Constanza Moreira habla para Claridad

 Sin ambigüedades "la confrontación con la derecha tiene que ser muy clara para el elector"

Entrevistan: Eduardo Aparicio y Garabed Arakelian

Constanza no abandona su estilo preciso, directo, y por ello resulta gratificante hablar con ella como lo será leer las respuestas que brinda desentrañando varias preguntas que muchos miles de ciudadanos se vienen formulando desde hace tiempo acerca del Frente Amplio. la izquierda, el feminismo, el racismo y otras muchas más. Leer sus respuestas es también echar una mirada crítica al sistema capitalista y las respuestas tentativas que se ensayan.

 - Cuando usted accedió al Senado se hallaba en los andariveles superiores de la carrera académica pero era neófita en el campo político partidario y llegó de la mano de José Mujica y con el respaldo del MPP. ¿Se puede decir que su inicio estuvo condicionado desde el punto de vista ideológico?

 - Hubo una campaña previa, muy polarizada, en la que yo participé apoyando a Mujica; fue la campaña entre Mujica y Astori. Ese fue un parteaguas en ese momento del Frente Amplio. La coalición que representaba Astori y la coalición que representaba Mujica eran muy distintas y lo que ambos expresaban y representaban también era muy distinto. Sin duda, al apoyar a Mujica estaba en esa coalición en la que estaban el PVP, la Vertiente Artiguista. Si uno pudiera diferenciar esas alas, diría que era un ala más de izquierda. Así que la respuesta es que sí.

- De acuerdo a su experiencia y como resultado de ella: ¿dónde se toman las decisiones políticas del FA: en la bancada legislativa o en la actividad orgánica con la participación establecida por los estatutos?

- Creo que perdimos la perspectiva sobre el parteaguas que fue la interna Mujica-Astori porque luego gobernaron juntos, hicieron una síntesis y Astori fue el vicepresidente. Entonces olvidamos que en ese momento ya se empieza a dibujar una cierta configuración en el Frente Amplio.

Cuando fuimos gobierno, las decisiones las tomaba el Poder Ejecutivo. Luego,la bancada podía enfrentar las decisiones del Poder Ejecutivo, podía cambiar algunas cosas. El Poder Ejecutivo mandaba aquello, como el presupuesto, para que la bancada lo digiriera e hiciera síntesis. Cuando los disensos en la bancada eran muy grandes llegaban a las estructuras orgánicas del Frente. Cuando había que juntar el último voto para la ley de cannabis, cuando había que juntar hasta el último voto de la ley de aborto, en las leyes que ocasionaban quiebres internos, ahí intervenía el Frente. Pero en el orden de las jerarquías y del poder de decisión, primero el Poder Ejecutivo, luego la bancada, e insisto, la bancada actuaba a instancias del Poder Ejecutivo, era el brazo parlamentario del Poder Ejecutivo, y el Frente Amplio estaba relegado a resolver temas que entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo no se podían resolver. Es claro el orden de jerarquía y de poder decisorio.

- ¿Qué valoración hace del empleo constante de la palabra unidad, convertida para muchos en un lugar común, pero que en su aplicación quita iniciativas, posibilita sanciones e imposibilita en otras marcar perfiles propios o las diferencias sobre temas de principios?

- La palabra unidad es una linda palabra, porque obviamente el Frente Amplio ha logrado hacer la síntesis de casi todas las izquierdas, porque hay algunos pequeños partidos de izquierda que no están dentro del Frente Amplio. Creo que aquí la experiencia más importante nos viene del movimiento sindical, que logra sintetizar todo. Esa ha sido una elección muy importante del movimiento sindical en su conjunto, que de alguna manera hereda el Frente.

Pero luego la palabra unidad es muy bastardeada cuando se usa como mecanismo de disciplinamiento de las disidencias. Simplemente por usar un ejemplo, cuando debatimos el TLC con Chile la palabra unidad fue empleada a lo largo de todo el plenario para decir “nosotros no podemos ir contra el TLC con Chile porque eso es decirle que no al gobierno, al gobierno nuestro, entonces está en cuestión la palabra unidad”. Cuando se empieza a discutir así, que si estás en la disidencia no estás apoyando a los propios, creo que se reproducen experiencias que en el socialismo real se han vivido hasta el cansancio. Así que la unidad es una buena cosa, pero no como mecanismo para disciplinar las disidencias.

La fuerza de los partidos de izquierda viene de que son litigiosos, discutidores, hacen congresos y tienen disidencias. Para un ordeno y mando nos vamos a los partidos de la derecha.

