De política y politiquerías

Escribe: David Rabinovich

I Ahora. El martes 3 me enteré, escuchando a Mauricio Almada en AM 770 radio Oriental -de la Iglesia Católica-, que “el Frente Amplio impidió durante una semana a los blancos festejar su victoria”. El “periodista” usó un mensaje de los oyentes como pretexto para difundir semejante desatino. ¿Cómo carajo podría el Frente frenar las ganas de festejar de la derecha si ésta se hubiera sentido plenamente triunfadora? ¿No salieron a festejar porque Daniel Martínez no reconoció su victoria? ¡Naaa! Eso no se le cree nadie con dos dedos de frente. Quizá les costó reaccionar al ganar por tan poco…¡Es mi teoría!

II Antes. En el 2005 interpelaron a Reinaldo Gargano cuando el canciller aún no llevaba una semana en el cargo y… ¡Le exigieron la renuncia! La ‘tolerancia cero’ en política la instaló la derecha hace muchos, muchos años. ¿Alguien conoce una familia, descendiente de los beneficiados por el reparto de tierras de José Artigas, que conserve aquella suerte de estancia que le había tocado? No hay dudas que la tarea de oposición a un cambio de izquierdas, comenzó antes de que el Frente ganara las primeras elecciones.

Es de toda evidencia que una parte de ese programa fue la reforma constitucional que instaló el balotaje, consecuencia de los resultados electorales de 1994, última elección en que rigió el sistema de doble voto simultáneo. Las del 94 terminaron en un triple empate que se definió con el conteo de los votos observados. El Partido Colorado obtuvo 656.428 votos, un 30,92%; los blancos tuvieron 633.384 votos, 29,83%; y el Frente 621.226, un 29,26%. Sin ley de lemas o con los votos del Nuevo Espacio liderado por Rafael Michellini (104.773 votos, un 4,93%) Tabaré Vázquez habría asumido su primera presidencia cuatro años antes, en el 2000.

 

III El susto. En el 94 la fórmula más votada fue la del FA: Vázquez-Nin, pero el Partido Colorado superó a los votos de la izquierda con la suma de tres candidatos: Batlle, Pacheco y Sanguinetti. De esa forma accedió a la presidencia la fórmula Sanguinetti-Batalla.

Cuando finalmente se proclamó el resultado, había un nuevo mapa político: tres partidos con peso prácticamente igual. Formar una coalición gobernante era la única alternativa viable.

El texto constitucional hoy vigente es básicamente el de 1967 que consagró el presidencialismo y las particulares reglas que imponía al proceso electoral el ‘doble voto simultáneo’ o ‘Ley de lemas’.

En aquellas elecciones se pusieron a consideración dos modificaciones: 1) El ajuste de las pasividades en porcentaje no menor a la evolución de los salarios y 2) Destinar 27% del presupuesto nacional a la educación. El de los jubilados se aprobó con el 54,4%, pero el de la enseñanza sólo obtuvo el 28,6% de apoyo.

 

IV El cambio. Con la creación del Frente Amplio la izquierda uruguaya se adaptó con éxito al sistema electoral.

La respuesta de las derechas fue la reforma de 1997 que introduce las elecciones internas, donde cada partido elige su candidato único a la Presidencia, establece presidenciales y parlamentarias en octubre, la celebración en noviembre de una segunda vuelta o balotaje entre los dos candidatos más votados si ninguno de los dos obtiene la mayoría absoluta y la separación en el tiempo de las elecciones municipales, que se celebran en mayo del año siguiente. El sistema, uno de los más exigentes del mundo, estaba destinado a permitir unirse todos contra el Frente Amplio. Funcionó en 1999 y Jorge Batlle se impuso en la segunda vuelta a pesar que en octubre el Frente obtuvo el 39,06%, los colorados el 31,93% y los blancos 21,72%.

Pero incluso con estas reglas de juego, ‘de medida’ contra la izquierda, en 2004 Tabaré Vázquez ganó las elecciones con 51,67 % de los votos válidos.

