Pornografía infantil (y otras reflexiones rasquetas)

Jorge Ramada

UNICEF ha lanzado una serie de videos llamando a la colaboración para aplacar la desnutrición de millones de niños en el mundo, mediante la colaboración de las poblaciones para adquirir un suplemento alimentario rico en proteínas (Plumpy'Nut).

Las imágenes conmueven: niños desnutridos, en su mayoría negros, varios de ellos con una expresión de picardía en el rostro que llama a la simpatía.

Pero resulta que somos los individuos de a pie quienes tenemos que colaborar con un equivalente a 5 a 10 dólares mientras se gastan miles de millones en armas de destrucción, las mismas que ayudarán a generar millones de niños hambrientos y/o mutilados.1

Es decir, para ayudar a esos niños, UNICEF no lanza una campaña sostenida en favor de la paz, ni siquiera a un aporte de las grandes empresas fabricantes de armas e implementos de guerra2 sino a la solidaridad de nosotros, pobres mortales. De paso se apoyan en figuras conocidas del arte o deportes para generar más empatía en el público. No niego las intenciones altruistas de quienes se prestan para esas campañas (suponiendo que lo hacen en forma honoraria), ni la voluntad de UNICEF por atender a millones de niños que sufren desnutrición, miseria, mutilaciones... A lo que me niego es a hacerme cómplice de una campaña que apunta más a una sensibilidad barata (5 a 10 dólares no es caro) que a cuestionar las causas del problema.

Pero además, tiene de “sponsor” a una empresa francesa, Nutriset, que es la proveedora del milagroso alimento. Y aquí sí me permito dudar de las intenciones puramente altruistas de esta empresa y de los empresarios que se asocian a ella.3 No creo que sus gerentes, directivos, agentes, etc., sufran de desnutrición. O sea que en realidad, los aportes de quienes se enganchan con la propaganda van a nutrir las arcas de las empresas que fabrican y distribuyen el maravilloso Plumpy'Nut. Esto sí es “negocio redondo” (traducción al idioma empresarial del término –hoy muy de moda– “economía circular”).

Puede que yo esté demasiado sensible (y rasqueta ante las injusticias) y la indignación que me producen estos anuncios aumenta cada vez que los vuelvo a ver en la televisión. Pero me llama la atención, en todos estos meses en que se emite esta propaganda, no haber leído ni escuchado ningún comentario de políticos o periodistas haciendo alusión al tema. ¿Estaré tan desubicado?

Sin embargo, desde mi humilde opinión y aunque el término suene grueso, yo diría que esas imágenes bien podrían tildarse de pornográficas4  y, al utilizar a los niños, pornografía infantil.

 

1 Ejemplo: bombas de racimo, típica arma de destrucción masiva, de las que NO había en Iraq cuando lo invadieron; con esa excusa Iraq fue destruido por los mismos que hoy las suministran para echar leña al fuego en la guerra de Ucrania.

2 Aclaro que estoy en contra de la invasión de Ucrania, doble invasión, de Rusia con tropas y de la OTAN con armas y algunos mercenarios también. Los países imperialistas se pelean a costa de las vidas de los ucranianos, claro que uno de ellos también arriesgando vidas y el otro solo aumentando las ganancias del complejo militar-industrial. Pero en una guerra entre imperios no cabe tomar partido por uno de ellos, sino por la paz. Hace más de 100 años, una opción similar culminó con la ruptura entre la 2ª Internacional -que apostó por las causas nacionales- y los que apostaron por la paz y la revolución.

3 De internet: “La red PlumpyField®, iniciada por Nutriset, reúne a empresarios independientes de los países en vías de desarrollo que fabrican y distribuyen los productos Nutriset localmente en países afectados por la desnutrición. Los miembros de la red PlumpyField® completan la propuesta de Nutriset e impulsan el desarrollo local gracias a la valorización de los sectores agrícolas, al despliegue de la agroindustria y a su contribución a la lucha contra la desnutrición.”

4 Pornografía (definición RAE): “presentación abierta y cruda del sexo que busca producir excitación”; en el caso de UNICEF diríamos presentación abierta y cruda de la miseria que busca producir compasión.