En relación al acto conmemorativo de la reapertura de Casa del Pueblo

 

 

El 23 de agosto en la calle Soriano frente a la histórica sede del Partido Socialista, se descubrió una placa en el marco de la construcción de memoria democrática, recibimos esta carta de Pablo Martínez militante socialista, con la cual inauguramos este espacio de abierto a los lectores de Claridad.

Vista de la concurrencia mitin

 

 

 

¿Por qué cerraron El Sol?

El 23 de agosto pasado, a 34 años de la recuperación de la Casa del Pueblo, los socialistas cruzamos la puerta y volvimos a la calle, volvimos a discutir, gritar, denunciar, recordar y emocionarnos en la calle. Para que  nos vean y nos escuchen. En esa jornada, donde nos encontramos mujeres y hombres socialistas de distintas generaciones, sentimos que ésta herramienta del pueblo uruguayo, es construida por muchísimos compañeros y compañeras a lo largo de la historia, que dedicaron su vida a denunciar la forma en que vivimos, la miseria que genera el capitalismo para los trabajadores y los diferentes excesos que a lo largo de la historia de nuestro país los sectores dominantes fueron ejerciendo sobre nuestro pueblo. Levantando la voz contra los atropellos estuvo siempre el pueblo organizado y siempre hubo allí, bien prendido al pueblo, la voz de un socialista o de una socialista.

En 1967 Jorge Pacheco intenta callarnos de la forma más bestial e intolerante. Decide proscribir al PS y clausura el periódico El Sol. El miércoles, en el acto, mientras escuchaba a distintos compañeros me surgió la pregunta; ¿por qué cerraron El Sol? Si los dueños de los canales de televisión defendían los mismos intereses, manejaban las radios y tenían los medios de prensa más leídos, ¿podía hacerle  daño un periódico fruto del esfuerzo de un centenar de trabajadores y trabajadoras? ¿Qué buscaban aquellos que se sentían dueños del Uruguay con estas medidas?

Seguramente, además de una manifestación de poder, fue una medida ejemplarizante; “nadie podrá en este país ir en contra de los intereses de la derecha más conservadora”. No obstante estoy convencido que también buscaron, quizás sin detenerse a pensarlo demasiado, evitar que los socialistas dialoguen con los trabajadores e impedir que la izquierda sume voluntades. Pensaron que tapiando la puerta de nuestra casa y cerrando nuestra imprenta estarían aislándonos, impedirían que nuestra voz sea escuchada. Pero nuestra voz salía de las fábricas, de las obras, de los liceos, de las universidades, de los barrios. Las herramientas de cambio las construyen los pueblos para encausar su firme voluntad de liberarse, para revelarse frente a lo establecido, porque lo establecido duele. La tarea de los militantes siempre estará basada en el dialogo, en el intercambio con el otro para conocer a fondo la realidad de nuestro pueblo.

Comunicarnos, no es solamente comunicar, implica escuchar y aprender, decir lo que pensamos, pero estar abiertos a conocer otras visiones. Esta es una condición necesaria para cualquier transformación profunda, ganar la calle, que nuestra voz siga siempre resonando en los espacios públicos, salir al encuentro con la gente.

En estos momentos necesitamos reorientar el sentido de nuestra militancia, volver a dialogar, derribar los muros que encierran a nuestra casa del pueblo y salir. Nuestro proyecto político tiene sentido en la medida en que se articula con todo el pueblo organizado. La derecha tiene claro que nuestra herramienta más fuerte es la convicción de que una vida que ponga a los seres humanos en el centro es posible y necesaria. Desde esta convicción levantamos nuestras banderas y salimos a disputar el sentido de la vida en la calle codo a codo.

Pablo Martínez Nobre