Por Jorge Ramada
La visita del seudo-artiguista Manini a la sede del PIT-CNT fue defendida por las corrientes mayoritarias dentro de la organización sindical y cuestionada por la Coordinación de Sindicatos (“los ocho”) que decidió no participar del encuentro, manifestando entre otras cosas, que es “inconcebible que se busque y acepte un ‘intercambio’ de opiniones y una ‘visita’ de quien, entre otros, promueve leyes antisindicales que buscan regimentar los legítimos derechos de protesta y de actividad sindical.... No hay lugar al intercambio con quien profesa apología a la dictadura y a sus crímenes oprobiosos contra los nuestros”.
Las corrientes mayoritarias justificaron la visita en que “el PIT-CNT tiene que tener una política de amplitud y de diálogo con todos los actores... porque después hay gente de CA que dirige empresas públicas o entes autónomos, y... tenemos que estar negociando con ellos”
Es claro que la entrevista la solicitó Manini (no fue iniciativa del PIT-CNT), pero no parece oportuno haberlo recibido antes del 1º de mayo, al menos para marcar que para los trabajadores en esos momentos lo prioritario era concentrarse en la conmemoración de nuestro día. De todos modos hay que señalar que la entrevista no alteró para nada los fuertes reclamos y cuestionamientos que hizo el PIT-CNT al gobierno en las proclamas leídas en el acto. Y Manini tuvo que salir de la sede teniendo como marco las fotos de los desaparecidos y el reclamo por memoria, verdad y justicia.
Pero también marcaron los compañeros de la Coordinación que el PIT-CNT había “entrado” en una jugada política que estaba haciendo el grupo de Manini.
Ocurre entonces que acá se mezclan dos tipos de consideraciones: una de principios (dialogar o no con determinados actores políticos); y otra táctica (el momento o la oportunidad de hacerlo).
El diálogo o negociación con “el enemigo” es algo inevitable aún en situaciones de guerra declarada; es más, si de “enemigos” se trata, la diferencia entre Manini, el herrerismo y la mayoría actual del Partido Colorado es apenas de matices. Son en definitiva las tres patas en que se soportó la dictadura última. Es bueno recordar que en el siglo XX Uruguay solo tuvo tres presidentes que nunca fueron electos. Ellos fueron, por orden: Demicheli -dirigente colorado-; Aparicio Méndez -miembro del “honorable directorio” del Partido Nacional- y Goyo Álvarez); por más que sin duda Cabildo Abierto es lo más claramente identificable con el golpismo. Y en cuanto a posturas anti-sindicales, se sacan chispas entre los tres.
Pero es claro que en esto hubo una jugada táctica de Manini: marcar diferencias en la coalición y apoyar algunas consignas (apenas eso) coincidentes con reclamos del PIT-CNT: “no podemos permitir que haya un deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores”, dijo Manini al salir de la reunión.
Sin duda que Cabildo Abierto quiere mostrar una cierta veta populista, desmarcarse de la ortodoxia económica y buscar adeptos en sectores postergados de la sociedad, como ya lo hizo durante la campaña electoral. Buscará acentuarlo con la política de vivienda orientada a los asentamientos y encabezada por su ministra.
Esas guiñadas populistas son peligrosas. Apuntan a ganar o al menos neutralizar a sectores de la población para poder aplicar mejor el programa de fondo acordado con el resto de la coalición, esto es: asegurar la mayor retención posible de plusvalía por parte de los “malla oro” del capital. Y aunque esto parezca obvio y debemos pensar que los trabajadores conscientes tienen claro a qué intereses responden, no está demás llamar la atención ante posibles “deslumbramientos”, ilusiones que puedan generar algunos arbolitos floridos sin considerar el duro bosque en que están metidos.
Aunque las circunstancias sean muy diferentes, no puedo evitar que vuelvan a mi mente los entusiasmos, dudas y discusiones que generaron en aquel febrero del 73, cuando las Fuerzas Armadas sacaron sus famosos comunicados 4 y 7, que recibieron elogios y apoyos de buena parte de la izquierda. Por más que haya quienes siguen pensando que fue correcto haberlos apoyado, basta con ver el desarrollo posterior de los hechos para comprobar que aquello fue una orquestada operación de confusión para preparar mejor los verdaderos objetivos que se concretarían 4 meses después.
Se dijo en aquel momento que la verdadera contradicción era “oligarquía vs pueblo” y no “militares vs civiles”, sin ver que el avance de lo “militar” sobre lo “civil” era la forma concreta en que la oligarquía iba a imponer su programa y su dominación más férrea. A no entusiasmarse entonces ante una presunta contradicción “populismo vs ortodoxia económica”, porque este populismo (de derecha, claro está) puede ser la forma de asegurar mejor la imposición del programa oligárquico.