Escribe: Eduardo Aparicio
Medio siglo de existencia para un partido político no es poca cosa, no hay dudas que el FA es un gran partido construido sobre la base de una alianza política permanente con rasgos y componentes de movimiento. Se trata de una singular expresión política, con una identidad propia, forjada durante medio siglo de lucha expresando los anhelos populares de cambio y de transformación social, de apego a la libertad y la democracia por cuyo logro ha realizado una impresionante tributación, aportando un cúmulo de sacrificios y heroísmo de parte de su abnegada y sacrificada militancia y de sus adherentes. Y no estamos hablando de otra cosa que de cárcel, torturas, exilio y persecución sistemática todo lo cual lo convierte en una pieza fundamental en la reconquista de la democracia. Así es que se ha formado su épica, un aspecto central de sus señas de identidad y de su cultura política.
Entre sus méritos el FA muestra el haber sido un factor decisivo en la superación del bipartidismo, que es una clave de su validez, y haberse transformado en la expresión electoral mayoritaria del país apoyado en el basamento de una amplia adhesión popular.
Estas reflexiones están consustanciadas por elementos, que tienen un sentido crítico, necesario siempre en la acción política de izquierda y que se inscriben en un afanoso e indispensable afán de pensar e imaginar el futuro.
Tenemos la convicción que el FA debe tender rápidamente a ser cada día más una fuerza de izquierda y menos una formación progresista, partiendo de la aclaración que izquierda y progresismo no son lo mismo. Para engordar su electorado y así alcanzar el gobierno, el frenteamplismo rebajó, en aproximaciones sucesivas, su programa, y acomodó su discurso, corriéndolo hacia el centro político.
En el futuro, para confirmar su vigencia como proyecto histórico político, que como todo fenómeno de la vida social puede llegar a estar cuestionada, deberá encarar y recomponer las coordenadas fundacionales, claro está que lo hará bajo el influjo de los nuevos tiempos y contextos, contrarrestando firmemente las tendencias a la desnaturalización que han marcado la política frenteamplista en estos últimos lustros y para lo cual se impone como tarea y desafío primordial el retorno a posiciones de izquierda.
Inmediatamente después de la derrota electoral, no sin dificultades, se fue instalando la idea de la autocrítica, una acción que se debe considerar indispensable, pero que, tuvo sus riesgos y límites.
Constanza Moreira en Brecha (22.01.2021), con lucidez y valentía señaló dos de los principales peligros: excluir los15 años de gobierno y el ejercicio del poder relativo que se detentó de la autocrítica, reduciendo la misma solo al accionar, reforzando la esquizofrenia entre gobierno y partido e impulsando un proceso que discurre dentro de la estructura, con apego a los procedimientos formales. Podemos adicionar algunos otros como por ejemplo: no abrirse hacia el pueblo frenteamplista, que excede el casco militante y poner en juego las responsabilidades políticas individuales de parte de la dirigencia que sin duda incidieron. Por ello es necesario que la autocrtica catalice, dentro de vida democrática, los recambios y relevos que un revés de esa magnitud conlleva.
La acción de los tres gobiernos del FA debe ser parte integrante y fundamental del proceso de autocritica, sino se engendrará un producto inocuo, vaciado de sus componentes y resultancias fundamentales.
Lejos estamos de negar los logros alcanzados en el ciclo de gobiernos del FA, que fueron muchos y de gran importancia, estamos aludiendo a reformas estructurales, a avances en la búsqueda de horizontes emancipatorios. Fácilmente es inidentificable una sobrevaloración de los mismos, atribuyéndole una profundidad y proyección que solo la perspectiva histórica, (con su distancia óptima) emitirá un pronúnciamelo en firme.
Entre parte de la dirigencia, que se traslada a los frenteamplistas se percibe un exceso de miradas autocomplacientes y reformatoria de las gestiones en que participaron o respaldaron, en las opciones realizadas, se trata de una consecuencia del entusiasmo política y de los intereses propios de las cúpulas en su auto justificación.
Somos del parecer que el foco debe ser puesto en la comprensión y análisis de claudicaciones y renunciamientos, corresponde una inmersión en todo lo que no se hizo, escrutando las razones y lógicas con todos estos elementos que conforman el debe.
Las orientaciones económico-sociales no fueron nítidas, ni estuvieron, en mucho casos, en consonancia con parte de lo mejor de la tradición de postulados históricos de la izquierda, estamos apuntado a posturas antiimperialistas y antioligárquicas consecuentes.. En ellas se puede identificar una cierta deriva social liberal, al aceptar un modelo productivo heredado, esencialmente lesionador de la soberanía, concentrador y excluyente. La inversión extranjera directa (IED) fue un leimotiv, convertido en pivot del manejo económico, junto con la idea del crecimiento con equidad, a través de la multiplicación de las políticas sociales. Estos fueron algunos de los pilares de sustentación de dichas orientaciones.
No es con la invocación discursiva al mejor gobierno del siglo, que podemos hincarle el diente a parte de las causas de los reveses electorales y derrotas políticas, que hacen pesar una amenaza sobre la idoneidad del instrumento.
Sobre esos límites es que se asientan gran parte del programa y la hoja de ruta de la derecha que gobierna, es fácil buscar y encontrar varias correlaciones, en iniciativas y medidas de gobierno del FA que hacían concesiones y hoy las derechas asumen con “rienda firme en una mano y rebenque en la otra”.
Tampoco se puede obviar la no utilización en toda la línea, con mayor astucia y decisión, de los resortes y perillas que se manejan desde el control del aparato del estado, para avanzar en el terreno de la persecución de los protagonistas del terrorismo de Estado, y en la reducción del poder e incidencia del estamento militar en la vida nacional.
