Jorge Ramada
Lo que pasó
Todos sabíamos que era muy difícil el triunfo del plebiscito por la seguridad social. Empezando porque las reglas para la aprobación de un plebiscito simultáneo a la elección complican la aprobación: no solo hay que superar a los que están en contra, sino sumarles los que anulan el voto, los que votan en blanco y los que no ponen la papeleta por falta de información o por no tener posición. En este caso, además hubo que luchar contra la oposición de los líderes de los principales partidos (que juntos recogieron el 90% de los votos). Y no fue una oposición pasiva, sino que permanentemente se expresaron en contra, sumando argumentos, falsedades y anuncios de catástrofes. El propio día de la votación, dirigentes del progresismo instaron a militantes que estaban repartiendo listas a no ofrecer la papeleta del SÍ. A pesar de todo eso, el enorme esfuerzo militante logró no solo que los ricos y los burócratas se asustaran, sino conseguir un apoyo cercano al 40%.
Pero mucho más importante que los votos logrados fue haber mostrado ante todo el pueblo el verdadero contenido del actual sistema jubilatorio y especialmente el papel de las AFAP, que ahí estaba el nudo de oposición por parte de quienes endiosan al sistema financiero y a los benditos inversores. Así mucha gente pudo conocer datos que no estaban a la luz: la comisión que cobran las AFAP; los negocios que hacen con la plata de los trabajadores; la miseria que pagan las AFAP a la gran mayoría de sus afiliados; los sueldos astronómicos que ganan sus gerentes y altos funcionarios.
Hoy salen algunos dirigentes progresistas a decir que la movilización por la reforma le quitó energía (y votos) a la movilización del FA, cuando también tendrían que preguntarse si no habrá sido al revés, si los 30.000 votos que fueron solo a la papeleta blanca no hubieran ido para el FA si se hubiera jugado por apoyar la propuesta de las organizaciones sociales. Y a regañadientes tienen que reconocer que hay que atender los reclamos de los impulsores de la papeleta blanca, porque tuvieron un importante apoyo.
Dentro de los apoyos, no puede ocultarse que dos terceras partes de los votantes del FA colocaron la papeleta blanca junto con el voto. Es decir que, dentro de sus filas, el apoyo a la reforma es mayoritario, lo que debería tenerlo en cuenta si finalmente consigue el gobierno. A menos que sus dirigentes sigan pensando que son los dueños de la verdad, pese a pasadas autocríticas en que reconocían haberse distanciado del pueblo y no haber escuchado suficientemente a las organizaciones sociales.
Que el nudo estaba en las AFAP queda más claro cuando ya los dirigentes frenteamplistas dicen que en su programa está mantener los 60 años para jubilarse y mejorar las jubilaciones más sumergidas; pero en cuanto a las AFAP apenas dicen que habrá que limitarles el lucro. Pero advierten que si no gana el FA en segunda vuelta, va a quedar firme lo que hay. Lo que no dicen es que probablemente no hubiera quedado firme -independientemente de quien ganara en segunda vuelta- si hubieran dado el apoyo a la papeleta blanca.
Lo que quedó
La votación es una oportunidad para poner en el tapete de toda la población los reclamos de los sectores populares y también para ver con más nitidez cómo se comportan los diferentes sectores de clase y los grupos políticos que los representan. Pero es apenas un episodio en el cual se definen tan solo las condicionantes institucionales que tendrá la lucha de clases en los años siguientes.
Porque la votación pasó, pero la lucha -como siempre- continúa. No solo por una seguridad social auténticamente al servicio de los que trabajan y no del capital, sino además por las necesidades reales de los sectores populares: por desmercantilizar derechos básicos, como lo son el de la salud, la vivienda y la educación; por generar fuentes de trabajo productivas dirigidas ante todo a la satisfacción de las necesidades básicas y con empleos dignos (no chatarra) que respeten los derechos conquistados con años de lucha; por cuidar en serio el ambiente, no dejándolo librado a decisiones de mercado.
La movilización generada en torno a la papeleta blanca y el importante apoyo que logró, son bases para seguir un trabajo en conjunto por las reivindicaciones de fondo de los trabajadores y los sectores más sumergidos.
Lo que vendrá
Falta la última etapa de esta votación, la que va a decidir quién se va a quedar con el control del gobierno. Para el conjunto del pueblo y especialmente para los sectores más golpeados, no es indiferente quien gane.
Por un lado está claro que si gana la coalición se seguirán profundizando los beneficios a los “malla oro”, el desmantelamiento de empresas públicas y organismos de control del Estado, el cierre de fábricas, la pérdida de salarios y conquistas laborales. Probablemente se sientan envalentonados para aumentar la represión contra las protestas y hasta es posible que si la falta de mayorías les genera un empantanamiento parlamentario, tiendan a gobernar por decreto; o que reaparezcan voces (los Ojeda, Bordaberry, Zubía, por ejemplo) que den manija con que el parlamento es un clavo, con sueldos altísimos para no hacer nada (menores que los gerentes de las AFAP, pero eso no importa) y entonces hay que llamar a los “salvadores de la patria”.
Si gana el progresismo, no es de esperar reformas de fondo (esas que atacan la lógica del sistema) pero al menos podemos pensar que habrá en ministerios, en la enseñanza, en la salud, espacios para pelear mejoras y no trogloditas antipueblo. Que volveremos a tener un Ministerio de Trabajo al menos imparcial y no un ministro del capital. No olvidar que en el ciclo progresista anterior se generaron condiciones que favorecieron la organización de colectivos de trabajadores y eso hizo crecer la sindicalización.
En cualquiera de los casos habrá que movilizarse y luchar, ya sea para defender lo conquistado o para arrancar nuevas conquistas. Para anteponer las necesidades de las grandes mayorías por encima de las de los inversores.
La coordinación lograda para impulsar el SÍ es buen punto de partida para las nuevas luchas. Una coordinación parecida a la que impulsó la convocatoria al III Congreso del Pueblo. No solo para reclamar, sino para elaborar las propuestas que apunten a satisfacer esas necesidades, muchas de las cuales ya fueron fundamentadas en esa convocatoria. Y ante la muy reiterada frase de que “los recursos son finitos” para cubrir todas las necesidades, insistir en que se pueden “engrosar” atacando a las ganancias de los grandes favorecidos por el sistema, especialmente el capital financiero, el mismo que se puso muy nervioso con el plebiscito.
Teniendo en cuenta que se acercan los 100 años del nacimiento del Bebe Sendic, me parece bueno recordar y poner énfasis en aquellos puntos que él señaló en sus artículos a la salida de la cárcel: la tierra, la banca, la deuda externa, los nudos que atan el poder de la oligarquía y la dependencia del imperialismo. Un justo homenaje sería traer esos temas a la necesaria discusión que habrá de darse para elaborar las propuestas de hoy.