Los textos que se viene publicando en las páginas de Claridad, son una selección de las crónicas del libro «Como te cuento una cosa…», con recopilación de temas escuchados, leídos, o vividos en nuestro país, en los últimos 60 años, ¿o alguno más ? … Los mismos quieren exponer sobre el humor que está presente en este país, al que muchos nos catalogan de grises y tristes, de ahí ese dicho argentino: “Triste, como uruguayo contento” Nosotros pensamos que no es tan así, y aquí va una muestra de ese humor tan uruguayo:
«Parece mentira las cosas que veo…»
1989
Crece desde el pie
Por la zona del Mercado Modelo, vendiendo publicidad para la revista que editábamos, Auto Agenda, que publicamos durante diez años, visité un taller mecánico muy humilde, pero que se apreciaba que trabajaba bien, porque tenía muchos autos estacionados esperando reparación. Hacía tiempo que el dueño me había prometido contratar un espacio para «la próxima revista». Cada vez que lo visitaba, veía aquellos coches subidos a la vereda esperando su turno. Me llamaba la atención que el dueño del taller trabajara con el portón cerrado. Pero, como no tenía empleados, me había hecho la idea de que era por precaución, dada la inseguridad de la zona. Yo guardaba una ficha de cada cliente, donde anotaba sus datos: dirección, teléfono y nombre del dueño, pero no había anotado nunca el nombre de este taller, porque no había visto ningún cartel ni nada por el estilo. Aceptó el propietario del taller en esta visita, contratar un aviso. Después de que firmó la orden de publicidad y acordamos el texto, faltaba solo el nombre comercial. Entonces lo consulté:
—Sabe que nunca supe el nombre de su taller…
—¿El nombre…? —Se hizo un silencio, pensó un poco y me contestó—: Mire…, póngale Taller Cordón.
Como me sorprendió, por la lejanía con ese barrio, volví a interrogarlo, por curiosidad nomás:
—¿El nombre se debe a que antes tenía el taller por el barrio Cordón?
—No, mis amigos se lo pusieron porque trabajo en el cordón de la vereda.
Mamadera etílica
Montevideo, Carrasco Polo Club. Estábamos un diciembre, cubriendo la premiación CUR (rally). Compartíamos una mesa con el entrañable Federico Sacarello, quien, con su humor de barrio, nos comentó el apodo de un personaje muy «mamertín» que andaba por ahí en esa fiesta: «A este le dicen Teta Izquierda, porque es el primero que se mama».
1991
Barrio flechado
Trabajando en el armado de una revista, en un altillo que alquilábamos en la calle Roxlo, compartimos tareas de diseño con Pablo. Él también, como yo, vivía en una cooperativa de ayuda mutua, surgida de trabajadores de un sindicato y políticamente muy de izquierda. En una ocasión, me comentó un diálogo mantenido entre él y un vecino:
Pablo: «¿Y en tu casa qué votaron?».
Amigo: «Y, hay de todos los colores…».
Pablo: «No me digas que también hay colorados».
Amigo: «No, de todos los colores dentro del Frente…».
Chancho limpio no engorda
Estábamos otro día también con Pablo armando la revista Auto Agenda en el altillo de la calle Roxlo esquina Constituyente. En esas largas horas de trabajo y mates, me contó Pablo: «Allá donde yo vivo, hay una vecina que es flor de sucia y con la barra de amigos le decimos Sucita Folclórica».
1992
«En todas las casas se cuecen habas»
Estábamos trabajando en el altillo, en silencio, y se escuchaban todas las conversaciones del mostrador de la pieza de abajo. Escuché este diálogo entre nuestro compañero Roberto y un amigo que entró a visitarlo:
Amigo: «Y, Roberto, ¿todo bien?, ¿y la familia cómo anda?».
Roberto: «Bien…, va… bien, como dice otro amigo, si tenés un par de horas te cuento. Vos sabés que hijos chicos, problemas chicos…».
1993
¿Cambiamos consigna, o de «compañeras»?
En pleno conflicto y movilizaciones de los maestros ocurridos ese año, fuimos a saludar a Zully, a su casa, e intercambiar opiniones sobre la huelga. Nos contó que con otra compañera, muy gorditas las dos, habían agarrado al azar, una pancarta y la llevaban entre ambas, una de cada lado, alzándola con el palo que tenía colocado en cada punta. La llevaban sin problemas por la manifestación, que transitaba por la calle Fernández Crespo, hasta que leyeron el texto escrito en la tela de la pancarta: «BASTA DE SALARIOS DE HAMBRE». Vieron que quedaba tan contradictorio que las dos gorditas llevaran ese cartel que les dio vergüenza y se la pasaron a otras compañeras más delgadas.