V Los 15 del FA. No creo en eso que llaman “el inexorable desgaste que produce el gobierno”, aunque los errores naturalmente se pagan caros. Los hay por acción y por omisión, los gobiernos de izquierda hicieron cosas que no debieron hacer, otras no se hicieron bien y muchas no se hicieron y allí está el error. Y a los yerros del FA se sumó la capacidad de magnificarlos que ostentan las derechas. Los éxitos de los sucesivos gobiernos del Frente Amplio, en tres períodos consecutivos, no fueron suficientes para asegurar un cuarto. Resultó electo Luis Alberto Lacalle Pou por escaso margen. Se concreta ‘la alternancia’ y veremos si el ‘cambio’ resulta bueno. O mejor dicho veremos para quiénes resulta bueno el cambio que se anuncia.

No hay causas únicas para explicar los resultados electorales ni análisis simples que reflejen la realidad, pero puedo intentar algún apunte. Lo que llaman ‘sociedad civil’, -clase media alta- es la parte escuchada de la población; después están las grandes mayorías silenciosas y las minorías ocultas. El humor de época, el talante de la sociedad civil, de las fuerzas vivas, o como se le quiera llamar a esos sectores medios que se suponen definen el rumbo, estuvo matrizado por un ecosistema de medios al servicio de las Cámaras Empresariales y las ideas de las derechas que vienen repuntando en el orbe.

VI Las derechas. Un sólo Uruguay jugó un papel importante en el proceso de desgaste del gobierno progresista. Impuso un relato que poco tenía que ver con la realidad: En el Uruguay está todo mal, peor que en el 2002 dijeron; muchos compraron ese discurso. Remató la campaña una nueva oferta electoral que sintonizó con un nada despreciable 10% de la población. El gran éxito fue de Cabildo Abierto, su conductor el general Manini y el entorno confesional, reaccionario y violento que lo rodea con el apoyo de ‘la familia’ militar y policial. Apunto, al pasar, que ningún gobierno dignificó y contempló a soldados y policías como los del FA. Cómo y por qué tantos piensan lo que piensan y se comportan como lo hacen, merece un análisis aparte que está fuera de mis capacidades.

 

VII Autocrítica. Parece haber cierto grado de consenso. “Se critica la insuficiente relación entre el FA como fuerza política y el equipo de gobierno, la ausencia de un plan de información sistemática a la población de los logros del gobierno, la ausencia de formación política orgánica del FA a sus militantes (en particular a las generaciones que no vivieron el proceso fundacional de 1971), el vaciamiento de contenidos políticos en la vida cotidiana de los Comités de Base, y un largo etcétera que dará para múltiples reflexiones.” Comparto algunas de estas apreciaciones aunque me parecen insuficientes y superficiales.

Explica Jorge Majfud: “Los progresistas uruguayos cometen un error cuando confían en que un discurso en favor de la igualdad y la redistribución de los ingresos es suficiente para ganar elecciones. Por el contrario, en este momento tiene un efecto opuesto para muchos.” “…la clase media y asalariada  busca “el éxito” (la desigualdad) cuando ha alcanzado cierta estabilidad y vota por la igualdad y el equilibrio cuando el país ya se encuentra en una nueva crisis, económica y social.”

VIII Debate actual. “No sólo nos dejan déficit, desequilibrados los números grandes del país, y ya proceden a hacer la rebaja entre comillas que nosotros íbamos a ofrecer al país después de acomodar los números”, comentó Azucena Arbeleche en relación a la decisión de no aumentar las tarifas (la diaria). Luego ironizó: “Se ve que el presidente que no administró bien los recursos de los uruguayos confía en que lo vamos a hacer y se adelantó”.

La convivencia pacífica fue una necesidad cuando se enfrentaban dos potencias nucleares. Hoy el mundo está bajo amenaza de destrucción total y el enemigo es una derecha que viene por todo.

Asistimos a la mayor ofensiva mundial del capital contra el trabajo, la naturaleza y la sociedad en la historia de la humanidad.

Podemos pelear pequeñas escaramuzas o grandes batallas, pero intentar convivir en paz con el enemigo no parece ser una buena estrategia. Buena parte del conflicto se dirime en la elaboración de relatos exitosos. Imprescindible es tener capacidad de comunicación, para que el relato de la derecha no se suba solo al escenario. Porque no está fácil para enfrentar al sistema, que es el enemigo. Y no quedar peleando contra el vecino, al que necesitamos como aliado.