Por Pablo Messina. Economista integrante de la Cooperativa Comuna
El presente artículo trata apenas de uno de los múltiples aspectos del pensamiento de Vivián Trías. Dirigente político de izquierda, fue también un destacado intelectual. La gama de sus reflexiones es de una enorme amplitud, por lo que el presente artículo solo se centrará en un aspecto muy específico de su pensamiento económico: la utilización de la teoría de la renta de la tierra de Marx para criticar las reformas agrarias del privilegio
La elección de 1962, tras la apuesta de la “Unión Popular”, implicó que el Partido Socialista perdiera su banca. Esto significó que Vivián Trías no pudiera continuar con la actividad parlamentaria que tanto aprovechó para realizar las investigaciones que dieron lugar a dos de sus libros más relevantes: “Reforma Agraria en Uruguay” (1960) y “El Plan Kennedy y la revolución latinoamericana” (1961). Seguramente fuesen estas algunas de las razones por las que unos años después, Carlos Real de Azúa afirmó que “nuestras malas costumbres políticas privaron al parlamento [...] de uno de los uruguayos más documentados y brillantes que hayan pasado por él”.
Dada la talla intelectual de Real de Azúa y tomando en cuenta que antes que Trías pasaron por el parlamento intelectuales como Carlos Quijano, bien vale el comentario para dar cuenta del peso intelectual de Vivián Trías. Éste, formó parte de la “segunda promoción” de la “generación crítica” que tan bien reportó Ángel Rama y que ubica al dirigente socialista como parte de un proceso de “nacionalización” del pensamiento crítico en Uruguay. En ese sentido, cabe destacar que Trías fue un intelectual que utilizó al marxismo como un instrumento flexible para interpretar la realidad, en un pensamiento renovador que, además de los autores clásicos del marxismo (Marx, Lenin, Trotsky) bebió de fuentes como el neomarxismo de la Monthly Review (Paul Baran y Paul Sweezy) y del revisionismo histórico rioplatense (movimiento intelectual del cual fue parte).
Sus reflexiones condensan un abanico amplio de temas por lo que solo me referiré muy someramente a sus análisis económicos, que constituyen un apartado muy relevante de su obra intelectual. Sintéticamente, podría decirse que el pensamiento económico de Trías abordó aspectos tales como:
- la estructura económica y social del agro y sus relaciones intersectoriales con el conjunto de la economía;
- la dinámica de acumulación de capital en el capitalismo dependiente y sus especificidades;
- el imperialismo, la globalización financiera y el rol de la banca.
Dado que cada uno de estos literales pueden desgranarse en varios apartados, en el presente artículo sólo trataré sucintamente del uso que hizo Vivián Trías de la teoría de la renta de la tierra de Marx para criticar las reformas agrarias que proponía la Alianza para el Progreso. El análisis a continuación se basa en un trabajo que realizamos junto a Gabriel Oyhantçabal y que puede leerse en el siguiente link: https://revistas.ucm.es/index.php/IJHE/article/view/74585/4564456558970
En la segunda edición de su libro “Reforma Agraria en Uruguay” (1962) aparece un apartado titulado “Teoría Marxista de la Renta”. En el mismo, recurre a las nociones de “renta absoluta” y “renta diferencial” elaboradas por Marx en la sección seis del Tomo III de El Capital, con base en manuscritos de 1865 editados y publicados por Engels en 1894. Allí, Marx desarrolla analíticamente lo que entiende son tres tipos de renta: la diferencial, la absoluta y la de simple monopolio. Las dos últimas, se corresponden con el surgimiento de la propiedad capitalista de la tierra. Por esto, son formas de renta que pueden cobrar incluso los propietarios del peor tipo de suelo productivo existente. En tanto la renta diferencial, como su nombre sugiere, se explica por diferenciales de productividad. Marx formuló la existencia de dos tipos de renta diferencial. La de tipo I, que resulta de la inversión de capital en nuevas tierras (inversión extensiva). Y la de tipo II, que resulta de una intensificación en las inversiones sobre una misma parcela de suelo.
En base a estos aportes teóricos, Trías analizó las propuestas de reforma agraria formuladas por la Alianza para el Progreso en los sesenta. Para aclarar vale decir que eran propuestas de reforma que modificaban la estructura de la propiedad, pero no la negaban. O sea, eran reformas que pretendían superar el binomio “latifundio-minifundio” pero que reafirmaban la propiedad privada de la tierra en el campo. En ese contexto, Trías afirma que la Alianza para el Progreso propone una “reforma agraria del privilegio” porque, al no ser apuntalada con otras medidas económicas como la nacionalización de la banca y el comercio, solo podría servir para disminuir la renta absoluta (porque modifica las relaciones de propiedad) y mantendría incambiada la renta diferencial.
De esta forma, se podrían perpetuar desigualdades notorias en el campo a la vez que, por causa de la disminución de la renta absoluta podrían bajar los precios de los bienes agrícolas que exportamos. En la interpretación de Trías, esta reducción de precios beneficiaría más a los compradores en el exterior (“neoimperialismo”) que a la propia producción nacional.
¿Puede decirse entonces que Trías era contrario a la reforma agraria? Claramente no. En su mirada estratégica sobre la transformación social en Uruguay, ubicaba a la ganadería extensiva (el latifundio) y la explotación intensiva de la fuerza de trabajo como constituyentes de “la médula de nuestro estatuto colonial y, por ende, de nuestro subdesarrollo” (Trías, [1964] 1990, p.43). Su explicación es simple: para el dirigente socialista, en el Uruguay existía una suerte de “constelación del latifundio” mediante la cual la oligarquía terrateniente se articulaba con el comercio, la industria y la banca. Por eso, confiaba en que con la expropiación del latifundio, cayera todo el sistema. De esta forma, la lectura de Trías puede considerarse todo un “programa de transición” al socialismo que, más allá de alianzas electorales o dispositivos tácticos específicos, mantenía diferencias con aquellas que pensaban la reforma agraria como una “fase democratizadora” del proceso revolucionario.
El próximo año, serán los 100 años de su nacimiento. Sin creer en la magia de los números redondos, creo que es buena la excusa para revisitar su pensamiento, fecundo, creativo y revolucionario, que tanto hace falta en éstos tiempos turbulentos.
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