Se anuncia una nueva normalidad

Por: Alvaro Portillo

En estos días el Presidente Luis Lacalle hizo una larga alocución en conferencia de prensa en la que enfatizó en señalar que en el contexto de la actual pandemia era hora de comenzar a visualizar lo que habría de ocurrir luego de superado el trance sanitario. En ese sentido, estableció que lo que seguramente ocurriría es la conformación de una nueva realidad creada con distintos y novedosos factores determinantes de la cotidianeidad social.

Al respecto es importante advertir que cualquier nueva realidad social es producto del juego de relaciones desplegadas, difíciles de determinar previamente pero, por sobre  todo, dadas entre varias posibilidades.  Lo social no tiene el carácter ineluctable que es propio de la Naturaleza. 

Todo lo concerniente a la evolución de la pandemia en cuanto fenómeno consecuencia del virus Covid 19 tiene y tendrá un curso de evolución que ya a esta altura es posible comprender. Es inexorable que en un momento dado se producirá el retroceso del contagio y con ello la desaparición total o parcial del riesgo. Eso ha sido en toda la historia de la humanidad lo que ocurrió con las diversas epidemias. Las diferencias se encuentran en el tipo de bacteria o virus interviniente y en los mayores o menores efectos letales producidos. En las epidemias más recientes el punto de inflexión que marca el retroceso es el invento y aplicación de las vacunas.

En el caso actual del Covid 19 no hay motivos  para pensar que no existirá vacuna alguna y que por tanto la perspectiva es la perpetuación del estado de emergencia sanitaria (con o sin cuarentena). Es más, en las actuales circunstancias, a diferencia de otros antecedentes de epidemias, hay en curso un esfuerzo  de investigación que comprende a los principales centros académicos de todo el mundo: USA, Alemania, China, Reino Unido que de manera coordinada, o compitiendo, avanzan en la producción de la vacuna. Además, hay que tener presente que a diferencia del pasado, en este momento el estado del conocimiento y el potencial científico tecnológico no tiene comparación con nada de lo ocurrido en el pasado.

Por lo tanto es posible afirmar que la superación de la enfermedad, vacuna mediante,  va a devolverle a la gente el contexto de relaciones anterior.La emergencia nacional deja de ser tal y se vuelve a la “normalidad”.

La inmovilidad social, lo virtual sustituyendo a lo real, el encierro en el hogar para el teletrabajo o para evitar el contagio, el peligro de la proximidad, entre otras cosas, dejarán de tener sentido.

Sin forzar demasiado la imaginación, un mundo en el que se perpetúen las prevenciones provocadas por la pandemia, suena muy parecido a las famosas utopías conservadoras del tipo del “gran hermano ” en donde se diseña una sociedad en el que la acción y el pensamiento quedan aprisionados en un nuevo esquema “protector” de posibles ataques virales. El Panóptico al  que se refería M. Foucault encuentra un formato mucho más eficiente en clave del siglo XXI.

He ahí que, en puridad, estamos viviendo una transición cuyos fundamentos sanitarios serán en un momento dado modificados y se regresará a lo anterior. Lo que seguramente no se desdibuje son las consecuencias económicas de todo el paro mundial de la economía.

Este es el verdadero nudo de la cuestión. En toda crisis del capitalismo, luego de los negativos efectos sociales  generados, el resultado es una mayor concentración del capital y por ende un incremento de la desigualdad. Esta dimensión del problema, que el presidente Lacalle denominó como la “perilla de la economía” tiene diversas posibles evoluciones. El curso que en definitiva se establezca es el resultado de la correlación de fuerzas políticas y sociales existentes a nivel de cada sociedad nacional.  Como todo proceso social no existe un único camino por el que transitarán las sociedades.

En Uruguay se prefigura que habrá un retroceso de más del 2% del producto, una desocupación de más del 10% de la población activa, pero lo más preocupante son los nuevos hallazgos de esta pandemia en materia laboral, que en su mayoría implican mayor productividad del trabajo pero en directo beneficio del capital; el teletrabajo reduce el costo laboral pero además generaliza el aislamiento del trabajador en su relación con el empleador.

Se pretende presentar a todos estos cambios como un logro de la  evolución natural de la economía y, por lo tanto, inexorable. Es muy claro que una actitud aquiescente, dejando el curso de acción de los acontecimientos a la lógica dominante, ineluctablemente conducirá a un franco empeoramiento de las condiciones de vida de las mayorías. 

El posicionamiento frente a estos cambios es difícil y complicado. No se  trata de negar las tranformaciones ocurridas para volver hacia atrás, en una actitud similar a la de los obreros del siglo XIX cuando rompían las máquinas. Las nuevas formas de encarar las transformaciones en el mundo del trabajo pasan por encontrar los caminos que permitan que coexistencia de esas transformaciones con el bienestar relativo de la población. Para ello, el denominado salario indirecto es uno de los mejores recursos. Es decir la satisfacción de buena parte de las necesidades básicas de la población trabajadora desde la intervención estatal: educación, salud, renta básica para los desempleados.

La unidad nacional promovida para la lucha contra el virus es una necesidad porque en ello existe el riesgo de vida generalizado de una manifestación de la Naturaleza y por tanto el dilema es entre la vida y la muerte de todos los integrantes de la sociedad sin importar su condición.

La “perilla de la economía”, en cambio,  tiene que ver con intereses sociales y económicos que buscan implantarse en un juego de fuerzas en pugna, y es,  por lo tanto, un aspecto netamente político. 

Por todo ello es que debemos reflexionar sobre qué país queremos luego de la pandemia. Por lo pronto el Uruguay está teniendo hasta el momento un desempeño ejemplar en el manejo de la enfermedad dado en lo fundamental por la preexistencia de un Sistema Nacional Integrado de Salud, -el mismo que, en su momento, fue criticado y negado por los partidos hoy en el gobierno-, un esquema de protección social amplio, una presencia de organizaciones sociales fuertes e independientes, entre otras cosas, que han permitido una gestión adecuada de la pandemia. Todo ello sin dejar de considerar que desde el gobierno se tomaron en su momento decisiones acertadas como por ejemplo la temprana disposición del distanciamiento social.

Tal vez una de las mejores enseñanzas que está dejando la pandemia es que la protección social es fundamental para el abordaje de urgencias como esta, la imperiosa necesidad de afectar muchos recursos para el sistema sanitario en lugar de desmantelarlo como lo hicieran Italia , España y USA , o la importancia de invertir decididamente en investigación científico tecnológica para afrontar los desafíos de todo tipo a los que con mayor frecuencia se está teniendo que enfrentar la Humanidad. Estas líneas de acción no son gratuitas, requieren voluminosos recursos que a su vez necesitan un Estado capaz de gestionarlos conjuntamente  con un inevitable esfuerzo redistributivo.

 Hay muchas nuevas normalidades posibles. El Uruguay se debe una discusión en profundidad acerca de los caminos  a transitar frente a las incertidumbres del futuro pero sin escamotear las consecuencias sociales de las nuevas normalidades posibles.