Como te cuento una cosa…

El trabajo que se viene publicando en las páginas de Claridad, son una selección de las crónicas del libro «Como te cuento una cosa…» con temas escuchados, o leídos en distintos medios de nuestro país. Compartimos con nuestros lectores algunos textos y dibujos y de su capítulo: «Versos con humor e ironía»

 

Comencé a escuchar los textos que incluímos a continuación en mis años de adolescente. No intento hacer un ensayo o un análisis profundo sobre ellos, solo son una pequeña muestra de versos recuperados de la memoria. Como en las otras secciones, solo busco mostrar algo del humor del cual nos reíamos algunos uruguayos, que también estuvo presente en la música y el canto. Las fechas señaladas no son muy exactas, sino apenas una refe­rencia de la época en la que escuché por primera vez esos versos o viví las anécdotas que los acompañan.

1931

Todo el año es carnaval

Esta frase, que parece definir una forma de vida poco seria, es muy cercana a los uruguayos, aunque contradiga aquella idea —que desde el extranjero a veces se tiene de nosotros— de que somos sobrios y serios. Una primera respuesta a esa interpretación que nos cataloga de formales es que, según

es sabido, tenemos el Carnaval más largo del mundo y destila mucho hu­mor en casi todas sus categorías.

Es conocido, aunque a mí me lo transmitió mi padre, que era católico practicante, que originariamente el Carnaval se celebraba los cinco días previos a la cuaresma cristiana, tiempo de ayuno, abstinencia y vida recata­da (cuarenta días anteriores al domingo de Resurrección, en los que se re­cuerda el retiro de Jesús al desierto). Sin embargo, nosotros, en Uruguay, nos tomamos varios días más de los previstos.

En nuestro país, no sé si por su tradición atea, ya en el año 1931 se grabó un tango con el título del inicio, por la orquesta de Julio de Caro:

 

Todo el año es carnaval,

cada ser un arlequín.

¿Para qué vas a penar,

si la dicha está en reír?

Todo el año es carnaval,

olvídate de sufrir.

Qu’este mundo es un fandango

y una vez hay que morir…

1955

Domingos verseados

Cuando éramos chicos, le preguntábamos a mi madre: «¿Qué día es hoy?». Si era domingo, nos contestaba con estos versos:

 

Hoy es domingo

se casa Piringo

con un pajarito

de Santo Domingo.

—¿Quién es la madrina?

—Doña Catalina.

—¿Quién es el padrino?

—Don Juan Barrigón,

que toca la flauta

y salta el ratón.

 

Vestimenta pragmática

Escuchado a mi padre:

 

«Estoy loco de la vida

porque me hizo mi mamá

unos pantalones nuevos

con los viejos de papá».

 

¡Cuidado atrás!

Canción escuchada en mi niñez:

Lo corrieron de atrás,

lo corrieron de atrás,

le metieron un palo en el culo,

pobre señor, pobre señor,

no se lo pudo sacar.

 

Según pude averiguar, estos versos, oídos en mi casi niñez, tienen un origen muy antiguo. Aparentemente, fueron creados por el príncipe ruma­no Blad, allá por el siglo XV, para burlarse de sus enemigos, que agonizaban empalados en las cercanías de la ciudad rumana de Brasov. Como detalle adicional, él también murió atravesado por una estaca, pero en su caso fue en el pecho.

1975

Y se acabó la diversión

En casa de mis padres en estos años, en plena dictadura, el canto popu­lar era uno de los «escapes», para entre líneas sugerir cosas, al borde de «comerte una cana». En muchos textos se jugaba con el humor irónico. Recuerdo que con mis amigos cantábamos bajito en el living de aquel apar­tamento en Malvín algunas canciones de la revolución española y también el tema cubano Y en eso llegó Fidel, de Carlos Puebla.

Por supuesto que, en­tre otras canciones, siempre estaban presentes las letras de Zitarrosa, Los Olimareños y Viglietti, y también estas coplas con humor (todas cantadas en voz medio baja). Comenzábamos luego a cantar con coplas sueltas:

 

A la vuelta de mi casa

vive un teniente coronel;

cómo me gustaría ser teniente coronel,

para vivir a la vuelta de mi casa.

 

Y después seguíamos con otras coplas más pícaras:

Yo soy de culto católico,

tú eres de culto judío,

yo no te toco tu culto,

vos no me toqués el mío.

 

Arriba de un alto cerro

suspiraba un titiriti

ayer sacaron al cerro

a la mierda el titiriti.

 

En la puerta de tu casa

un tejo de oro perdí,

nadie con el tejo deba,

y yo con tejo di.

 

Un pajarito asustado

se metió en un convento,

qué alegres estaban las monjas

con el pajarito adentro.

 

Una vieja y un viejito

fueron a juntar melones,

la vieja que se descuida

y el viejo que se los come.

 

Dependiendo de la confianza o complicidad que tuviéramos con la au­diencia, este último verso podía tener otras dos terminaciones: «la vieja de Paysandú y el viejo de Canelones» o «la vieja que se descuida y el viejo que se la pone».

 

 

Escuchando más allá de los Andes

En esta época se había comenzado a escuchar por aquí un dúo chileno, Los Caporales, que con un humor pícaro nos presentaron a La Simeona:

 

Tú me has a veces

vida mía confesado,

que me has seguido

pero nunca me has amado.

 

Tú me has de a poco

retirado tu cariño,

mientras yo me ando

como un niño entusiasmando.

 

Tú me has de noche

engañado como a un necio,

tú me has muy claro

demostrado tu desprecio.

 

Tú me has muy fuerte

castigado coqueteando,

mientras yo meando

por las calles emborrachando.