-¿El concepto partido político y movimiento, con que se caracteriza al Frente Amplio, sigue teniendo validez para usted, o le parece que se deben introducir modificaciones atendiendo a una nueva realidad?

- Sí, me parece que el concepto es importante, pero no creo que bases y sectores representen el partido y el movimiento. El concepto es importante porque creo que el Frente Amplio tiene que expresar al partido político, pero también a los movimientos sociales que nacen en su seno, que le dan su identidad y su arraigo en la sociedad. Con los movimientos sociales me refiero a incluir desde el movimiento feminista hasta el movimiento de derechos humanos, pasando obviamente por el movimiento sindical. Creo que el Frente Amplio tiene que sintetizar estos dos conceptos para distanciarse de la partidocracia, que es la arquitectura y el corazón de los partidos tradicionales.

Ahora, no me parece que las bases sean el movimiento, las bases entendidas como los comités de base, porque, primero, hay mucho líder sectorial que representa a las bases, y luego, creo que el movimiento Frente Amplio va mucho más allá de los comités de base y de la dinámica sectorial. El movimiento Frente Amplio es el movimiento de la izquierda uruguaya que se puso en marcha para juntar las firmas, por ejemplo y a eso la estructura no lo representa, no tiene cómo representarlo.        

 -Atendiendo a su condición de politóloga y de política al mismo tiempo, ¿qué opina de las encuestas y el consejo al FA derivado de ellas de correrse hacia el centro para encontrar a sus votantes de antaño y quizás algunos nuevos? ¿Le parece acertado?

 - No sé si esos son los consejos que dan los politólogos, pero no funciona así. Lo que funciona en América Latina es la polarización. La gente tiene que poder distinguir qué es lo que está votando. Si todos se parecen a lo mismo, terminamos en el “que se vayan todos” y eso produce una deslegitimación de la política. Muchos análisis de la ciencia política muestran que la polarización, la diferenciación en el eje izquierda-derecha, la polarización incluso social de los candidatos, un rico, un pobre, eso es lo que le permite a la gente identificar los intereses concretos que están atrás de las propuestas.

En cuanto a lo del corrimiento hacia el centro —voy a emplear la expresión de Bottinelli—, mucha de la gente que se identifica en el centro no es porque sea de centro, sino que no le interesa la política, no es moderada sino apática políticamente. Se ponen en el centro porque no saben ni cómo identificarse en el eje izquierda-derecha. Por cierto, aprender a identificarse en el eje izquierda-derecha es un avance en términos de cultura política. Entonces creo que lo que se quiere decir es otra cosa, correrse hacia el centro no tiene sentido. La confrontación con la derecha tiene que ser muy clara, muy nítida para el elector. Eso es lo que funciona, por eso funcionan las grandes causas sí/no: sí/no a la LUC, sí/no a la baja de la edad de imputabilidad penal, sí/no. En esas causas a la gente le resulta fácil identificarse, porque ya sabe quién está de un lado y quién está del otro.

Lo que sí es importante, y es un poquito más difícil de explicar, es que el Frente tiene que tener todo del centro hacia la izquierda, no tiene más remedio porque está solo. En cambio la derecha hoy tiene cinco partidos, los unen los intereses y se las ingenian para hacer cosas grandes como la LUC o la reforma de la seguridad social. No es que se las ingenien para hacer poca cosa, sino mucha cosa. Pero el Frente solo se tiene a sí mismo, entonces depende mucho de que sea capaz de sintetizarlo todo del centro hacia la izquierda. Esto del centro hacia la izquierda es como decir desde los movimientos revolucionarios o los movimientos comunistas hasta los socialdemócratas, conjuntar eso que Monedero llamó las tres almas de la izquierda: el alma socialdemócrata, el alma revolucionaria y el alma anarquista. En ese sentido la izquierda tiene que saber representar todo, pero no permitir que los sectores, que entiendo son los que abarca la pregunta al hablar de centro, se queden con toda la pelota. Eso tampoco. Una cosa es juntar todos los votos y otra cosa es la orientación estratégica general de la izquierda. Cuanto más el capitalismo se agudiza y se vuelve más autoritario, se vuelve más bárbaro, entendido eso en el sentido de barbarie, y se hace más depredador y más desigual, es lógico que las contradicciones aumenten. Y si no aumentan y no son expresadas políticamente, entonces no estamos haciendo política y no estamos entendiendo cómo funciona el mundo.

- La generación de un polo “de izquierda” dentro del FA, en contradicción con el “progresismo” con el que se quiere caracterizar actualmente al Frente, ¿entiende que es una lucha electoral, solo por la conquista de votos, o tiene una base ideológica?

