
Escribe :Jorge Ramada
A raíz del apoyo que dio el Frente Amplio (FA) a una propuesta de Cabildo Abierto para modificar la ley forestal, se suscitó una discusión entre algunos ingenieros agrónomos y el economista Fernando Isabella, en la que, además de tocar el tema de forestación, se hacían referencias a tácticas y estrategias de la izquierda. Pese a ser una discusión sobre un tema puntual, da para reflexionar sobre muchas cosas y más que sobre táctica y estrategia políticas, sobre lo que debería ser una política agraria “de izquierdas”.
1.- El artiguismo – La reivindicación del artiguismo ha estado presente en casi todas las expresiones de izquierda en Uruguay, al menos desde la segunda mitad del siglo pasado. Pienso en el Partido Socialista con los trabajos de Trías; en el Partido Comunista con su consigna “con el FideL, Artigas volverá”; en el MLN con su bandera y su reivindicación de los tupamaros; en muchas otras agrupaciones menores; y finalmente en el FA, con la bandera de Otorgués.
Claro que a Artigas se le pueden dar muchas interpretaciones y también la derecha lo ha querido utilizar, aunque, además de enterrarlo en el Mausoleo, ha ignorado lo más rico de sus ideas (desde la clemencia para los vencidos hasta privilegiar a los más infelices). A lo sumo le sirven su condición de militar y su orden de engrillar a los enemigos. También los liberales pueden reivindicar su defensa de la libertad, aunque no de aquélla que se oponía al despotismo, sino la que justifica el individualismo y la supuesta “libre competencia”.
Pero Artigas fue ante todo el defensor del pobrerío del campo, el de “sobreponer el bien común a los intereses individuales”, el de condicionar la autoridad a las decisiones de los “de abajo”. En los hechos fue el promotor y realizador de una revolución agraria que democratizó el acceso a la tierra y que condicionó el derecho de propiedad al trabajo efectivo en la tierra. Revolución deshecha por Rivera, Lucas Obes y compañía y sistemáticamente ignorada por los historiadores “oficiales” durante más de un siglo.
Es indudable que “Artigas pertenece por entero a su medio y a su tiempo”, pero la reivindicación del artiguismo por la izquierda de hoy es la reivindicación de ideas y acción revolucionarias, para asentar el poder en los trabajadores (de la tierra, en su caso) en contra de los poseedores –ya fuera por herencia, conquista o favores reales–. (Aquí una duda: ¿podemos identificar hoy “izquierda” con “revolución”?)
2.- La cuestión agraria – Desde la contrarrevolución riverista, la estructura social del campo se basó en el latifundio, ante todo ganadero, funcional al sistema de producción de ganadería extensiva, que aseguraba el bienestar de los propietarios fruto de la renta de la tierra y la explotación de los peones.
La “reforma agraria” se plantea desde la izquierda más tradicional –y otros sectores, como algunos batllistas y los blancos cercanos a WFA– y forma parte del programa del Congreso del Pueblo, de la CNT y posteriormente del FA. Pero, salvo excepciones (la vieja UTAA, algunos grupos de pequeños productores) no es un reclamo apoyado en grandes movilizaciones de masas, sino más bien un planteo de la intelectualidad progresista. No hay una masa importante de campesinos empobrecidos y/o desalojados por grandes terratenientes que reclamen con fuerza por la expropiación del latifundio. La inclusión de la reforma agraria en el programa de la CNT no responde a una reivindicación propia de sindicatos rurales, sino más bien al convencimiento teórico de que el latifundio es la clave de la dependencia y el subdesaarrollo.
Una revolución agraria no debería ser vista como un mero reparto de tierras, sino como una democratización de la tenencia, unida a un uso racional de la tierra y a una repoblación de la campaña. Hoy en día, especialmente, unida a una sustentabilidad ambiental, concepto que no estaba destacado allá por los '50 y '60 del siglo pasado, pese a que ya la irracionalidad capitalista daba sobradas muestras del peligro en que ponía la sobrevivencia del planeta. Esto es imposible sin una fuerte acción dirigida a contrarrestar las tendencias a la concentración, extranjerización y vaciamiento de la tierra, que son las “naturales” al desarrollo del capitalismo. No es un problema técnico, sino político, pero que además requiere de una importante masa activa para llevarla a la práctica. Y sin duda requiere de planes y acciones sostenidos de ordenamiento territorial.
3.- La política agraria del FA – Si repasamos lo que se ha hecho respecto a la cuestión agraria en los 15 años del gobierno del FA y vemos lo que se dice por algunos de los participantes de la polémica, llegamos a la conclusión de que el planteo de “reforma agraria” presente en el programa original del FA ha quedado por el camino. (ni hablar de una posible “revolución agraria”, ¡Dios nos libre de tentaciones ultraizquierdistas!).
Para empezar, deberíamos pararnos en una vieja discusión de mediados del siglo pasado ¿Debemos pasar por una etapa de modernización capitalista del campo –y de la producción en general– o no hay forma de lograr desarrollo y justicia social si no es rompiendo con la estructura capitalista?
La realidad es que durante los gobiernos del FA se recorrió el primer camino, se promovieron cultivos industriales, se incorporó tecnología, se implantó la trazabilidad en la ganadería. Pero esto sucedió en una dinámica concentradora, extranjerizadora y excluyente. Creció la concentración de la tierra, la extranjerización avanzó no solo en la propiedad de la tierra, sino también en la de las industrias conexas, se siguió expulsando gente del campo.
