Gaza es el principio del fin

 

Florencia Salgueiro

El genocidio en Gaza es un signo más de un orden internacional que se está derrumbando. Un ejemplo de la hipocresía occidental, que ya podíamos ver desde antes, pero que ahora nos escupe en la cara. Una prueba de que los valores de los derechos humanos y la democracia, con los que EE.UU. y Europa se llenaron la boca, son solo una máscara. Que el occidentalismo es una mentira, porque no todas las vidas valen lo mismo: una cosa son las personas blancas y “civilizadas”, otra los que no tengan el mismo color de piel o la misma religión.

 

 Vista de la destrucción en Gaza

El sistema todo está en crisis. Si los fallos de la CIJ no valen nada, los testimonios de UNICEF no valen nada, la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no valen nada, ¿cuáles serán las siguientes instituciones en caer? Si los DD.HH. no son más que papel mojado ¿cuántos más conflictos están por explotar? Si Israel puede bombardear la embajada de Irán en Siria, no parece sorprendente que Ecuador irrumpa en la embajada de México en su país, recordándonos lo que hacía la dictadura uruguaya persiguiendo a Elena Quinteros en la embajada venezolana en Montevideo. Son fichas de dominó que se caen, y debería atemorizarnos lo que puede ser el mundo en el que solo importa la ley del más fuerte, del que tiene el respaldo de una potencia, del que tiene las armas.

La altura moral de Occidente está completamente en ruinas. Podemos empezar a ver cómo recién ahora, a seis meses de genocidio, EE.UU. se abstiene en el CSNU (en lugar de vetar las resoluciones de alto al fuego, como hizo dos veces), Francia dice que va a juzgar a sus nacionales que hayan ido a ser parte de las Fuerzas de Ocupación de Israel y que vuelvan a territorio francés. Es esperable que traten de utilizar a Netanyahu de chivo expiatorio, como si todo esto fuese culpa de solamente una persona, y no de un sistema que está basado en una ideología profundamente enferma, para intentar salvar su reputación.

Pero desde la Nakba, desde la ocupación de tierras luego de la Guerra de los Seis Días, desde los acuerdos de Oslo y su evidente incumplimiento, Israel estuvo cometiendo crímenes impunemente, desde mucho antes que Netanyahu llegase al poder. El sistema de apartheid que han denunciado la ONU, Amnistía Internacional, Human Rights Watch, no depende de una persona ni de un gobierno de derecha. Tiene raíces mucho más profundas, y que tienen que llevar a un cuestionamiento muchísimo más profundo. Por eso tampoco deberíamos sentir alivio por el hecho de que haya movilizaciones contra el actual gobierno: no si solamente cuestionan al primer ministro y no a todo el andamiaje que permitió que una ideología organice a una sociedad alrededor de la idea de que existen dos clases de ciudadanos, o que hay justificativos para llevar a cabo cualquier tipo de crimen de guerra. Poque Israel puede matar 30.000 personas según estimativos claramente conservadores, segar las vidas de 12.000 niños, y EE.UU. le sigue proveyendo armas. Porque Joe Biden puede “by-pasear” su propio Congreso para financiar de manera extraordinaria la matanza de palestinos, y no pasa nada. Porque Israel puede violar flagrantemente lo que la CIJ le pide, no entregar el informe sobre cómo está evitando la matanza de civiles, y no pasa nada. Y ese tipo de impunidad no se construye en un día ni en seis meses.

 

Campamento de refugiados palestinos

Lo peor de todo es tener toda esta evidencia, y además las declaraciones claramente genocidas de autoridades de Israel, diciendo que son cucarachas que hay que limpiar, preparando ya el reparto de tierras robadas, ocupando aún más territorio en Cisjordania, donde Hamas no tiene presencia, incluso cometiendo ataques en territorio del Líbano y Siria, son todas las fotos, los videos, los testimonios en tiempo real. Eso es una diferencia con otras matanzas: no nos enteramos del genocidio de Ruanda tan rápido como este. Cuando sucedieron las matanzas en Bosnia no teníamos Facebook, WhatsApp, Twitter, era posible fingir demencia o tal vez dar el beneficio de la duda. Pero ahora nos bombardean las imágenes más crueles que puede tolerar una persona, y además tenemos que ver cómo el mundo lo ignora en tiempo real.

La matanza es tan continua que nos desensibilizamos a tanto dolor. A tantos crímenes de guerra, a tanto genocidio. Y a tanta bajeza de personas tratando de defender lo indefendible, diciendo que Israel no bombardeó hospitales, cuando era evidente que sí, diciendo que Israel no bloquea la ayuda humanitaria, cuando es obvio que sí, diciendo que Israel solo está persiguiendo a Hamas, cuando es evidente que están llevando a cabo una campaña de tierra arrasada, con drones, soldados, bloqueo, bombas, incluso armas químicas. Acusando de antisemitas o cómplices de Hamas a todos los que protestamos por tan inaudita crueldad.

Ante esto, los gobiernos del Sur Global deberíamos estar unidos en protesta, tratando de sostener como podemos un mundo que está amenazado pero que es el que garantiza nuestra existencia. Porque no cabe duda de que las técnicas que Israel está usando en Palestina, con drones, cortando el internet para que sus crímenes no se conozcan, usando inteligencia artificial para bombardear objetivos en sus casas junto a sus familias, van a ser utilizados por otros gobiernos. Los palestinos son conejillos de indias de las guerras que se vienen en los próximos años.

 

Manifestación palestina

En lugar de eso, estamos muy ocupados teniendo gobiernos cómplices, que por la aprobación de EEUU venden sus principios de política exterior baratos, baratísimos. Deberíamos estar retirando nuestros embajadores de Israel, considerando hacer lo mismo en los países que venden armas para masacrar niños palestinos y que financian el genocidio. Deberíamos estar coordinando posiciones en la Asamblea General de Naciones Unidas, como supimos hacerlo en décadas pasadas. Deberíamos alzar nuestras voces al unísono para aferrarnos con uñas y dientes a un sistema de DD.HH., de reglas internacionales, de organizaciones. Pero somos demasiado cortos de vista, demasiado pacatos, demasiado asustados de ser acusados de antisemitas por decir que está mal pasar con tanques por arriba de civiles esposados, que está mal cortar la electricidad que mantiene a niños prematuros vivos en sus incubadoras, que está mal usar fósforo blanco, que está mal hacer limpiezas étnicas y justificarlas como un derecho divino, que inventar que hubo 40 bebés decapitados y violaciones masivas, que está mal asesinar doctores, trabajadores humanitarios, periodistas,  es un crimen de guerra inexcusable.

Ojalá que no tenga razón, pero temo que en unos años vamos a mirar hacia atrás y ver el genocidio en Gaza como el comienzo del fin, como la inauguración de una época oscura. Y vamos a preguntarnos qué hicimos para evitarlo y sin dudas llegaremos a la conclusión de que demasiado poco, demasiado tarde. Que fuimos demasiado blandos con todos los cómplices, que toleramos demasiado a los que alentaron un genocidio. Que fuimos cobardes y que no estuvimos a la altura. Que nos preocuparon demasiado cuestiones electorales, qué opinó un candidato sobre otro, qué pasó con el partido de fútbol o el programa de televisión de moda. Ojalá todas las víctimas del genocidio en Gaza nos tengan piedad desde el más allá: si yo fuese ellos, no la tendría.