Las dos mitades de un(¿solo?) Uruguay

Por David Rabinovich

Alguien me pregunta: “¿Cómo puede pasar que pierda el sí y que aquello que incline la balanza sea el conjunto de personas que vivieron la dictadura, los gobiernos de Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle Herrera y Jorge Batlle y luego los del Frente...?”

La pregunta me la formuló uno de los que nació en épocas de dictadura. Es así. Mi generación, la que vivió aquellos años de plomo, votó mayoritariamente por el NO. Aunque fuimos los jóvenes militantes que salimos a dar la cara por el Frente Amplio en su nacimiento, los que criamos a nuestros hijos en el medio del miedo atroz que impuso la milicada desbocada. Mi generación puso los muertos, los presos, los torturados, los exiliados y los destituidos… Fuimos los que nuestros vecinos ‘demókratas’ dejaron de saludar y a los que los compañeros arroparon de solidaridad en tiempos tan duros. Los analistas dicen que quienes ahora peinamos canas (cuando nos queda pelo), votamos mayoritariamente por mantener los artículos cuestionados de la LUC. Las generaciones más jóvenes no sólo se inclinaron por votar contra el estado policial y en defensa de ideas progresistas, fueron el músculo, el corazón y la cabeza fresca de la resistencia. Que no otra cosa fue la juntada de firmas y votos por la derogación de 135 artículos de una ley malparida.

 Resistencia popular

Pero no sólo hubo un notorio sesgo generacional en la votación del 27M, hubo también varios por razones territoriales. El Sí ganó en Montevideo y perdió “por muerte”en el interior del interior. Incluso, en la capital, los barrios de la costa votaron por NO y las barriadas obreras por el SÍ. Lo que confirma otro notoria característica de las preferencias: las organizaciones populares: Pit-Cnt , FUCVAM, Feminismos, erc.,… promovieron la campaña de impugnación y las cámaras empresariales apoyaron al gobierno. Hay un tema de representatividad muy claramente expresado.

No sólo acá. Se puede ver en todas partes. “En Brasil el único sector que sigue apoyando mayoritariamente a Bolsonaro es el de los empresarios, donde tiene –según las encuestas- un 50% de apoyo contra con 20% de Lula.” (Página 12)

Y hay toda una franja de la población, clases medias que aspiran a ser clase alta y consumir como tal aunque están condenadas a trabajar más que si fueran ‘proletarios’. Han sido perjudicadas por el gobierno multicolor no sé con qué grado de conciencia y no se sintieron consideradas de manera adecuada por el progresismo. Quieren vivir mejor que los demás y muchas veces eligen vivir mal por ganar algo más. Creen que la libertad se refiere a la propiedad y al consumo. Promueven la competencia y no la solidaridad. No conciben que la justicia y la igualdad, como base de la convivencia, sean más eficientes -en términos de seguridad personal y pública- que el individualismo.

En los bordes y los límites de las clases y los territorios están los infinitos matices de la naturaleza humana. No es fácil tener clara conciencia de nuestros propios intereses, más complejo resulta organizarnos y movilizarnos en torno a un ‘relato’ que aclare el pasado tan reciente y proponga un futuro posible. Menos parece factible, si lo construimos, difundirlo con la amplitud que sería necesario para enfrentar las complejidades de la guerra cultural que nos plantean las derechas. Es decir: el sistema.

Y así vamos de batalla en batalla, sin un plan estratégico que nos convoque, las izquierdas, los progresismos, ¿los revolucionarios?y etcs.,  disputamos por ínfimos e infinitos matices. Y no logramos acordar ni siquiera lo más elemental: no hay forma de capitalismo que preserve el mundo en que vivimos de su destrucción y a la humanidad de flagelos como el hambre, la ignorancia y las guerras. Con los recursos que el sistema dedica a la violencia institucionalizada sería posible erradicar “los males terrenales del hombre” sin que se necesitara crecimiento alguno. Sólo falta racionalidad y humanismo.

Vivimos épocas donde el miedo y el odio son la peor pandemia. No me sirve de consuelo si en las comparaciones de algunos rubros y a nivel regional no salimos tan mal parados.

 “Los relatos intencionados de ciertos operadores del nuevo gobierno de la Coalición Multicolor, a propósito de la «herencia maldita» y de la «década perdida», han tendido a opacar logros inocultables, con impacto en los más humildes, que mucho tienen que ver con Tabaré Vázquez. El país registró en forma sostenida desde el segundo semestre de 2003 y durante más de diez años una mejora significativa en los indicadores de empleo, salario e ingresos. Entre 2004 y 2014, la incidencia de la pobreza y la indigencia en la población cayó, respectivamente, de 39,9% a 9,7% y de 4,7% a 0,3%, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística.”1

Tenemos también el desafío de las comunicaciones: ¿Cómo se construye una política de comunicaciones de masas y de izquierdas? Creo que alguno de los presupuestos necesarios son: representatividad, es decir apoyo popular y claridad en la defensa de intereses mayoritarios en la sociedad; un ‘relato’ coherente y unitario, que requiere legitimar los disensos y aumentar nuestros niveles de tolerancia. No será nada fácil construir una política de comunicaciones si se mantiene la existencia de 40 grupos (¿diferentes?) que representan ideas, matices e intereses personales en una proporción y ‘melange’ que parece imposible de sintetizar.

Se necesita un mensaje coherente y concreto, medios para transportarlo, un lenguaje adecuado al público al que se quiere llegar. Creo que se necesita mucho más información que propaganda porque se trata de formar a gente mejor informada. Los esfuerzos importantes e incluso exitosos que se hacen desde –a modo de ejemplo- La Diaria, Brecha, TV Ciudad, M24 y varios blog con diferentes enfoques y calidades, se complementan con algunos medios y programas del interior que empujan también en un sentido progresista. No es suficiente para confrontar con los medios masivos que regentean las derechas. Claramente falta conciencia real de parte de los integrantes del bloque social que propugna los cambios, sobre la necesidad de apoyar lo que tenemos y desarrollar nuevas herramientas. El sectarismo, tan difícil de superar, es quizá el primer y más poderoso enemigo.

1 https://nuso.org/articulo/la-dimension-popular-de-un-progresista-republicano/