El Ing. Guarino (uno de los participantes en la polémica) por ejemplo, defiende la nueva ley argumentando que no pondrá en riesgo la expansión forestal y la rentabilidad sostenible de esa rama de la producción, pero no cuestiona el modelo en sí. Y lo cierto es que el modelo forestal-celulósico se desarrolló basado en la rentabilidad del sector, dejando en segundo plano las condiciones de trabajo, en especial de los monteadores y conductores, la logística basada exclusivamente en el transporte carretero para beneficio del sector camionero y a expensas de las rutas nacionales (y de la accidentabilidad) y las consideraciones ambientales (afectación al sustento hídrico del país).
La soja explotó a partir del gran consumo internacional (en especial China) y del precio elevado en el mercado, pero trajo consigo menor requerimiento de mano de obra e incorporación de paquetes tecnológicos basados en agrotóxicos ya cuestionados en varias partes del mundo.
La ganadería mejoró en productividad y calidad para la carne –nuestro producto estrella–, pero la industria del cuero se ha derrumbado. La carne depende de una industria frigorífica mayoritariamente extranjera y la forma de escapársele en parte es recurrir a la exportación de ganado en pie!.
4.- El tema forestal y celulósico – Un pequeño aparte sobre la política en materia forestal y celulósica del FA. Es cierto que la promoción de la forestación tuvo acuerdo generalizado y que, en principio, era beneficiosa para el país. El problema es que el país en abstracto no existe y quienes trataron de beneficiarse con la ley fueron algunos capitalistas del agro (previsible en nuestro sistema social). Entre ellos algunos familiares y amigos del viejo Lacalle. Tras la forestación venía el negocio de la pasta de celulosa y su cuñada, Rosario Pou, fue asesora de ENCE, la transnacional que primero se interesó por instalar una planta de celulosa (luego cedió sus derechos a Botnia, hoy UPM). El FA se oponía a la instalación de la pastera antes de ser gobierno. Luego cambió y pasó a ser el adalid de las pasteras. En los primeros momentos, desgraciadamente, la discusión se centró en el tema de la contaminación de las aguas, aguijoneado por los “ambientalistas” (de patio trasero) argentinos. No se discutió las condiciones de trabajo de los monteadores (semi-esclavas en algunos casos), ni la logística necesaria a nivel de país, que requería un fortalecimiento del transporte fluvial y ferroviario. A los trenes se los dejó morir, tras la agonía que le habían impuesto los gobiernos anteriores, o se intentaron proyectos para beneficiar a privados. Tampoco se analizó a fondo la afectación de los eucaliptos a las aguas subterráneas, agua que estamos exportando a zonas francas en forma de troncos. Los grandes beneficiarios fueron los capitalistas forestales, las empresas extranjeras y los dueños del transporte carretero de carga (que no respetan las cargas por eje, promueven jornadas de trabajo agotadoras a los choferes, generando gran cantidad de accidentes, etc.). El FA, especialmente en su último gobierno, jugó más como operador de UPM que como defensor de nuestro ambiente. Perdió incluso credibilidad para pedir transparencia al actual gobierno, cuando fue bastante opaco en la negociación con UPM y el Ferrocarril Central.
5.- De tácticas y estrategias – No me voy a meter en una discusión que es más bien interna del FA, pero me voy a detener en una frase de Isabella que refleja una concepción de la política:
“Lo que sí se pretende hacer explícito es que en este tema, como en tantos otros, hay conflictos de intereses y que el análisis de clases debería iluminar nuestro posicionamiento y evitar que seamos portavoces involuntarios de intereses ajenos. Desde una perspectiva de transformación de izquierda, el conocimiento de las lógicas de intereses nos permite no alinearnos a favor de uno y en contra de otro, sino, ante todo, aprovechar esas grietas para obtener mayor autonomía y margen de acción para la política.”
Es claro que detrás de todos los temas hay conflictos de intereses y hay que tomar posición a partir de un análisis de clases, pero “desde una perspectiva de transformación de izquierda” es precisamente para alinearse a favor de defender los intereses de las clases oprimidas y aún tratándose de conflictos entre sectores de la burguesía, eso debe ser lo que oriente una posición y no “aprovechar esas grietas para obtener mayor autonomía y margen de acción para la política” (¿para qué política?). Criticar la nueva ley también puede ser una forma de ser “portavoz de intereses ajenos”, en este caso la Sociedad de Productores Forestales, salvo que Isabella no se sienta ajeno a ellos. Por otra parte, apoyar la ley, ¿es en defensa de los latifundistas ganaderos o también de pequeños y medianos productores?
Me parece que acá lo importante es ver cómo se trabaja para defender los intereses de sectores populares que están siendo ganados por la derecha, precisamente por la incapacidad del progresismo para responder en la práctica a sus reclamos. Es notorio que la derecha ganó influencia en muchos sectores pequeños y medianos del campo y en sectores urbanos marginados y que va ser preciso recuperarlos, peleándoselos a la derecha en el terreno; y no meramente para recuperar votos, sino para construir con ellos una política auténtica de defensa de sus intereses, que no la va a hacer la derecha.
– Enero 2021