Escriben Eduardo Aparicio y Garabed Arakelian
Todo el Frente Amplio, activando los mecanismos que encauzan su vida orgánica, participó en el proceso previo de elegir a los candidatos para ocupar la presidencia de la organización. Dentro de la compleja ingeniería de coordinar coalición y movimiento se manifestaron los matices que hacen la diferencia y que en buena medida explican y justifican la existencia de tres candidaturas. El número de votos que marcó el respaldo a cada uno de los aspirantes podría ser aceptado, en principio, como un mapa bastante aproximado de la distribución de fuerzas que integran el FA en la actualidad.
Pero la participación del Partido Socialista en la puja electoral para ocupar la presidencia del Frente Amplio tiene particularidades que trascienden los límites partidarios e introduce un sesgo renovador y motivante en la disputa, dándole cuerpo a un estado latente de disconformidad y de reclamos existente en ambos espacios: el estrictamente partidario y el del FA.
Para estar en condiciones de asumir este rol el PS debió sortear previamente los avatares de una dura confrontación interna, aún no superada totalmente, que culminó con el desplazamiento de la corriente autodenominada ”renovadora”. Una concepción, mirada, sensibilidad o como quiera llamársele, que durante casi veinte años ejerció de manera hegemónica la conducción de ese partido caracterizándolo con una postura moderada muy impregnada de los elementos que dan cuerpo y sustento al “progresismo” que, como es sabido, no siempre suele ser un sinónimo de izquierda.
Obviamente no se actuó en el vacío, y el desarrollo de esa política fue generando su contrapartida -¿acaso una antítesis? en la vida interna del socialismo, expresado en un estado de disconformidad, contenido dentro de los términos disciplinarios, que después de largo tiempo se concretó en esta nueva realidad que modifica el equipo de conducción.
Según las declaraciones de los voceros “ortodoxos”, que han venido buscando vías de entendimiento e intercambio en el plano de las ideas, la suplantación no es solo de personas sino fundamentalmente de ideas y enfoques acerca del quehacer político. Tarea ardua y difícil, inevitablemente salpicada de subjetivismos.
Pero la actual conducción del PS ha logrado, con sus actitudes y posicionamientos, atraer la atención, el interés, y también facilitar el acercamiento con otros grupos que integran el FA, afines en grandes puntos ideológicos y con una trayectoria desafiante del statu quo. Precisamente son estos sectores los que plantearon al PS entrar en la competencia por la conducción del FA sin cálculos electorales pero con la intención de marcar presencia y comenzar la formación de un polo que supere las limitaciones de una alicaída corriente “progresista” con fuertes ribetes neoliberales predominante en la dirección frenteamplista.
Posicionado de esa manera el PS ha dado muestras de una firme predisposición en transitar los nuevos rumbos. Tomando riesgosas decisiones ha “cedido” a su Secretario General – lo cual se reflejará en la actividad parlamentaria y también en el plano organizativo- y ha puesto a la mayor parte de su dirigencia intermedia a trabajar en la consolidación de los nuevos aspectos. Pero no puede ignorarse que con esto ha abierto un frente en el plano interno pues algunos de los desplazados por esta nueva postura han encontrado la excusa propicia para abandonar las filas partidarias, autoexcluyéndose, bordeando la indisciplina o incurriendo en ella. Dirigentes y militantes actuales puestos a evaluar las repercusiones de estos abandonos consignan que algunos son sinceros y honestos en su renuncia, pero no todos lo son pues los hay que al alejarse buscan el aplauso y la aprobación del centro y de la derecha.
El PS ha está demostrando su disposición a transitar el camino para consolidar un polo de izquierda dentro del FA, con la intención de que se proyecte como un espacio de unidad de acción de política permanente, superador de lo meramente electoral, y que lo haga a partir de coincidencias ideológicas y programáticas, llevando los entendimientos también al campo de la movilización social. Se trata entonces de una decisión importante que conlleva aspectos comprometedores en más de un concepto, ya que tanto la organización interna como la actividad parlamentaria han recibido el impacto de estas decisiones que por supuesto incidirán en la problemática de continuar funcionando mientras se atienden los distintos frentes de lucha.
En este marco, según se concreten los resultados de la elección por la presidencia del FA, en grandes líneas se vislumbran dos opciones: una que confirme la continuidad de la práctica política desarrollada hasta ahora e incorpore algunos gestos y actitudes que caracterizan el accionar del PIT-CNT y otra , que entre en una etapa de planteos y movilizaciones que superen las conquistas ya logradas e incluso recupere aquellas que en tan corto tiempo le han sido arrebatadas por parte de la coalición gobernante.
Esta dicotomía se advierte desde ya en los intentos de convertir la campaña por la presidencia del FA en campaña por la “unidad” de manera tal que evite las confrontaciones ideológicas, no necesariamente fratricidas, pero que presentadas bajo ese aspecto conciliador actúan de manera tal que transforman en competencia de individualidades lo que en verdad es diferencia filosófica y doctrinaria. De esa manera, la lucha por derogar unos cuantos artículos de la LUC tendría, quizás, el efecto de moderar otras aristas de enfrentamiento político mucho más ríspidas que las actuales, pasando a jugar un rol de factor amalgamador.
No es osado deducir que, evaluando la situación, desde la dirigencia del PS se haya decidido poner sordina a las renuncias que consiguen rápida resonancia en los medios, y desplazan la discusión de los factores ideológicos al plano de la indisciplina o de las subjetividades y enfrentamientos personales
También se puede inferir de todo esto, que tal vez haya llegado el momento de explicar los motivos profundos de estas rupturas y alejamientos El hacerlo podría aportar claridad hacia los apoyos y preferencias que se buscan entre el electorado frenteamplista, constituyendo también una necesaria y clara señal para los nuevos aliados y transmitiendo un mensaje diáfano para la militancia y su base social que, no puede ocultarse, siente la presión de los cambios y necesita referencias que la guíen.
La vida y la historia, en registros diferente demuestran, que no suele ser bueno disimular los conflictos y que hay momento en los cuales es preciso no disimular la raíz y causalidad de las situaciones problemáticas. El PS está evaluando en qué medida aplazar la emisión de mensajes interpretativos de las mismas, no fortalece sino que agrava los males e impone mayores costos, constituyéndose a la postre en un factor de debilitamiento. Quienes están “en la lucha diaria” entienden que la interna no está sellada y enfrentan la compleja situación de mantener militancia y banderas que hoy se enarbolan, justificado su presencia en ese polo de izquierda que se está conformando dentro del FA y al que entienden deben respaldar para dar respuestas al futuro muy cercano.