Hay una gran discusión sobre esto del progresismo y la izquierda y la  generación de un polo de izquierda dentro del FA, pero es que el FA de izquierda, nació de izquierda, justamente lo que lo diferencia del resto de los partidos uruguayos es que es de izquierda. Hasta que nació el Frente Amplio el Partido Colorado y el Partido Nacional no se identificaban como de izquierda ni de derecha, así que el Frente Amplio es de izquierda. Lo que pasa es que hay muchas izquierdas dentro del FA. Pero aun la socialdemocracia, que tan desprestigiada está, es de izquierda comparada con la derecha. Si pensamos que el PSOE y Podemos acaban de voltear la reforma laboral del PP, eso es izquierda contra derecha. Izquierda y derecha son los grandes términos que muestran esa pendulación entre el conservadurismo y eso que llamamos el progresismo. Progresismo es un término que aparece para ocultar el problema de que muchos grupos de la izquierda han renunciado a cualquier pretensión de una crítica fundamental al capitalismo o de instalar el socialismo. Pero la palabra progresismo es mala. De cualquier manera el Frente es todo de izquierda, es la izquierda uruguaya.

- A vuelo de pájaro y con respuestas telegráficas, ¿puede expresar sus puntos de vista sobre algunos aspectos de las orientaciones económicas y sociales de los gobiernos progresistas?

- Como no poseemos un modelo de desarrollo que supere el extractivismo y la primarización vivimos en un modelo de desarrollo que se llamaba “capitalismo dependiente y periférico”. Esa era la denominación que recibía en los años 60. Las cosas pueden haber cambiado mucho, pero toda América Latina tiene un lugar en la división internacional del trabajo que la condena a ser exportadora de productos primarios con bajo valor agregado. El problema es que cuando uno llega al gobierno, el desarrollo productivo en el que se basa es ese, es ese modelo de acumulación el que le da los recursos al Estado para que el Estado después pueda hacer políticas redistributivas, que es más o menos lo que hicieron todas las izquierdas: fortalecer el Estado, crear políticas laborales, políticas fiscales y de transparencia, como bien hizo Uruguay, para que paguen más los que tienen más, crear políticas sociales, en fin. Toda esa redistribución se hizo basada en la rentabilidad de la acumulación capitalista, que es en definitiva la que sostiene al Estado. En Uruguay tenemos las empresas públicas, que son una gran cosa, y la economía social, que es otra gran cosa, que son como los actores del socialismo dentro del modelo capitalista.

Concentración y extranjerización de la tenencia de la tierra. Toda América Latina, con la excepción de algunos países, como Perú, que hizo la reforma agraria, está basada en la explotación intensiva del recurso tierra. Ese modelo uruguayo, ese modelo argentino, ese modelo brasileño se instalaron hace siglos acá. Hubo un par de momentos en el siglo XX en que aumentó la participación de los pequeños productores de la tierra, pero ese modelo es el modelo que está vigente. Insisto: la apuesta de la izquierda no es tanto al cambio del modelo de desarrollo, sino para agregar un poco más de valor a los productos, aumentar el gasto público en educación para exportar más inteligencia que ganado y luego, a través del incremento de la tasa de ganancia, financiar las políticas sociales. No veo que Uruguay haya hecho una cosa muy distinta de eso. Por supuesto que siempre hay que criticar la concentración de la tenencia de la tierra, que es la base de la desigualdad en América Latina, así empezó. Y el Uruguay no se ha movido de ahí, apuesta al crecimiento con distribución. Pero insisto, si las bases del crecimiento son fuertemente excluyentes y desigualadoras, como dice Olesker en sus varios libros, cada vez  cuesta más distribuir, porque el crecimiento, en términos neoliberales, va a gotear poco. Entonces, para que el crecimiento tenga un impacto redistributivo, no hay que apostar precisamente a la gran concentración de la tierra ni al superempresariado, sino  que se debe apoyar a la pequeña y a la mediana empresa.

Opción a favor de una mayor carga impositiva al trabajo que al capital. “Pagan más los que ganan más y no los que tienen más”. Tenemos un modelo dual de imposición, la imposición al capital es baja porque ahí está otra regla leonina del capitalismo internacional, afirmando que para recibir inversión externa directa hay que hacer un montón de concesiones desde el punto de vista de la política tributaria. No es un problema del Uruguay, es un problema del capitalismo que termina renunciando a sus políticas públicas domésticas para favorecer la inversión externa directa. Ahí está todo: UPM, la forestación, etcétera. En todo caso, las ilusiones sobre la creación de una burguesía nacional, que tuvieron el primer y el segundo batllismo y una parte del FA, hoy parecen haber quedado en el pasado. La burguesía nuestra está supertransnacionalizada. En eso sí creo que hay que quemar bibliotecas del desarrollismo para atrás.

