El desafío de no diluir el horizonte socialista en el progresismo

Escribe Eduardo Aparicio militante social y político

El Frente Amplio desde su nacimiento ha sido un proyecto político de características singulares, ya que no fue  y estuvo lejos de ser una simple recreación de los “Frentes Populares”.  Desde sus inicios se dotó de  algunos rasgos distintivos, que podemos resumir en su carácter antiimperialista y anti oligárquico. Al tiempo que edificó una doble configuración organizativa conjugando el carácter de coalición y movimiento,  en parte son estos elementos los que hicieron la diferencias con  otros experimentos como ser el del a Unidad Popular en Chile.

Su programa encontró una fuente de inspiración en muchos aportes provenientes de las definiciones del  Congreso del Pueblo, es decir de una formulación salida del movimiento social.

El basamento social fue y es  poli clasista,  en su composición  y su caudal electoral  se ve reflejada y  expresa la  diversidad.. El FA se consolido, fue un actor central de  la resistencia a la dictadura y recuperación democrática; fue creciendo en el marco de un proceso no lineal de acumulación de de fuerzas hasta alcanzar en 2004 el gobierno.

El horizonte socialista no hizo parte de construcción unitaria, pero no menos cierto es que  desde la creación albergó en su seno un arco de partidos, sectores, grupos, que si tuvieron y mantienen tienen una definición socialista superadora del orden capitalista.

El progresismo  se ha presentado y procura ser una expresión política de cambio, no calcada de izquierda histórica. La versión edificada en el país, pieza maestra del ensanchamiento político electoral,  exhibe fuertes diferencias con las definiciones programáticas fundacionales del FA. Sin temor a equivocarnos que ese vuelco hacia el progresismo ha sido un instrumento que contribuyó mucho a franquearle el acceso tres veces el gobierno.  Alcanzar el control del gobierno llevó al frenteamplismo a acompasarse a los nuevos tiempos y contextos; provocando una evolución, una adaptación de sus objetivos programáticos, impulsando una metamorfosis  caracterizada por la “rebaja” de los mismos.

Debemos reconocer que  sus tres sucesivos gobiernos acometieron varias transformaciones, muy pocas de ellas pueden ser catalogadas como  estructurales;  de todas maneras el impulso transformador ha significado avances relevantes. Resulta no  menos cierto que será  la historia la que determinara su radicalidad y profundidad.

Cuando han transcurridos casi 15 años de gobierno ya no es tan fácil decir que los gobiernos frenteamplistas han sido los mejores de los últimos 100 años, porque inmediatamente  e inevitablemente se impone  por ejemplo de la comparación con el 2° batllismo (1911-15)  en  lo que tiene que ver con el nivel, la  perennidad de cada uno de estos procesos reformistas.

Desde posiciones de izquierda hoy ya no se puede soslayar dirigir la mirada analítica para escrutar lo que falta por hacer y lo que se hizo mal en sus gobiernos, liberados en el ejericicio de toda subjetividad exitista.

En esta nota solo  quisiéramos llamar la atención sobre un  desafío que se nos imponen a quienes  hacemos parte de esa la izquierda histórica, de vocación socialista afincada en el Frente Amplio; es decir de todos quienes mantenemos la expectativa de forjar un horizonte  emancipador para el hombre superador del capitalismo. Se trata del reto de quienes no queremos diluir nuestra definición y condición socialista en el mero progresismo, sabedores que nuestra misión consiste  en hacer avanzar al progresismo  tanto en profundidad, como en su consistencia, picaneándolo para que vaya a más.

 Las contradicciones y tensiones  tanto el debate  programático, como en la gestión de sus gobiernos  han sido una constante de la peripecia del frentismo. En la actualidad estamos en medio de esas tensiones, cuando se procesan las nuevas  formulaciones programáticas y   la definición de una plataforma de gobierno y paralelamente tienen lugar  los pronunciamientos y relativos relativos sus pre candidaturas para que las elecciones internas, que laudaran sobre la fórmula presidencial para el 2019.

