Agua salada e Hidrógeno verde

Jorge Ramada

La escasez de agua puso nuevamente en primer plano los temas ambientales. No se trata de los grandes dramas que padece el mundo, como el calentamiento global o el agujero de la capa de ozono. Éstos existen sin dudas, por más que nuestros países del sur no somos los responsables y las medidas que podamos (y debemos) tomar para atenuarlos, no van a influir en gran medida, al lado de lo que deberían hacer las grandes potencias industriales. Los sufrimos diariamente pero la mayoría se ha acostumbrado a convivir con ellos; pero esto del agua es un problema ambiental mucho más concreto y cotidiano que nos golpea aquí y ahora. También problema de salud, como lo son en definitiva todos los daños ambientales, aunque a veces no se los relacione.

No voy a entrar en detalles sobre la crisis hídrica y las propuestas para encararla, pues ya hizo una muy buena síntesis Garabed en la Hoja Nº 5. Sí me gustaría señalar algunos temas que la crisis trajo a la consideración del público, que si bien no son nuevos, ahora van a tener mayor difusión. 

En primer lugar, visualizar cuáles son las diferentes formas en que se consume nuestra agua; en segundo lugar cuánto cuesta consumirla; en tercer lugar, quiénes son los principales beneficiarios de nuestra riqueza hídrica.

Tenemos una sola calidad de agua para consumir en los hogares y en todos aquellos centros (de salud, de educación, oficinas, comercios, industrias, etc.) que se abastecen con agua de OSE. Y para todos esos usos se dispone de agua potable (salvo en estos días, por supuesto). No es disparatado pensar que hubiera en los centros poblados dos suministros diferentes: un agua decididamente potable (para beber, para cocinar, para usos médicos) y otra para limpieza, riego, etc. Claro que es impracticable para grandes ciudades, por el costo de la inversión y las modificaciones estructurales que habría que hacer (uno puede pensar que para cubrir el costo seguramente alcanzaría con suprimir por unos días las guerras y los gastos militares que conllevan, pero eso no está en las cabezas pensantes de quienes dominan el mundo). No lo veo descabellado para poblaciones que se alimenten de unidades potabilizadoras localizadas, agregando además que para la conducción del agua no potable podrían usarse cañerías de plástico reciclado.

Pero también muchas industrias y otros establecimientos consumen agua, aunque muchas buscan sus propias fuentes, ya sean pozos o arroyos, porque les sale más barato (hace unos años el costo de potabilizar agua de un río o arroyo salía unas 5 veces más barato que comprarle a OSE). Quienes consumen mucha agua -y de muy buena calidad- son las embotelladoras, empresas privadas vinculadas en muchos casos a poderosas transnacionales, que hoy están haciendo un gran negocio a expensas de esta necesidad de la población, surgida de las imprevisiones (¿o estudiadas previsiones?) de las autoridades. Sería bueno al menos preguntarse hasta dónde este uso de nuestras mejores aguas para lucro privado es compatible con el artículo 47 de la Constitución. 

Y aquí lo segundo a qué me refería, es decir, cuánto cuesta el consumo de agua: a esos otros consumidores no se les cobra por el uso del agua, a pesar de que el Poder Ejecutivo está facultado a cobrar un canon desde la promulgación del Código de aguas en 1978. Buena parte de las ganancias extraordinarias de arroceros y frigoríficos viene precisamente de esa renuncia del Estado, mantenida por todos los partidos en el gobierno, desde 1978 hasta ahora. Curiosamente, en el impresentable y sospechoso plan Neptuno, que el gobierno quiere mantener en pie, es OSE quien pagará un canon al privado que se va a hacer cargo de la operación de la planta.

En cuanto a los beneficiarios de nuestra riqueza hídrica, además de los dos ya mencionados, están los que la extraen del suelo a partir de sus plantaciones. El caso más notorio es el de los eucaliptos que se estima consumen 20.000 litros diarios por cada hectárea plantada (hay unas 800.000 hectáreas plantadas en Uruguay). Es decir que buena parte de los troncos que exportamos a las zonas francas de UPM (esa es nuestra exportación, la pasta de papel la exporta UPM desde sus enclaves en Uruguay) es agua que se han llevado, contribuyendo a la desecación y empobrecimiento de los suelos. La pasta lleva además cerca de un 20 % del agua que las plantas extraen de nuestros ríos (proporción similar a la que lleva la carne producida por frigoríficos); el 80 % vuelve, pero con contaminaciones varias, mayores cuanto menos control se haga a las plantas de tratamiento de efluentes de esos emprendimientos.

Nada de esto es nuevo y ha sido denunciado varias veces, pero como decíamos, la crisis actual es una oportunidad para una mayor difusión y discusión de estas cuestiones y una mayor toma de conciencia por parte de la mayoría del pueblo.

Pero además es un alerta para proyectos anunciados o en vías de instalación, como ser:

Proyecto Neptuno. Me parece que sobre éste ya está todo dicho. Lo llamativo es que, luego de ver el deterioro de calidad que genera la mezcla con agua del Río de la Plata, el gobierno lo siga mostrando como la principal solución, lo que no hace más que mostrar su vocación privatizadora como puntal de su política.

Data Center de Google. Creo que algo que una de las razones para explicar la decisión de Google de instalarse acá -además de los beneficios que obtiene por estar en zona franca- es aprovechar agua buena y barata. Puede ser discutible hasta dónde puede ser beneficioso para nuestro país, aunque en principio con la instalación de enclaves en zonas francas, como lo son las pasteras, es más lo que se concede que lo que se gana. Pero lo impresentable es que el proyecto vaya a contar con enormes cantidades de agua potable provista por OSE.

