Dos tácticas con perfil estratégico: Cambiar algo para que todo siga igual y no pedirle peras al olmo

 

Escribe: Garabed Arakelian

La sociedad civil uruguaya, mayoritariamente democrática, republicana y laica, exhaló un suspiro de alivio cuando el general Guido Manini fue sancionado y destituido de su cargo de comandante del ejército uruguayo: “por fin”, “era de esperar”, “bien, pero demorado”, fueron las expresiones de beneplácito y apoyo crítico a la decisión del presidente Tabaré Vázquez.

“Muerto el perro se acabó la rabia”, se apresuraron a sentenciar algunos presuntos analistas pero se equivocaron. Duró poco el alivio y de ello se encargó el  sustituto del destituido, el general Ariel González en el mismo acto de asunción.

Puso énfasis en que mantendrá y continuará la línea de conducción y el estilo de su antecesor, desafiando, ya desde el inicio, al titular del Ministerio que es su jefe inmediato y al titular del Poder Ejecutivo.  

En síntesis: cambió algo, pero todo sigue igual o, más acentuado si se quiere.

Es que no puede esperarse cambio alguno si se tienen en consideración los antecedentes de ambos militares que pertenecen a las promociones de los años de dictadura.

En ese período el juramento habitual, en democracia, interpelaba a los egresados -y esto lo consigna impecablemente Miguel Aguirre Bayley, en “Los militares antigolpistas – Una opción ética”-, al reproducir el texto:

-“¿Juráis por vuestro honor, respetar y defender la independencia e integridad de la República, su honor, la Constitución, sus leyes y sus Instituciones democráticas y ajustar vuestra conducta a los más estrictos  principios de la ética profesional y de la moral y dignidad ciudadana?”

En cambio, bajo el régimen dictatorial, también lo consigna la misma obra, la apelación a la fidelidad rezaba:

“- ¿Juráis por vuestro honor, respetar y defender la independencia e integridad de la República, su honor, la Constitución, los Actos Institucionales, las Leyes Fundamentales inspiradoras del presente proceso y sus Instituciones democráticas y ajustar vuestra conducta, a los más estrictos principios  de la moral y dignidad ciudadana?”

Sin duda son dos juramentos distintos y dos comportamientos también diferentes el que reclaman. Y efectivamente fue así pues los militares se convirtieron en cancerberos de su propio pueblo.

Pero el hecho cierto, que no puede desconocerse es que el juramento sigue vigente y que esas promociones no están comprometidas ni con la democracia, ni la República, ni el pueblo uruguayo: el Proceso y sus Actos Institucionales son la referencia. Por eso el nuevo Comandante del Ejército no hizo referencia a ninguno de los valores tradicionales y característicos de la institucionalidad democrática: solo continuidad y obediencia, fue lo que expresó, no se sabe a qué, pero está claro que sus jefes y los objetivos no son los que indica la Constitución, sino lo que se proclama en los cuarteles.

Si es así ¿no resulta ocioso pedir fidelidad y acatamiento a principios democráticos y ordenamiento constitucional? ¿No es como pedirle peras al olmo?

¿Por qué se demoró tanto en sustituir a Manini? Que es como preguntar: ¿por qué se le permitió tanta trasgresión de manera impune? La destitución en este momento y de esta forma, ¿es la que conviene al principio de autoridad de una democracia o la que mejor sirve para los propósito de Manini y lo que él representa?

En fin son preguntas que la ciudadanía deberá formularse y buscar las respuestas y ya en ese camino saber a ciencia cierta por qué en el ámbito parlamentario y en la interna del Frente Amplio, resulta casi imposible echar mano a la tremenda injusticia que representa la Caja Militar y por qué la modificación a la Ley Orgánica Militar está trancada. Quienes lo impiden deben dar sus razones y las bases ejercer su derecho .

Por ahora, parece que el título está acertado, pero ¡qué bueno sería si tuviéramos que pedir disculpas!