Vivir para trabajar

 

¿Estamos socialmente seguros? La Constitución establece una serie de derechos y libertades que no siempre gozamos de forma efectiva. Demasiado cantidad de veces es sólo un gesto para la tribuna.

Por David Rabinovich

Dice nuestra Constitución que “Los habitantes de la República tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad. Nadie puede ser privado de estos derechos sino conforme a las leyes que se establecen por razones de interés general.” Las razones de interés general son casi siempre el nudo del debate.

El Artículo 72 estipula que el listado de derechos enumerado no es excluyente. Otros, son “inherentes a la personalidad humana o se derivan de la forma republicana de gobierno”. Hay una pelea permanente y muy importante, por lograr que se reconozca efectivamente la vigencia de muchos derechos. Para que algunos puedan ser ejercidos se necesita de los recursos correspondientes. Cuáles son más importantes, es otro punto de frecuente controversia.

No es fácil modificar la Carta Magna. Tiene que ver con la forma en que se entienda la democracia. También resulta muy claro que, desde su primera versión, la Constitución tiene un claro sentido de clase. Son reglas hechas a la medida de los intereses de las élites que la redactaron. Con el paso de los años y el advenimiento de nuevos tiempos, el contrato se ha modificado, para bien y para mal. Siempre según cómo se mire y desde qué intereses se analice. En todas las discusiones sobre cambios de fondo hay en juego aspectos contradictorios, complejos; oscuros, a veces. Siempre se trata de democracia y representatividad, entre otras cosas.

La propuesta de la Central de Trabajadores consiste en establecer como bases para un nuevo sistema de seguridad social: 1) Que la edad mínima, para acceder a una jubilación, sea 60 años y no 65 como estableció la ley que reformó el sistema. 2) Que se perciba no menos de un salario mínimo. 3) Eliminar el lucro privado en el sistema.

Nada que suene exagerado por cierto. Para asegurar esas bases mínimas se convoca a una instancia democrática. Se puede considerar que la democracia es, en este caso, “inoportuna”. No me parece bien, vivir en campaña electoral permanente, ni que para ganar las próximas reine el “todo vale”. ¿No hay nada  más importante que conseguir el gobierno? Soy consciente que sin detentar el poder no se puede cambiar las desgraciadas circunstancias en las que vive una parte importante de nuestros conciudadanos. Pero ¿los cambios se sostienen en el tiempo sin otros y mejores niveles de conciencia y participación?

Los gobiernos conservadores que representan los intereses de los económicamente más poderosos, acceden  por elecciones legítimas; aunque, con frecuencia, mediante golpes militares. También hay un amplio muestrario de democracias imperfectas, tuteladas… El “poder” tiende a imponerse y perpetuarse. La representatividad puede responder a votaciones y gobernar sin pretensiones de cuidar los intereses mayoritarios. Y también pueden ganarse contiendas electorales en base a promesas engañosas y ‘Fake news’.

Por su parte los trabajadores, consideran que obligar a extender el tiempo laboral de las personas porque ‘la gente vive más’, cuando de lo que se trata es de abaratar el sistema, no condice con la evolución de la sociedad, la economía y las aspiraciones humanas. En los últimos años la mayor riqueza generada fue apropiada por el 5% que integra la élite de los que perciben mayores ingresos. El 95% perdimos ingresos.

El negocio de las Afap en todos los países donde se instaló fracasó en su promesa de mejorar las condiciones de retiro para la mayoría de la población. En el mundo hay poco más de 200 países de los que sólo una treintena optaron por el régimen de Seguridad Social privada (con variantes y matices). Más de la mitad desanduvieron ese camino por los perjuicios que provocó. El sistema sigue vigente sólo en una docena de países, menos del 10%. En varios, porque los perjudicados no encuentran la forma de derogarlo. Eliminar el lucro privado del sistema de seguridad social busca que todos los recursos disponibles a ese fin sean dispuestos para él. El ahorro privado seguirá siendo una opción personal de quienes tienen capacidad económica. No parece equitativo, ni siquiera honorable, hacer un sistema que para los militares no se aplica pero ahora se extiende a todos los contribuyentes, incluyendo hasta los ‘veinticinco mil pesistas’.

Como postula la Constitución, a la hora de atender intereses ¿se contemplan los de las grandes mayorías; no los privilegios de unos pocos? De eso se trata la democracia. Eso es el “interés general”. La democracia funciona con algunas formas de intervención amplia, pero puntual, con la posibilidad de participación de todos los ciudadanos y en general, de forma cotidiana, por delegación de la soberanía popular en nuestros representantes.

El Plebiscito define si se mantiene el poder jubilarse a los 60 años. A mí no me parece mal. Los uruguayos nos retiramos ‘en promedio’ con 63. Es así. No se jubilan todos a los 60 años, son muchos los que cobran menos de un salario mínimo. Depende de los años trabajados y registrados como de la remuneración que percibimos y se declara.

En realidad, lo que estamos discutiendo es si las personas tienen derecho a retirarse y pasar tranquilos a partir de los 60 años, “si lo desean”. Estamos discutiendo qué grado de fracaso muestra una sociedad cuyo ingreso per cápita es el más alto de la región y lo que ofrece en materia de seguridad social es tan pobre.

Además, si fuera cierto que esta reforma genera una catástrofe financiera, ¿cuáles serían las consecuencias de abordar en serio temas como la niñez, los jóvenes, las mujeres, la educación, la vivienda…? ¿Dentro de 25, 30 o 50 años, qué realidad vivirán nuestros nietos y bisnietos? Los cambios van muy rápido y ni siquiera tenemos asegurado sobrevivir como especie a nuestros desastres. En plazos más manejables los cálculos que se hacen para anunciar las 7 plagas me parecen mal fundamentados. Pero es un tema de confianza y los trabajadores organizados me la merecen en mayor medida que los personeros de un sistema que da miedo como Saldain. Ya nos mintieron en los 90 cuando hablaron de los beneficios que traerían las Afap en materia de prestaciones.

La ética de la responsabilidad nos enfrenta a una convicción: cambiar una realidad terrible es un propósito irrenunciable. Nos va la vida en esto. ¿Qué tiene de malo querer trabajar para vivir y no, vivir para trabajar?