Carreras de perros
Fuimos con Mario, periodista especializado en automovilismo, al taller INGAU a hacerle un reportaje a José Sabah, su dueño, para nuestra revista Auto Agenda. La especialidad mecánica de ese taller era la preparación de motores de autos de carrera. Como sucede vuelta a vuelta en las carreras, siempre hay algún coche descalificado porque las autoridades técnicas entienden que el motor está fuera de reglamento (popularmente se le dice «emperrado»). En la última prueba de El Pinar de ese año, habían descalificado a uno de los pilotos que INGAU atendía. Los amigos de Sabah le tomaban el pelo y le proponían que le cambiara el nombre al taller por INGUAU.
Gurí light
Varias compañeras maestras de la escuela de la calle Silva, en el barrio Lavalleja, aprovechan un recreo para charlar e intercambiar comentarios. Sale el tema de la maestra Graciela, que está embarazada de seis meses y a quien casi no se le nota la panza. En eso aparece la aludida y se establece este diálogo: «Che, Graciela, vení, mostrales la panza a estas. ¿Verdad que no se le nota nada?». Interviene en eso el maestro Daniel, que justo pasaba cerca y alcanzó a oír lo dicho: «¡Che, Graciela!, ¿hiciste al gurí con leche descremada o agarraste muchos feriados…?».
1994
Todo va sobre ruedas…
Cuando salíamos a visitar clientes para vender publicidad para la revista, mi compañero de visitas aún estaba enganchado con algunas gestiones de su trabajo anterior: la venta de automóviles. Tenía pendiente la cobranza de comisiones de datos pasados a algunos colegas. Por lo tanto, cuando pasábamos cerca de cualquiera de esas concesionarias, se acordaba y me decía: «Vení, bajate conmigo, que tengo una comisión pendiente para cobrar aquí; es un minuto nomás».
Los cuentos y anécdotas surgidos en las ventas de vehículos son inagotables. Cierta vez, entramos a una automotora y el contacto con el que íbamos a hablar, estaba atendiendo a un matrimonio que quería comprar un auto, por lo que tuvimos que esperar un rato. Cuando quedó libre, con una sonrisa vino hacia nosotros y tuvo el siguiente intercambio con mi amigo:
Dueño: —¿Cómo andan?, ¿todo viento…?
Amigo: —Bien, ¿y vos? Y, ¿le vendiste el auto a esa pareja? Los vi entusiasmados, ¿me pareció?
Dueño: —Bueno, como toda pareja, vienen sin ponerse de acuerdo primero entre ellos. Ella, como toda mujer, lo único que quería era que fuera rojo y chiquito. Pero él venía flechado con ese, y le gustó el que le mostré…
Amigo: —Bueno, por lo que vi, él está entusiasmado: por lo menos ya le pegó una patadita a las ruedas.
Dueño: —Sí…, estos no pasan de mañana y vuelven a concretar, creo. Bueno, ¿en qué andás?
Amigo: —¿Te acordás del dato que te pasé del Fusca que le vendiste a aquel amigo? Bueno… ¿me guardaste la Ami 8, supongo?
¡ Bo, loco, no haga má cartele!
Recorriendo clientes para hacer venta de publicidad para la revista Auto Agenda, visité un taller de autorradio de la calle Jackson. El día 6 de enero (Reyes) de ese año había caído jueves, por lo tanto, ese viernes se había transformado para muchas empresas en un día «sándwich» o «puente», como dicen los españoles. Un cartel que habían colocado en la puerta anunciaba el cierre del comercio durante ese fin de semana largo. Se ve que el flaco al que le habían encargado redactar el cartel tenía evidentes problemas con las «eses», ya que aquello rezaba: «Estamo de vacacione, abrimo el lune».
Amor Centenario
Nuestra costumbre de ir todos los años a algún espectáculo de carnaval nos llevó ese año al tablado del Club Malvín. Por entonces el fútbol uruguayo pasaba por otra de esas crisis económicas, en las que la baja concurrencia al Estadio Centenario incidía de forma importante en su costo operativo. Habían encontrado las autoridades del fútbol una solución transitoria, que era la de abrir solo algunas tribunas y si se preveía una mayor concurrencia, según la venta de localidades anticipadas, se abría alguna más. Las murgas, siempre atentas a lo ocurrido durante el año, le sacaban punta al lápiz con este y otros temas, con creatividad y humor pícaro. Interpretó, entonces, la murga Los Arlequines una situación entre una «mai» Umbanda, llamada Mai Zena y una pareja que iba a pedirle consejos para resolver un problema. Había un tercero que oficiaba de intermediario entre ambas partes.
Intermediario: «Mai, resulta que él le pide a ella una prueba de amor, pero ella quiere llegar virgen al matrimonio».
Mai: «¿Y por qué no hacen como en el Estadio y habilitan solo la Colombes…».