- ¿Cómo se entroncan los feminismos hoy con una perspectiva de lucha de clases?

- Son dos desigualdades: la desigualdad de clase y la desigualdad de género; son dos  desigualdades estructurales que se potencian mutuamente. Y pondría acá también el racismo, la desigualdad racial. Quizás, a una parte de la izquierda le costó entender esto como diciendo “hoy vamos a pelear por los consejos de salarios, dejen de embromar con la despenalización del aborto”, pero estos procesos se pelean todos juntos. De hecho, en las experiencias del socialismo real se peleó todo junto, pero parece haberse olvidado. Cuba tiene despenalizado el aborto desde hace décadas, nadie se acuerda. En los países de Europa del Este, cuando se produjeron las crisis del socialismo real y entraron en el capitalismo, además de que se empobrecieron, cayó la educación de las mujeres, aumentó la mortalidad materna, cayó la participación de mujeres en política, etcétera. Se olvida lo que la experiencia dejó en términos de una agenda de derechos de las mujeres y no creo que hoy ganemos mucho concibiéndolas separadas. Concibiéndolas separadas dejamos camino a un feminismo de derecha o a un feminismo liberal sin ningún compromiso con la lucha política y con las otras desigualdades. Para mí, todo tiene que ir junto.

- ¿Por qué en el ciclo progresista se avanzó tan poco en materia de democratización y depuración de las Fuerzas Armadas y los aparatos coercitivos del Estado?

- Primero por un error teórico con relación al factor Fuerzas Armadas, por un error de perspectiva, un error de comprensión de varios tipos. Desde creer que se puede hacer trabajo político dentro de las Fuerza Armadas hasta minimizar el fenómeno, pensar que las Fuerzas Armadas del siglo XXI iban a ser o neutras políticamente o sugestionables por la izquierda. Eso no va a pasar nunca, eso es no entender cómo funciona la institución militar.

En segundo lugar, por lo que yo llamo la nostalgia del pasado, que tiene que ver con la izquierda armada y con la esperanza de que un día —yo le llamó la nostalgia del Ejército Rojo— las Fuerzas Armadas vengan a ser parte del proceso revolucionario.

Y en tercer lugar por miedo al rol de las Fuerzas Armadas en la política. Pero ese miedo solo cimentó el pavimento por el cual pasó muy alegremente Manini Ríos, creó Cabildo Abierto, hoy tiene tres senadores y ha colonizado áreas enteras del Estado, especialmente la política social y con gran impacto en la agenda de género. Hay que mirar los proyectos —tenencia compartida, etcétera—, está la mano de Cabildo Abierto en todos ellos. Y hay que sacar lecciones para el futuro. Eso de que las Fuerza Armadas no se tocan y después de 15 años intentar hacer una reforma de la ley orgánica no funciona. Se debía haber agarrado el toro por las guampas desde el principio. Todo, las Fuerzas Armadas y el tema derechos humanos; también se esperó mucho para hacer cosas en materia de derechos humanos, por miedo a cómo podían reaccionar las Fuerzas Armadas. Ya sabemos cómo reaccionaron, están más politizadas que nunca. Me dicen que las Fuerzas Armadas de ahora son muy distintas de las de antes; no sé, es una institución conservadora donde se sigue cultivando el anticomunismo todos los días.

- ¿Qué opina acerca de las dos instancias decisorias que se aproximan: elecciones internas del FA y referéndum?

- Que el Frente se tenía que haber concentrado en el referéndum y haber dejado las elecciones internas para después. Especialmente después que eligió a Ehrlich y a María José y ya tenía una nueva dirección. Puede ser que la dirección anterior estuviera muy desgastada, lógico, después del fracaso electoral y la pandemia era obvio que había que renovar las autoridades del Frente. Pero creo que en este momento nuestro principal objetivo es el referéndum, había que haber colocado eso primero. Hasta porque no tenemos fuerza para todo. Porque somos un partido político que perdió, y que perdió mucho, y que pese a eso logra un repechaje de la mano del movimiento sindical, - porque está claro que no se logró solo, lo lógico hubiera sido concentrare en eso. Pero yo de cualquier manera estoy militando para las elecciones internas, por supuesto acá estamos en Casa Grande luchando por nuestros votos y apoyando la candidatura de Gonzalo Civila, pero repito yo las hubiera hecho después. Las elecciones internas son importantes, pero no para este momento.