Por Jorge Ramada (Pardal)
Después de la discusión parlamentaria sobre Salsipuedes sería de esperar que Cabildo Abierto nunca más se presente como reivindicador de la figura de Artigas.
En esa ocasión, el cabildante Álvaro Perrone dijo, entre otras cosas, que “Rivera es uno de los grandes calumniados de la historia” y que el enfrentamiento de Salsipuedes fue de “indios contra indios, guaraníes contra charrúas”, calificando a los charrúas de “delincuentes que asolaban la campaña como verdaderas bandas de delincuentes”.
Esos “delincuentes” (en reiteración real, según la forma en que se expresa Perrone) son precisamente los que pelearon junto a Artigas, enfrentando entre otros a los portugueses, con quienes Rivera supo entenderse muy bien en su momento.
Dice además Perrone que “Rivera puso orden cumpliendo con su obligación de presidente y nadie lo criticó en su momento.” Para Perrone entonces, asesinar opositores considerados delincuentes es una obligación de un presidente, obligación asumida concienzudamente en su momento por sus amigos militares y civiles asociados. Dudamos que nadie lo haya criticado en su momento, pero seguramente si alguien lo hizo fue ignorado o silenciado. Para hacer tal afirmación Perrone debe haberse informado con los antecesores de “El País” en aquella época.
Al comienzo, la defensa de Rivera en esa sesión del Parlamento la hicieron los colorados, pero eso era esperable teniendo en cuenta el pensamiento riverista que se ha adueñado de ese partido. Lo novedoso es que la defensa la acompañen los “supuestamente artiguistas” de Cabildo Abierto.
Porque defender a Rivera implica necesariamente cuestionar el legado artiguista, teórico, pero además llevado a la práctica. Artigas y los suyos ya habían sido tildados de delincuentes por la oligarquía porteña (recordar el famoso libelo de Cavia). Y los negros, mulatos e indios que pelearon junto a él eran aquellos “infelices” a los que quiso privilegiar con su política de tierras. Fue Rivera, con el invalorable aporte de Lucas Obes entre otros, quien desmontó el reparto de tierras hecho por Artigas, operación que está suficientemente documentada, a la vez que sistemáticamente soslayada por los sucesores de los beneficiarios de entonces.
Defender a Rivera significa alinearse con esos beneficiarios, con el patriciado que ocupó de hecho las fértiles tierras de la Banda Oriental, que se opuso sistemáticamente a Artigas, que nunca simpatizó con su federalismo y que apoyó con entusiasmo a los portugueses para expulsarlo definitivamente. Los sucesores de esos beneficiarios, la actual oligarquía vacuna, son los que vienen todos los años a Montevideo a hacer alarde de los frutos de sus campos en un predio que da precisamente a la calle Lucas Obes.
Porque Salsipuedes no es historia remota. Es apenas una foto antigua de la realidad de hoy. O quizás un negativo, porque los oligarcas de hoy apoyan a un gobierno del partido que combatió en su tiempo a Rivera y son defendidos por otro partido que se hace pasar por “artiguista”. Al igual que entonces, los dueños del poder asumen el gobierno para deshacer las conquistas de los de abajo, para enriquecerse aún más expropiando a los que generan la riqueza.
Y los que luchan por defender a los más humildes serán señalados como enemigos, ya sean los tupamaros como los de Artigas, los comunistas de aquí –que siguen levantando su bandera a pesar de las renuncias de sus “camaradas” europeos–, los socialistas de siempre, los cristianos auténticos, los izquierdistas y luchadores sociales en general. Hasta puede ser que los cataloguen de delincuentes si se vuelven demasiado “peligrosos” para sus intereses.
Si para eso hace falta violentar la legalidad y atentar contra algunas instituciones, no dudarán en hacerlo, cercenando democracia y libertades… ¡¡en nombre de la “democracia” y la “libertad”!! Serían consecuentes con Rivera, que no dudó en levantarse una y otra vez contra el presidente constitucional Oribe; consecuentes con Terra y Bordaberry, que disolvieron el parlamento electo para colocar uno a su servicio. Y tendrán seguramente el apoyo de las Cámaras Empresariales, como ya lo tuvo por unanimidad la última dictadura y como lo tuvo ahora el voto por el NO.
Por eso la discusión sobre Salsipuedes, más allá de la importancia de rescatar los aportes y la persistencia de las razas indígenas, no es simplemente una valoración histórica de un personaje. Salsipuedes es una muestra de cómo se comportan las clases dominantes en defensa de sus intereses: entonces y ahora. Más que nunca hay que estar alerta y movilizados para que los Rivera no se salgan con la suya.