¿Qué pasa después de las elecciones departamentales? ¿No será la hora de limpiar la casa y empezar una buena autocrítica?

 

Escribe: Garabed Arakelian

Montevideo por ser la capital del país y tener casi el 50% de la población total es el objetivo máximo que la coalición de gobierno quiere conquistar y el Frente Amplio se empeña en retener.

La coalición es gobierno que viene de triunfar a nivel nacional, y el FA es oposición que viene de una derrota política.  

Seguramente el FA retendrá el gobierno de Montevideo, mientras que en los restantes departamentos una compleja red de alianzas internas de la organización intentará captar la adhesión ciudadana. 

Entretanto, mientras las animosas filas frenteamplistas destapan, descubren y denuncian inescrupulosidades e incapacidades varias de los coaligados, estos también sacan a luz fallas similares cometidas por frenteamplistas. La confrontación, aguda y compleja, facilita la síntesis: son todos iguales, no tienen diferencias, se le debe desconfiar e incluso repudiar por igual. Con ambos repertorios a mano se puede informar, explicar y justificar ese tipo de conclusiones.

Sin embargo los sujetos pasibles de esa sanción ciudadana no son iguales en la capacidad de asimilación y de respuesta al desprecio y hasta el repudio de los votantes.

En la coalición monocolor conviven quienes se han injuriado históricamente, se han denunciado recíprocamente y coincidido en componendas y saqueos, modificando desde las leyes de mayor jerarquía hasta las ordenanzas  de todo tipo para ponerlas al servicio de sus intereses personales y corporativos. Además de denunciarse unos a otros, también han cruzado armas y se han apostrofado hasta el infinito en sus acciones internas y fratricidas. De modo que tienen una cáscara dura y un ánimo acorde para soportar estos avatares.

El resumen de esta larga historia se resume en frases cargadas de  sabiduría y comprensión popular, aunque se den empujones permanentes con la moral y la ética: ello es la aceptación del “roban pero dejan robar (o dejan vivir); es el elogio a calificar de “delincuentes de guante blanco” a quienes roban supuestamente con elegancia y pulcritud; es la resignación del “más vale malo conocido que malo por conocer” y así un largo testimonio no solo de frases y actitudes que se agotaron en sí mismas y se transformaron en expectativa optimista cuando apareció el FA.

Por supuesto que no es de desechar el programa que se elaboró . Pero no es menos cierto que programas similares habían sido expuestos por los partidos integrantes de la nueva fuerza sin lograr apoyos mayoritarios. La nueva conjunción traía algo más: honestidad, decencia en lo personal y en lo colectivo, al punto que hasta se le admitía –o permitía- el pecado de la ingenuidad. Y en esa confianza moral el FA basó su victorias consecutivas.

Hoy, al FA no se le dan esos permisos y en cambio se le reclama, con razón, el cumplimiento de la palabra y aún eso con un rasgo distintivo: la monótona cantinela de todo lo hecho en los quince años de gobierno, mayoritariamente basada en hechos reales y constatables, no surtió efecto ante el avance arrollador  de la procacidad que practicó la oposición. Eso fue así porque prendió en el terreno fértil del descreimiento y la pérdida de esperanza.

Hoy son mucho más feroces los críticos del FA que han abandonado sus filas o le han quitado apoyo electoral, que los propios enemigos de gobierno. Es que los primeros tienen y sufren el desgarro de la traición de todos aquellos que han sido engañados en sus esperanzas y sufren el trauma que produce comprobar que cuando alguien a quien se quiere y en el que se depositan esperanzas, no se comporta con la honestidad  y la dignidad que se espera.

En la medida en que el FA, en los distintos lugares deje de lado sus banderas principistas en aras de lograr un supuesto logro electoral estará hipotecando la esperanza del pueblo y su futuro político como fuerza política.

Como la política la hacen los seres humanos,  llenos como es sabido de defectos y debilidades, no se está pretendiendo una pureza de laboratorio, pero si cumplimiento y respeto de los principios éticos, escritos o no, que, en tanto hay quienes se esfuerzan en mantener como valores sobreentendidos hay otros, dentro del Frente, que los consideran como mera verborragia.

No sería completo este paneo de la situación si se ignoraran los últimos acontecimientos que tienen que ver con la Justicia y la Verdad. El mantenimiento de esos postulados –y cada 20 de mayo se comprueba- es la respuesta a quienes piensan que esos son valores que ya no tienen peso. Ello explica cuestionamientos, rechazos y ausencias en esa marcha cargada de solemnidad. 

Detrás de cada voto perdido, detrás de cada voz de repudio hay una confianza que se siente traicionada y una esperanza frustrada al no ser correspondida.

Es hora de que además de exigirles la verdad a los militares, se le exija el mismo comportamiento a quienes son socios dentro del FA. Porque socios que hacen negocios por su cuenta y en nombre de la fuerza política, más que socios  malamente llamados “compañeros”, en verdad son “quintacolumnas” que van minando la fortaleza de la organización. Y si hay que encarar lucha ¿no es cierto que se empieza por limpiar la casa y librarla de quienes  hacen arreglos malsanos con el enemigo sin  que los demás integrantes de la organización y mucho menos sus bases  lo sepan aunque se lleven a cabo en su nombre?

 Seguramente este sería el primer punto a tratar en todo intento de autocrítica por parte del Frente Amplio y quizá también por ello ese paso se demora tanto. Entonces, habrá que empujar desde ya.