Las fuerzas que se reclaman del socialismo cobijadas bajo la bandera de Otorgués,   procuran dentro del juego de la vida orgánica  y sus reglas democráticas incidir en las definiciones programáticas para ir a más, defender y consolidar logros. Sin tampoco dejar de ser criticas  con los incumplimientos  y apartamientos programáticos transcurridos,  que  en todos estos años no han sido pocos ni menores. Deben también analizar y mesurar la distancia de su programa con el del movimiento social, visualizando con rigor y sin complacencia el divorcio entre la izquierda social y política.

En los tiempos que se producen las opciones de candidatos hay que tener presente algunas consideraciones de sobre los hombres y mujeres candidatos, considerando varios aspectos como ser,  la defensa de los intereses y perspectivas  de los trabajadores en clave de clase, su  concepción acerca de la expansión de la democracia trasladada a  las esferas económica, social, cultural, sin dejar de lado  como se paran ante el imperio  de la dimensión ética que está  asociada a los fundamentos y esencia de la izquierda.

En  resumen el arco de las expresiones socialistas  deben ir por la reafirmación del basamento del ideario que los une, dentro del cual con  amplitud de miras   puedan converger y coexistir distintas vertientes del horizonte socialista, -por encima de perfiles sectoriales, contingencias  y alianzas electorales-,  es decir que podrían conjuntarse todos quienes  mantienen un nítido deseo y voluntad de alteración del statu quo resultante de la preeminencia del sistema capitalista en nuestra sociedad.

Para identificar esquemáticamente  los pilares de ese ideario, no recurriré a exponentes del socialismo revolucionario,  sino a un socialista reformista como León Blum. Repasemos esos conceptos de Blum: el socialismo es un movimiento nacido de los mejores sentimientos de la revuelta, insurgencia humana y de la consciencia de la igualdad natural. Oponiéndose frontalmente a un funcionamiento social basado en el privilegio. Surgido del convencimiento que la subsistencia de todo ser humano debe estar sustentada en el trabajo. Ya que la vida de cada uno  hombre debe ser  asegurada por todos los. Del contrate entre las privaciones de las mayoría y la existencia fastuosa, la concentración de la riqueza  de los menos,. El socialismo es una moral. Es  una doctrina esencialmente económica más que política, porque el análisis de la historia demuestra que las formas de producción, distribución  y propiedad, dominan la vida social y el gobierno de las instituciones, imponiéndose en  relaciones políticas. El socialismo significa el rechazo a la aceptación pasiva de la configuración económica y social actual  considerándola  necesaria, eterna e inmutable, Desde el momento que sentimos que el orden de las cosas  bajo el capitalismo, está en contradicción flagrante contra la voluntad de justicia, igualdad, solidaridad.

Retomemos el hilo de nuestra reflexión de cara a la actualidad para reafirmar que en  una visión de izquierda los programas pueden ser más importantes que los candidatos para encarar las lides electorales.  Pero los textos y enunciados  no dejan de ser una referencia, pero no son todo, siempre cuentan las posiciones concretas y las actitudes políticas de los candidatos.  Tampoco deja de ser menos ciertos que los programas sirven para reflejar y vehiculizar el ideario. Sabedores que  toda y cualquier política de izquierda debe indefectiblemente ser principista, y cuando se aleja del “principismo” dejara de tener esencia de izquierda,  razón por la cual no debemos abandonar, ni silenciar nuestro ideario.

Nuestra inquietud  no es otra que determinar cómo se puede impulsar una entente, -fuera de la lógica electoral-, de las fuerzas socialista  en el FA para incidir en el programa,  en el rumbo de los gobierno y en  las formas de hacer política. Para lo cual hay que abocarse  al abordaje  de estas realidades,  sin prejuicios, pre conceptos, tabúes,  ni clichés; sin tampoco esquivar  otras interrogantes  como ser: el eventual  agotamiento de la era progresista;  o la  vigencia en términos históricos y políticos del FA, desafíos  que hacen parte de una tarea del militantismo político permanente.