¿Me prestas algo para leer?

¿ME PRESTÁS ALGO PARA LEER?

Cuando leemos libros, diarios o revistas de autores nacionales, encontramos anécdotas y cuentos que dicen del estilo, o la idiosincrasia del humor uruguayo. Pero si algún autor no nacional nos motiva en el humor también lo sentimos como propio; emulando a Tolstoi «describe el humor de tu aldea y describirás al mundo». Insistimos en recalcar, que lo escrito aquí son solo ejemplos de humor, y solo una ínfima muestra de los distintos textos gráficos que nos pueden haber hecho reír.

Libros

Rada (de Fernando Peláez Bruno)

Iba un negro en una ciudad de Estados Unidos caminando por una calle. Se encuentra con un señor de la colectividad judía y el señor le pregunta: «Perdóneme, mire, yo ando buscando el bar La Carroza de Oro, tengo que ir a bailar». Y entonces el negro le contesta todo en yiddish

El judío, que le entendía perfectamente, le dice: «Pero, ¿cómo es posible que usted hable así, tan bien este idioma? «Bueno, le que pasa es que yo soy judío». Y el señor le contesta: «Pero, ¡no se conforma con ser negro!». Andamios (de Mario Benedetti)

«Un torturador no se redime suicidándose, pero algo es algo».

Por la vereda del sol (de Hugo Alfaro)

1.«…la tacañería no es la base del equilibrio presupuestal»

  1. «… aunque las reuniones no podían ser sino informales, si había damas, Quijano se comportaba «en estilo». Un día se levantó ceremoniosamente y dijo: «Excúsenme, voy a telefonear». Y el Negro Gutiérrez acotó: «Vaya, vaya, que si no se va a telefonear encima». Quijano salió caminando durito, no sé si por el apremio, o para hacerse el desentendido e ignorar la broma.
  2. Aquel telegrama de un centro estudiantil del interior del país, que envió a otro de Montevideo: «Adherimos huelga. Manden motivos».

Trilogía sucia de la Habana (de Pedro Juan Gutiérrez)

«… me sentaba a conversar con Pedro Pablo y me decía: «La vida debe regirse por dos cláusulas, la primera dice: cada ser humano tiene derecho a hacer lo que le dé la gana. Y la segunda: «Nadie está obligado a obedecer la cláusula anterior».

Eleuterio Fernández Huidobro. Sin Remordimiento 

(de María Urruzola)

Decía E.F.H.: «El problema no son los burros, el problema son los burros con iniciativa». 

Con la radio no se juega (de Vicente Dumas Sottolani)

Anécdotas ocurridas en las radios nos cuenta el autor en este libro. Apuntamos algunas de las muchas y buenas que Sottoani nos cuenta: «En la desesperación cuando venía la hora del informativo, y tenías a veces pocas noticias locales; íbamos urgente a pedir noticias en internacionales para que te sacaran del apuro. Con un carrito con cables que subían y bajaban de un piso a otro, al minuto te enviaban un salvavidas. A veces sin revisar mucho el papelerío, entre la elección de un Miss Universo, una rebelión en África, o un premio Nobel, se colaban los resultados del béisbol de los EE.UU., y enterabas a los desconcertados paisanos uruguayos de que los Medias Rojas de Chicago habían bateado inmejorablemente y decretado el descenso de los Búfalos de Cincinatti».

En otra anécdota de este libro nos relata Sottolani: «Como me dijo un viejo pescador amigo de Malvín en una tarde sin pique: No sé qué será de nosotros el día que se nos muera el finado Carlos Gardel».

La cuestión es darse maña y otras incoherencias (de Marciano Durán)

Es difícil elegir un texto de humor de este excelente autor uruguayo, porque todos sus libros son para mi gusto para disfrutar y reírse en serio. 

Pero como muestra transcribo parte del texto que nos define a los uruguayos con el título: «Uruguayos Incoherentes de América y del Mundo:

«Somos raros, o por lo menos somos distintos a unos cuantos. Me refiero a los uruguayos. Está claro que tenemos costumbres que nos distinguen: perfil bajo, pocos gritos, no muy fanáticos de las ocho horas, más bien humildes, de llegar tarde a todos lados, de poca memoria y muchos perdones, todos directores técnicos y votantes de cualquiera, menos del que esté de turno defraudándonos.  

Hace muchos años queríamos que nuestros hijos fueran doctores o maestras. Más adelante nos gustó que fueran bancarios. Después quisimos tener un kiosco, o cualquier comercio que estuviera de moda. Así llenamos de clubes de video y canchas de pádel las ciudades de nuestro país. Al tiempo transformamos las canchas de pádel en gimnasios y en viveros, y a los clubes de video los volvimos cibercafés.
Somos distintos. Para nosotros el año empieza cuando llega el último ciclista. No sé si no sería bueno armar el pinito de Navidad en Semana Santa, y mandarnos tarjetas deseándonos “próspero año nuevo” a partir de abril.
Somos distintos. Matemáticamente siempre tenemos la chance intacta para entrar a ese lugar donde ya está el resto del mundo…»