Pero vayamos a lo que más me interesa analizar que son los proyectos tendientes a generar Hidrógeno Verde como combustible alternativo a los fósiles, “amigable con el ambiente”.

Hoy son varios los problemas ambientales concretos y de todos los días para los trabajadores y el pueblo en general: además de lo del agua, está la contaminación desenfrenada -del agua, suelos, trabajadores y poblaciones- con agro tóxicos y la contaminación generada por residuos, especialmente los plásticos, entre otras cosas. En estos momentos parecería ser que la inquietud  principal no es la de solucionar estos problemas, sino la de buscar tecnologías de última generación. En vez de encarar los problemas concretos, huir hacia adelante, apostar a lo novedoso: el Hidrógeno Verde. Pero, ¿quién apuesta? ¿La sociedad en función de un plan armónico de desarrollo con cuidado del ambiente? No, las transnacionales que traen el invento.

El caso más claro es el del Proyecto Tambor, que ya está haciendo perforaciones cerca de la tranquila localidad de Tambores, una verdadera invasión del estilo de la de los colonizadores: proyecto transnacional para usar nuestros recursos, entre ellos el agua, en beneficio de los grandes medios de transporte transoceánico. 

Me preocupa el entusiasmo exagerado que ha generado el Hidrógeno Verde en varios sectores de la academia y de técnicos vinculados al progresismo. Se lo ve como una segunda etapa de cambio de la matriz energética, como gran oportunidad hacia la segunda transición energética del Uruguay; pero antes de otras consideraciones habría que marcar una diferencia importante con la anterior transición energética: aquélla buscó sustituir energía proveniente de petróleo, con energías renovables, dentro del territorio nacional, en cambio esta segunda etapa viene impulsada por intereses de multinacionales de bajar su huella de carbono. La primera etapa se basó en aprovechar fuentes de energía no usadas hasta el momento: la solar y la eólica; esta etapa no incorpora estrictamente una nueva fuente de energía, sino que la procura a partir de las otras.

No planteo una oposición cerrada al desarrollo de la producción de HV, pero deberíamos considerarla en un marco global que tenga en cuenta otros aspectos. En primer lugar, ¿tenemos un plan de desarrollo industrial -como  país o como trabajadores- donde incorporar el HV como uno de los puntales? Porque si no, vuelve a ser una oportunidad para los capitales que la impulsan (muchas veces meramente especulativos) que no va a repercutir en avances en términos de justicia social, en mejorar la situación de los más postergados. El HV mirado como un bien más para exportar va a repetir lo que ha pasado con la soja y los eucaliptos: beneficios ante todo para los dueños del negocio, que seguirán acumulando a expensas del aumento de las desigualdades.

Pero pueden existir otro tipo de proyectos que apunten ante todo a solucionar problemas locales, generando puestos de trabajo con trabajadores capacitados y mejorando nuestra relación con el ambiente. Un proyecto de este tipo es el que se anuncia para generar una flota de transporte de carga nacional con camiones que usen HV como combustible. Si bien en principio está pensado para solucionar problemas puntuales de transporte para UPM2, bien podría extenderse a otras actividades, desarrollando además capacidad para la producción y mantenimiento de ese tipo de vehículos.

En conclusión, teniendo en cuenta que estamos ante una tecnología bien fundamentada teórica y técnicamente (aunque seguramente traiga problemas prácticos que habrá que encarar en la marcha), deberíamos pensarla más en función de un desarrollo productivo en profundidad: pueden ser proyectos locales que, además de dinamizar la zona de localización, jueguen un papel importante dentro de una estrategia de repoblación del área no metropolitana; además de la sustitución del gasoil en el transporte carretero, pueden pensarse en la generación de insumos para la producción nacional (fertilizantes, por ejemplo), sin dejar de considerar la integración con los países vecinos en la medida en que se acuerden objetivos comunes.

Esto debería ir acompañado de una visión global acerca de la generación y uso de energía. Hay posibilidades de ampliar las fuentes de energía limpia, especialmente la eólica y eso podría ir acompañado de un rediseño de los sistemas de transporte: urbano y metropolitano en base a tranvías o troles; a lo largo del país promoviendo la vuelta a los trenes, que deberán ser eléctricos  (no como el actual ferrocarril central), combinados con transporte carretero en menor escala, lo que mejoraría entre otras cosas la seguridad vial.

Pero en todos los casos sin dejar de ver que el crecimiento económico no puede ser un fin en sí mismo, si no aporta a una reducción drástica de las desigualdades sociales; incluso habría que preguntarse si es inevitable necesitar de un crecimiento para lograr mejores niveles de igualdad o si la mejora de la igualdad debería ser una condición previa para promover el crecimiento. 

Volviendo al título: el Hidrógeno Verde puede ser una opción para el futuro, pero el agua salada (no potable, como reconocen las autoridades) es un problema de hoy y que afecta principalmente -al menos en el área metropolitana- a los postergados de siempre.  

NOTA: Para la última parte he tomado párrafos y conceptos de documentos en discusión en ámbitos del PIT-CNT que están encarando estos temas, como lo son el Departamento de Desarrollo Productivo y la Comisión de Ambiente en la cual participo. Creo de orden aclararlo).