La renovada decepción de la política

Hugo Tuyá

Las últimas encuestas confirman lo que cualquier vecino podía suponer: la baja pronunciada en la opinión pública del contubernio multicolor. No era para menos, lo esperábamos, aunque el presidente per se mantiene un apoyo fiel de forma excluyente, una plataforma ideal preparando el terreno y el apellido, tal vez, para una próxima candidatura en 2029. Ha demostrado inteligencia para mantenerse a flote y un trabajo marketinero de primera línea, superando con creces a su padre, pero cometiendo  errores cruciales respecto a la política económica y, lo más incomprensible, haciendo la “vista gorda” en temas de corrupción a varias puntas. A pesar de la guerrilla mediática en contra del campo popular como sindicatos, ollas populares, y la actuación del F.A. en años anteriores, los voceros que la sostienen han dejado de ser creíbles por múltiples aspectos y episodios que refieren a una ética elemental no asumida, subestimando la capacidad de los uruguayos de sopesar una conducta política desahuciada y mendaz. El pez por la boca muere.

Realicemos una abstracción y demos por sentado como premisa, que la naturaleza humana es imperfecta e imprevisible. Digamos, asimismo, que la ciencia histórica y las disciplinas avanzadas en el estudio humano nos explican y nos enseñan el entramado complejo de sus interrelaciones en la medida de los intereses particulares y de la cosmovisión de época. Ningún dato más preciso a nuestra comprensión del capitalismo, como modo de vida y cultura, protocolo de intercambio, y relación capital-trabajo, que aquella máxima de Karl Marx que instituye un período histórico de lucha de clases funcional al sistema de valores vigente y que se contrapone a la dura lucha de la clase obrera lúcida por eliminar la explotación y consolidar su emancipación definitiva. En el tinglado doméstico, más allá de matices, la coalición gobernante ha demostrado una y otra vez que la tesis marxista continúa viva y se expone descarnadamente a través de leyes, discursos, y veladas amenazas desde la extrema derecha a imponer sus decisiones a fuerza de conferencias con tufillo a comunicado de las fuerzas conjuntas durante la dictadura: la gestualidad militar de Manini durante la defensa de lo actuado por su esposa así lo refuerza. Haciendo “política ficción” nos preguntamos si será el Gabriel Terra en tiempos próximos… un guiño a la historia local de la familia Manini Ríos.

No existe la necesidad académica de detenerse en detalles ni viajar en el tiempo para mencionar la gama de pensadores universales que se han expresado sobre la Política y la Ética que debe acompañarla, pero debemos reconocer el disgusto y la impotencia que nos arropa siendo partícipes de acontecimientos de corrupción que por experiencia de vida ya no nos afectan personalmente, pero que como un goteo sin final, corroen sistemáticamente el menguado optimismo de un imaginario colectivo demasiado acostumbrado a la llamada “vieja política”, donde el acomodo, el soborno, la coima, la información privilegiada para algunos negocios, y demás patologías encapsuladas en las esferas del poder de turno, hacen la sumatoria necesaria para la malversación de los mecanismos democrático-republicanos tan manoseados en forma discursiva.

Abrumados por eslóganes, discursos tribuneros, y gestualidad preconcebida, los ciudadanos nos hemos acostumbrado a la decepción luego del paraíso de promesas que un aspirante a presidente -y émulos del pasado- ha plantado como una semilla, esperando recoger la cosecha de votos que supuestamente le corresponde. Es la práctica de la peor versión de la Política con mayúscula, adocenada con la complicidad de un rejunte conservador y reaccionario del espectro nacional cuyo horizonte utilitario es continuar en el poder y mantener a la oposición en un limbo insustancial y eventualmente culpable de los males que hoy nos aquejan. Sin duda que la parodia puede haber cosechado algún fruto, pero la tenaz seguidilla de episodios de corrupción rampante hace inconducente e inverosímil la centralidad del discurso neoliberal que llevó a la presidencia nuevamente al herrerismo y sus secuaces. Más bien lo contrario: la constatación que los vicios, complicidades, demagogia, y otros elementos deletéreos que pueden herir de muerte una democracia, fungen de buque insignia como de obscena representación de una regularidad de ciertos grupos de poder que arriban desde lejanos tiempos a cometer los mismos pecados que antaño.

La Historia no se repite, pero tiene ciertas regularidades de larga duración que permiten una proyección hacia adelante. Dependerá de los actores, sus decisiones, y la coyuntura puntual que brinden los hechos políticos, pero debemos tener en cuenta los cambios sorpresivos que modelan la subjetividad, los intereses, y el comportamiento de un sistema de referencia, como puede ser la normativa capitalista global en funciones, o el comportamiento de las corporaciones de élite y su hegemonía cultural que, de una forma u otra, pretenden perpetuarse proteicamente mediante agentes debidamente posicionados en sus áreas de influencia, y capacitados para conseguir dicho resultado. La emergencia de la izquierda a partir del 2005 constituye un quiebre decisivo para juzgar sumariamente la inoperancia y debilidad de los gobiernos anteriores frente a las contingencias y los desbordes autoritarios, pero ha dejado flancos sin cubrir y errores de funcionamiento que se aprovechan en la actualidad para desacreditar los cambios efectuados y los eventuales futuros. Existe hoy una nueva agenda que abarca temáticas como la sostenibilidad ambiental, las transformaciones tecnológicas, la salud mental derivada del trabajo o la falta del mismo, adicciones, las reivindicaciones feministas, la renta básica universal, y otros ítems vinculados a la vivienda, salud, ocio, y a los métodos de gestión, o sea, resta muchísimo por hacer y consensuar con la sociedad. La izquierda debe presentar un programa sólido para ser creíble y no generar sueños imposibles o versiones utópicas que quieran realizarse de la noche a la mañana, tejiendo para empezar, una solidaridad colectiva alejada de los parámetros liberal-conservadores.

Más allá de posicionamientos partidarios, la realidad nos alerta de un continuo retroceso en la calidad de vida económica y cultural, y en derechos consagrados en el pacto constitucional que son jurídica y humanamente inalienables, anteponiendo un anacrónico y mezquino asistencialismo de clase frente a problemas graves del momento abandonando el sentido casi común, diríamos, de cambios estructurales tan necesarios en distintos aspectos de la vida nacional y cuya resolución viene postergándose desde hace décadas. El presidente no se hace cargo de los problemas por debajo de la alfombra. No hay sorpresa, pero sí perplejidad y bronca por el itinerario de la coalición gobernante, por sus impresentables legisladores, ministros faltos de idoneidad o directamente venales, por su obsecuencia al capital y a la geopolítica imperial, teniendo como base el fracaso histórico del neoliberalismo ayer y hoy en cuanto territorio tocó puerto. Es también, vista la larga lista de hechos dudosos e impensables que aumentan día tras día en un derrotero de incertidumbre, un fracaso de las ideas y de la ética en un sentido universal, una subestimación desafortunada a la inteligencia ciudadana, y una inaplazable condena a quien hace poco hablaba de un cuento de hadas para apenas cinco años de gobierno. Si muchas actitudes quedan obscenamente al descubierto, podemos hacernos un panorama de lo que no llega a la prensa ni a los canales de tv, ni tampoco a las ocultas intenciones corporativas cuando el timonel y los subalternos observan que la nave se va a pique.