad, que estimula las pasiones y, ante todo, un tiempo fructífero, preñado".

Rosa Luxemburgo vivió y murió en un tiempo de transición, como el nuestro, en el que un mundo viejo se hundía y otro surgía de los escombros de la guerra. Sus compañeros intentaron construir el socialismo, sus asesinos y enemigos ayudaron a Adolf Hitler a subir al poder.

Hoy, cuando el capitalismo demuestra una vez más que la guerra no es un accidente, sino una parte irrenunciable de su estrategia. Cuando los partidos y organizaciones "tradicionales" se ven en la obligación de cuestionar sus formas de actuar ante el abandono de las masas. Cuando la izquierda transformadora aboga exclusivamente por el parlamentarismo como vía para el cambio social. Cuando nos encontramos ante una enorme crisis del modelo de democracia representativa y los argumentos políticos se reducen al "voto útil".

Hoy, decimos, Rosa Luxemburgo se convierte en referente indispensable en los grandes debates de la izquierda. No es sino su voz la que se escucha bajo el lema, aparentemente novedoso: "Otro mundo es posible". Ella lo formuló con un poco más de urgencia: "Socialismo o barbarie".

Su pensamiento, su compromiso y su desbordante humanidad nos sirven de referencia en nuestra lucha para que este nuevo siglo no sea también el de la barbarie.

* David Arrabalí es miembro del Consejo de Redacción de la revista Mundo Obrero y master en Materialismo Histórico y Teoría Crítica por la Universidad Complutense de Madrid (UCM).