Daniel Ximénez
Hay integrantes y simpatizantes del FA preocupados por el impacto electoral que pueda tener el debate sobre el Plebiscito. Eso amerita algunas reflexiones. |
En primer lugar, hay que recordar que los plebiscitos nunca fueron una complicación para el FA, en ningún sentido. Baste recordar por ejemplo el Plebiscito contra la ley que abría la puerta a la privatización periférica de ANCAP. Esa ley había contado con el aporte de los senadores del FA, Astori y Rubio, en el Parlamento, no solo con su voto sino desde su elaboración. Por eso una parte del FA no estaba de acuerdo con ponerla a consideración de la población en un plebiscito. Contra viento y marea el sindicato de los trabajadores de ANCAP se puso la campaña al hombro y logró que hubiera plebiscito. Sobre el final el FA decidió acompañar, y el plebiscito obtuvo la mayoría de votos necesarios para tirar abajo aquella ley. Eso ocurrió a fines de 2003. Al año siguiente, en 2004, el FA ganaba las elecciones nacionales en primera vuelta, poniendo en la presidencia de la república por primera vez a un candidato propio. No fueron pocos los que en ese momento observaron el efecto reanimador de la movilización que tuvo aquel Plebiscito, y el entusiasmo que generó entre la militancia. Movilización y entusiasmo militante que sin duda contribuyeron a ese histórico resultado electoral del FA. Algo parecido se atribuye a la campaña por el voto verde en 1989, que aun perdidosa, preparó el terreno para el triunfo del FA en las elecciones que llevaron ese mismo año, por primera vez al FA y a su candidato Tabaré Vázquez, a la Intendencia de Montevideo.
En segundo lugar, hay que recordar también que todo el FA comparte el rechazo a la reforma previsional que realizó la coalición de derecha en 2023, reforma que subió la edad jubilatoria a 65 años, y bajó al 45% de la remuneración el monto de la jubilación al momento de jubilarse, entre otras medidas regresivas. El FA propone en su programa, aprobado recientemente, revisar la edad jubilatoria, elevar las jubilaciones y eliminar el lucro en la seguridad social, en una referencia inequívoca a la presencia de las AFAP en el sistema. Las diferencias surgen en torno al camino para corregir ese desatino y hacer justicia. La propuesta, que todos apoyan, es convocar a un gran Dialogo Social para reformar como corresponde la seguridad social uruguaya. Los que defienden el Plebiscito también acompañan esa idea porque dicen que la reforma que proponen no contempla todos los aspectos que son necesarios encarar y mejorar, y consideran que la campaña del Plebiscito fue la mejor forma de iniciar ese gran diálogo social, de forma muy participativa y ejerciendo la democracia directa en forma masiva. Durante la recolección de firmas, se calcula que participaron al menos un millón de personas, escuchando y analizando la propuesta, y de ellas, más de 430.000 acompañaron con su firma. Con el Plebiscito, el Dialogo Social, ya comenzó.
Finalmente, el FA siempre acompañó las iniciativas de las organizaciones sociales. No hay antecedentes de no apoyo a una consulta impulsada por las organizaciones sociales, como las que hoy promueven el Plebiscito de la seguridad social: el PIT-CNT, FUCVAM, y la FEUU. Esa tradición siempre fue un factor de acumulación política y electoral para el FA. Cuando se alejó de ellas se debilitó, como bien se consignó en el último balance autocritico realizado luego de la derrota electoral de 2019. Porque conviene recordar que el declive electoral del FA no empezó con este Plebiscito, que viene de hace años.
Hay sectores del FA que consideran negativo este Plebiscito. Eso llevó al FA, por primera vez en su historia, a no tomar posición de conjunto y habilitar la libertad de acción de sus adherentes. Sus 2 candidatos ya han manifestado que no van a votar el SI. Habría que evaluar el impacto electoral que puede tener esta conducta, más cuando todas las encuestas nos dicen que el Plebiscito mantiene una intención de voto mayoritaria entre el electorado frenteamplista (64%) y entre los pobres (68%), mucho más alta aún entre los jóvenes (71%), y que hasta tiene elevado apoyo entre los votantes de los partidos de centro (50%) y hasta de derecha (47%). Los porcentajes son de la consultora Factum.
El FA se metió en un brete. Y se metió solito. No lo metió el PIT-CNT, que hizo esta vez lo que hizo siempre. Pero tiene una salida. La salida no puede ser justificar su posición repitiendo los argumentos, mentiras y amenazas que vienen desplegando los detractores de derecha. El FA podría decir, sin faltar a la verdad, que rechaza la reforma que hizo la coalición el año pasado, que coincide en lo fundamental con los objetivos del Plebiscito, que convoca a un gran dialogo social para alcanzarlos y lograr una mejor seguridad social, que sigue valorando las virtudes de la democracia directa, y que por eso mismo, si finalmente la mayoría del pueblo uruguayo vota el SI, el próximo gobierno del FA no solo va a respetar y hacer cumplir esa decisión soberana, sino que garantizará una transición ordenada, sin ningún caos, ni ninguna catástrofe.