El estudio del relacionamiento con los movimientos sociales, mientras se fue gobierno y después, es un elemento insoslayable en el proceso autocritica yendo a la génesis y raíz de los desencuentros. Así arribamos a las recientes vicisitudes de la recolección de firmas contra la Luc, con la pretensión, en parte lograda que no fueran impugnados por el movimiento social los artículos votados por el FA en el marco de su accionar en pos de la reducción de daños en el parlamento. En buen romance se pretendió encorsetar al movimiento social con consecuencias derivadas de la política parlamentaria.
El ejemplo pone de manifiesto cómo nos apartamos de los orígenes, en gran parte el nacimiento del FA que celebramos el 5 de febrero fue el resultado de las luchas sociales en distinto frentes y bajo diferentes metodologías de oposición y rechazo al ajuste y el autoritarismo, plasmado en la figura del pachecato.
Por tener un valor demostrativo-ilustrativo a título de ejemplo queremos mencionar cómo el último gobierno del FA, por la vía de los hechos consumados impulsó e impuso el UPM´2, logrando que no se discutiera y se debatiera sobre el mismo en forma amplia y abierta dentro del Frente y, de alguna manera, por transitiva, pesando en la postura final del Pit-Cnt en el asunto.
La autocritica no puede ser un concurso de debates, una sucesión de documentos, mociones y aditivos en un congreso, tiene que ser algo mas profundo y global, parado en su historia y mirando el futuro. En el proceso de introspección critica hay que reconocer que muchas veces hay medidas de gobierno, votos en el parlamento (en los últimos 15 años) que no le permiten hoy superar el examen de los archivos;, algo que también puede extenderse a algunos de sus dirigentes que exhiben trayectorias sinuosas sobre la pertenencia al FA, que con absoluta liviandad se auto erigen hoy en sus voceros para reivindicar su historia.
Al FA le ha costado mucho acomodarse en el llano, este pasaje siempre es difícil para cualquier partido, pero en este caso hay cierta realidades que lo complejizan. En los tres lustros de gobierno se institucionalizó la actividad del Frente, la ocupación de posiciones (cargos) en el gobierno y el aparato estatal han cobrado más y más importancia en la manera de intervenir en política, siendo para muchos sectores y personajes la preocupación primera. La política se fue reduciendo a la acción electoral y la actividad parlamentaria. La creencia de que era imposible perder la elección, que un 4º gobierno era un hecho, creencia teñida por la soberbia y no escuchar las profundidades de la sociedad. Los efectos de la derechización se hicieron notar y permearon la cultura politica dominante en sus filas, de la mano de una “tradicionalizacion” de su actuación, reflejos y estilos propios de los partidos burgueses se colaron y anidaron en el cerno frenteamplista.
Con este telón de fondo es que se puede explicar la preocupación por el ejercicio de una oposición responsable, la excesiva y a veces inoportuna inclinación por la búsqueda de la unidad nacional frente a ciertos temas, que lo coloca en las puertas de la “unión sagrada”. El Frente debe explicitar, como resultado de una elaboración, la acumulación de fuerzas para qué y cómo realizarla, despejando si el rumbo marca que lo principal y exclusivo es la reconquista del gobierno, sin privilegiar la inmersión en las luchas que se desarrollan en un espacio extraparlamentario. El involucramiento en la recolección de firmas contra la Luc dará la pauta de la evolución de esta encrucijada.
Ahora llegó el momento de decir algo sobre el futuro del FA que si bien constituye un lugar común hay que recordar que el mismo deberá adaptarse a las nuevas realdades, que no son las del 71’, manteniendo de todas formas ciertas líneas de continuidad, que mucho molestan a quienes son responsables de la mutación hacia el descafeinamiento al que hemos asistido, gestado en una arremetida alejada de los principios y colonizada por el pragmatismo y el espíritu logrero.
El futuro del FA está ligado a que sus grandes corrientes establezcan un nuevo pacto de acción, con balizamiento de acuerdos y disensos.
El Frente debe conservar su doble condición de estructura de partido, que contiene una alianza política permanente, con su componente de movimiento, debe extenderse a movimientos sociales y expresiones de lucha, que hoy no están contenidas intramuros. También de manera consciente tiene que reconocer que las izquierdas traspasan y desbordan sus límites organizativos y áreas de influencia política.
Los agrupamientos por adscripción ideológica política deben primar sobre otras coordenadas y referencias. Lo cual lleva a reconocer tres grandes columnas: socialdemócratas (donde están insertos los social liberales), la nacional popular y la socialista. Las definiciones ideológicas históricas tienen que anteponerse a los liderazgos individuales y lógicas de aparatos sectoriales. Sus representaciones políticas que no están totalmente constituidas, deberían balizar acuerdos y disensos. Las tensiones políticas internas fueron, son y serán una constante y no necesariamente atentan contra la unidad. Blanquear la circulación de ideas y administrar las diferencias, que la polémica y la diferenciación fluyan sin ataduras. Alejarse de la idea de que todas las situaciones merecen y es posible alcanzar la síntesis, pues hay veces que la misma es imposible y hay que decirlo alto y fuerte, sin ambigüedades y complejos. La unidad política y electoral debe mantenerse, pero superando los sometimientos, dejando espacios importantes para los perfiles y la política propia. La unidad es un valor importante, pero no puede convertirse en un atributo que se erige sobre todo. Hay disciplinamientos que deben ser abolidos, un campo en el que las bancadas imponen sus pareceres al Frente, como ha ocurrido en infinidad de casos, algunos de ellos paradigmáticos.
Finalmente, recordamos que se deben abandonar las inclinaciones a concebir y practicar una política desde “arriba hacia abajo”, algo que se adueñó de buena parte de la dirigencia.