 

1962

Telecataplúm

 

Por estos años surgió en la tevé uruguaya, en Canal 12, el programa Teleca­taplúm, que fue un gran éxito. Como también era un producto comercial muy vendible, no demoró en saltar a la vecina orilla y también a Chile. Hiper­humor fue uno de los programas que creó el mismo equipo en la televisión argentina y que también tuvo gran éxito. Berugo Carámbula repitió aquí un clásico del programa, las payadas con humor, compartidas con Enrique Almada. Quique Almada siempre terminaba tapándole la boca a Carámbula en el último verso, para encubrir su pícaro final.

 

A todos los payadores,

yo les mando mi saludo,

a los más inteligentes

y a los que son medios bo…

 

Hay chinas que se parecena

un arado por lo brutas

y otras como las gallinas

cuando más viejas más pu…

 

Para algunos gobernares

como la perinola

mientras unos llevan todo,

otros se quedan en bo…

1963

Despertar adolescente

Por estos años, en mis vacaciones del liceo salía a trabajar con mi tío Artu­ro y hacía con él repartos y cobranzas. Arturo tenía una fábrica de chine­las en la calle Piribebuy, en Sayago. Era el hermano que seguía en edad a mi madre. Mi función laboral era muy liviana: cuidar la camioneta repleta de chinelas mientras él gestionaba una venta, una entrega o una cobran­za, por toda la ciudad de Montevideo. Fue una época muy disfrutable, por­que cuando íbamos en marcha me contaba anécdotas de su juventud, de su vida y de sus aventuras. Además de algunos pesos que me daba, estaba incluido terminar el día comiendo un chorizo con un refresco. En uno de esos viajes, me recitó unos versos que me dijo eran de Francisco Acuña de Figueroa. Yo dudaba de que aquel texto de subido tono eróti­co pudiera ser del autor de los himnos de Uruguay y Paraguay, pero varias fuentes me lo confirmaron. El nombre de estos versos era Albores del Paraí­so y comenzaban así:

 

Frondosa vegetación esplendorosos jardines…

alfombras de macachines

y campos en floración,

puso en la sacra mansión

nuestro Señor con afán;

quiso un día muy chichón,

como un héroe sin derrotas,

poner a Eva en pelotas

junto con el rubio Adán.

 

Sigue y sigue…, es una recreación pícara de la historia de Adán y Eva. Por esos años, también escuché a las murgas, en Carnaval, hacer referencia a esos versos, sobre todo al comienzo: «Frondosa vegetación de esplendo­rosos jardines…», y quedaban por ahí, buscando una especie de complici­dad con los que lo conocían. Otra parte muy usada en las letras de murgas era este otro pasaje, de cuando, al final, Dios echa a Adán con el siguiente mandato: «Vete, vete con las fieras que me produces espanto».

 

1964

Adelante, siempre adelante

Este verso nos lo recitaba un compañero de clase en el liceo público No. 5 José P. Varela, de Montevideo. Este había venido chico de Italia y hablaba aún con un acento que decía de su origen. A nosotros, casi adolescentes, nos resultaba muy gracioso. Vuelta a vuelta, alguno de la clase le pedía que lo repitiera:

Si la vitalitá è grande y va bene, avanti con el pene.

Si la vitalitá mengua, avanti con la lengua.

Cuando el vigor es finito, e tutto intento inhumano,

avanti con la mano.

Y cuando el vigor es nulo, avanti con el culo.

Ma avanti, ¡siempre adelante!,

che questo è lo importante.

1967

Canto con humor

Escuchábamos por estos años del para mí «número uno» de nuestra gene­ración, Alfredo Zitarrosa, una cifra-milonga con estas coplas:

Del tronco nace la rama,

de la rama el arbolito,

de los paraguayos viejos

nacen los paraguayitos.

 

El gallo en su gallinero

alza las alas y canta,

y el que duerme en cama ajena

bien temprano se levanta.

Y no fue casualidad

Allá por la década del sesenta se pusieron de moda los festivales de folclo­re en nuestro país. El departamento de Salto organizó uno de los primeros. Después, Durazno también tuvo el suyo. Marcos Velázquez, con veinte y pico de años, participó en el festival de Salto y ganó, con la canción La rastroje­ra. Este tema lo cantábamos también en nuestras guitarreadas con amigos. Y no fue casualidad que nos motivara esta popular canción de humor iróni­co, ya que partes de su letra tienen un claro mensaje político:

Unos mucho y otros nada

y eso no es casualidad

si el maíz crece desparejo

alguna razón habrá.

 

Un ladrón me robó todo

y al verme tan mal después

me está haciendo unos empréstitos

y cobrándome interés.

Un milico atravesao

Después de años de consumir canto folclórico argentino, aparecieron en nuestro país con más fuerza y difusión temas que le cantaban a lo nuestro y a nuestra gente, no tanto a sus imágenes. Así lo afirmaban Washington Bocha Benavídez y Eduardo Larbanois en el tema Muchacha campesina, po­pularizado por Alfredo:

Muchacha campesina,

verdadera muchacha,

no la mentida rosa

del pago, o la calandria.

 

Otra muestra fue De cojinillo, del maestro Rubén Lena, que cantaban Los Olimareños. En este caso los versos son de profunda raíz pueblerina y popular, pero también con un humor pícaro que los salpica:

 

Y está baila que te baila la Juanita

con los zapatos prestaos

y allá afuera en la portera, dragoneando

un milico atravesao.

 

¡Pero mire el Cachafaz cómo la lleva

a aquella de colorao!

Y la vieja no lo mira muy a gusto

porque ya se ha propasao.

 

El farol de a poquitito haciendo pierna

cada vez da menos luz,

y el Nico y la Papa Madre están pidiendo

que toquen Cuartito Azul.