Milei, Macri y Villarruel

Griselda Leal Rovira

Las internas de la política de gobierno y oposición en la República Argentina están complicadas.

Por un lado el gobierno de Javier Milei viene siendo fuertemente criticado tanto dentro como fuera del país. Internamente son muchas y multitudinarias las marchas con personas de todas las edades y grupos sociales que protestan contra las medidas tomadas, en algunos casos por la amenaza de las privatizaciones, entrega del patrimonio, acusando de colonialismo, sumisión a los grandes poderes de las corporaciones, a los gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra e Israel y hay quienes incluso lo catalogan de narco-gobierno-capitalista, pero en la mayoría de los casos la población protesta por los despidos y la brutal crisis económica con precios que se disparan día a día a que los someten con el cuento de que en un futuro el país va a estar mucho mejor.

Lo que no dicen es que la mejoría vendría a costa del hambre del pueblo, se ahorra por un lado paralizando obras del Estado, despidiendo trabajadores públicos, recortando salarios y jubilaciones, a la cultura y la educación, a los medicamentos para enfermedades graves y hasta no dando insumos a los comedores populares, es decir, deteriorando la calidad de vida y aumentando la pobreza.

Muchos de los votantes de Milei aún se aferran a la ilusión que les vendieron, pero un grupo importante está viendo en la trampa en que están metidos. Cuanto más tiempo continúe este plan de gobierno, mayor va a ser el daño que inflija a la población y mayor el saqueo a las riquezas del país que pertenecen a todos los argentinos.

Pero ya se están viendo grietas en las esferas de mando.

Para llegar al gobierno debieron juntarse los tres grupos de ultra-derecha, Javier Milei con sus seguidores sin un partido, una historia, ni experiencia política, el viejo zorro de Macri con la experiencia de un período de gobierno en el que saqueó, endeudó y favoreció a sus amigos y a sí mismo, aportando un importante grupo de dirigentes veteranos en el mando que siguen su misma filosofía, como la actual Ministra de Seguridad de la República Argentina Patricia Bullrich y el Ministro de Economía Luis Caputo y finalmente la nueva figura de Victoria Villarruel, abogada, de buenos modales, impecable imagen externa pero con profundas raíces en la casta militar, reivindicando la dictadura y con contactos en otras épocas con genocidas como el ex presidente Jorge Rafael Videla a quien visitaba mientras estaba detenido.

No todo es color de rosa en este combo de mandos.

En la medida en que la imagen de Milei se deteriora no sólo por sus decretos, que ya es mucho que decir, sino también por su imagen como persona que no está en sus cabales, con misticismos, brujerías, un lenguaje ordinario y frecuentes ataques violentos contra quienes se le oponen, muchos destacados personajes de derecha que en un principio veían con buenos ojos poder utilizarlo en su favor, están poniendo distancia por temor de caer en el ridículo, pero sobre todo porque se dan cuenta que no va por un buen camino, su ansiedad y servilismo lo obliga a acelerar los tiempos de los cambios que tiene en la meta, entregar el país, privatizar aún a costa de la sangre del pueblo y arriesgando meterse en conflictos internacionales tomando partido por un gobierno genocida como el de Israel, liderado por Benjamín Netanyahu.

Por su parte Mauricio Macri es un estratega de la política, acostumbrado al mando y a no tolerar ataques de adversarios, se está mostrando hasta cierto punto paciente y distante, aunque no muy conforme con el papel de segundón que por ejemplo debió soportar en el encuentro de empresarios y dirigentes de derecha que se realizó en el hotel Llao Llao de Bariloche en el que Milei fue la estrella diciendo a los empresarios barbaridades que rayan en el delito, y el presidente Lacalle Pou humildemente marcando su postura moderada dentro del grupo ultra-derechista con un discurso en defensa del Estado protector de los más débiles, en contraposición a la postura del presidente argentino que proclama a los cuatro vientos la ventaja de destruir el Estado.

Macri debe estar haciendo sus cálculos para cuando el mandato de Milei no dé para más y para eso cuenta con la complicidad de la vicepresidenta Villarruel, quién seguramente también lo ha de necesitar, siendo que tampoco tiene una estructura adecuada para gobernar.

Sin duda va a ser, en caso que se dé, una alianza muy peligrosa, no contando con la mala imagen de Milei, pero con el campo abonado para seguir por el mismo camino aunque de una manera “más civilizada”, es decir, “un mal menor”, que es lo mismo que decir, que todo siga igual.

Por otra parte la oposición es fundamentalmente peronista y es sabido que el peronismo no es homogéneo, hay marcadas y diferentes posturas que van de izquierda a derecha en la corriente del pensamiento con diversos matices.

Históricamente la Argentina se ha dividido entre anti-peronistas y peronistas, éstos últimos en ocasiones con enfrentamientos violentos e irreconciliables.

La brecha se marcó en la última elección que favoreció a Milei con el voto de odio, fomentado en parte por los grandes medios de comunicación, particularmente de la televisión abierta, insistiendo en contra de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a la que catalogaban con los peores improperios aunque no hubiera determinación por parte de la justicia, pese a que la justicia en el vecino país deja mucho que desear, teniendo en cuenta diversos casos como el del fiscal Nisman, el atentado a la embajada de Israel y el intento de asesinato a la propia ex presidenta.

Algunos peronistas se están mostrando cercanos al gobierno, el ejemplo más claro es el de el actual Secretario de Turismo, Ambiente y Deportes del Ministerio del Interior, Daniel Scioli, que pertenece o pertenecía al partido Justicialista, fue vice presidente de la Nación, candidato presidencial en el 2015, gobernador de la Provincia de Buenos Aires y últimamente embajador en Brasil, aunque no es el único que ha sido complaciente con el actual gobierno.

Por otro lado hay figuras que se muestran en la vereda de enfrente como la ex presidenta Cristina Kirchner, quien aparentemente no tiene intención de postularse para un tercer mandato pero es sin duda la máxima líder de lo que se ha dado en llamar el kichnerismo, capaz de nuclear a casi la mitad del electorado, el actual gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, hombre joven con muy buena imagen pero con un perfil más bajo y el abogado Juan Grabois, pre candidato peronista que en la última elección interna fue superado en votos por Segio Massa, que en su momento era el jefe de gabinete del gobierno de AlbertoFernández.

Por otra parte, aunque se trata de un grupo pequeño pero con gran fuerza, está el Frente Izquierda, liderado por Myriam Bregman, abogada y activista, fue legisladora de la Ciudad de Buenos Aires y actual miembro de la Cámara de Diputados, y Nicolás del Caño, dirigente del Partido de los Trabajadores, Diputado Nacional.

Sin duda que de acuerdo a analistas, los próximos meses han de ser cruciales para una definición del gobierno, pero es evidente que va a ser difícil que el presidente logre dominar su carácter de modo de amoldarse a un acuerdo con la ciudadanía y la oposición. Por otra parte está rodeado por un círculo que no le favorece, especialmente su hermana Karina, mujer con amplios poderes dentro del gobierno, dominante y con escasa formación, que suele recurrir a un esoterismo básico pero que hasta el momento le ha dado buenos resultados.

La situación tiene algo de surrealista y ha de pasar a la historia como un período atípico y hasta humorístico, si no fuera de lamentar la entrega del patrimonio.

Las expectativas son muchas, algunos optan por esperar, pero el tiempo corre en contra del país, de la región y de la gente.