La Columna de los fastidiados, insatisfechos e insumisos

Garabed Arakelian

La suerte está echada y, como siempre, Juan Pueblo despierta tarde y corre de atrás. El tema del agua no es solo el agua: es la vida. Nuestra vida, que está en juego junto con el futuro de quienes nos acompañan y nos sustituirán en plazo cierto. Tenemos además, el derecho de que ese trozo de vida compartido se viva de manera decente y digno. Todo eso se ha perdido.

Hay que tomar conciencia de que, aunque llueva ya, mañana mismo, de modo diluvial y quedemos ahítos de líquido elemento, el problema no se soluciona: porque ya no es solo la existencia del agua sino sus condiciones para satisfacer las distintas necesidades del ser humano, individual y colectivamente. 

Estamos rodeados de grandes volúmenes de agua en condiciones tóxicas y además hemos perturbado el equilibrio de sus lechos, hoy saturados de desechos. Aunque llueva y el nivel de las aguas rebalse los límites naturales es agua contaminada que servirá con reparos y cuidados para fines diversos pero no para el fundamental: satisfacer la sed. Al menos no de manera directa sino con la intermediación de las embotelladoras. Y eso significa privatización y comercialización de un Derecho Humano. Ya no es solo el problema de la carencia, es que cuando exista ya no es de libre acceso. Al menos para el pueblo, que sería su propietario natural. 

La trampa funcionó y nosotros caímos en ella. Y se nos va la vida.

Hemos perdido soberanía y libertades obtenidas con esfuerzo enorme y grandes sacrificios. Hemos pasado, en nuestro caso, de ser súbditos del imperio español o del lusitano, a ser dependientes de las multinacionales que, dejando de lado sus máscaras, comienzan a mostrar sus rostros  filibusteros.  

Tenemos desventajas en esta lucha. No es solo la falta de unión sino también la presencia de los traidores dentro de las filas populares tergiversando los mensajes e interfiriendo en su accionar.

La lucha es enorme y desigual. Es por Libertad y Soberanía. Por el Agua y por la Vida.

ooOoo

Un gobierno timador que nos niega el agua y nos impone la sal 

Entre las gestiones exitosas de este gobierno de coloración parduzca, se debe aceptar el éxito obtenido en la banalización de todos los temas que afectan a la vida nacional.  

Han logrado que, al ser juzgados, la opinión pública lo haga con un estado de ánimo generoso, predispuesto a aceptar las inconsistencias de conducta tal como se admite, por ejemplo, con un hijo travieso o un cuñado timbero… Además, ante tanta persistencia, el abuso y el desquicio  se imponen por agobio.

Tomemos por ejemplo este balurdo fenomenal que se construyó en torno al equipo de desalinización que por 15 centímetro no pudo cargarse  en el Hércules que lo traería desde Estados Unidos.

A su alrededor de inmediato se tejió una nube de comentarios fogoneados fundamentalmente por la oposición y con gran placer de la agencia publicitaria que trabaja para este gobierno.

Los periodistas y los medios difundieron la información, tal como se espera que lo hagan, pero no plantearon interrogantes dando por buena la que se les ofrecía. Pero la inconsistencia es tan grande que tiene todas las formas del cuento del tío, es decir: la estructura  de la mentira pícara.

Un buen día aparece la noticia de que una planta desalinizadora, diseñada por nuestra UTEC estaba para ser embarcada en uno de nuestros Hércules, desde un desconocido lugar de los Estados Unidos. No se sabe quién hizo los estudios y el proyecto, tampoco por encargo de quién se hicieron, ni con qué autorización salió el avión que no está habilitado ni técnica ni administrativamente para levantar vuelo. Pero inesperadamente un jerarca de la coalición gubernamental dice que no se puede usar el avión pues el equipo no entra en el mismo por 15 centímetros de diferencia. No se explica si en el largo, el ancho o en la altura, simplemente no entra. Tampoco se responde a la posibilidad de enviarlo desarmado y que se arme en nuestro país. Pero se anuncia que  llegará por vía marítima. Afortunadamente había un barco disponible que zarpaba de un puerto de aquellos lugares y que venía para estos lados. Se anunció que se esperaba su arribo en estos días finales del mes de mayo.

Por supuesto no ha llegado nada y no se sabe cuál es el barco que lo transporta. 

¿Es serio esto o se trata de una enorme tomadura de pelo a la que asistimos y de la que somos protagonistas al mismo tiempo?

El gobierno nos falta el respeto, se ríe de nosotros en estos momentos de dura realidad. Porque no hay nada, ni siquiera responsables del chiste a costa nuestra. Y nosotros lo dejamos pasar con frases socarronas tomadas del Martín Fierro pero que le dan aval: ¿y que le va a hacer una mancha más al tigre? Y cosas por el estilo. 

En el Parlamento, lugar de resonancia adecuado para la indignación del pueblo, no hay eco de esto. Parece que hemos perdido la capacidad de indignarnos, que es la pólvora elemental para encender la protesta. ¿Quién nos está mojando la pólvora?